MEFIBOSET, DE PRINCIPE A PERRO... (3a. PARTE y final)
Se postró él de nuevo, y dijo: ¿Quién es tu siervo, para que tomes en cuenta a un perro muerto como yo? (2 Sam. 9:8) David ha enviado a traer a Mefiboset. Lo encuentran en Lodebar. La muchacha que lo salvó no tenía otro lugar a donde llevarlo más que el que ella conocía: El basurero... El cantón. El pueblo. El barrio. Aunque ella sabía que ese niño era príncipe, no tuvo los recursos necesarios para educarlo como tal. Por lo tanto le dio lo único que tenía: amor. Lo educó para amar pero no para vencer. Habemos muchos de nosotros que fuimos enseñados a trabajar pero no a amar. Fuimos educados para triunfar pero no para ser tiernos. Fuimos enseñados a odiar pero no a respetar... Mefiboset fue enseñado a vivir... pero en la mediocridad... Y se asombra cuando el Rey lo tiene enfrente. Se siente inmensamente mal. ¿Qué puede querer de mi el Rey? ¿De mi, que no soy nada? ¿De mi que provengo de cuna humilde? ¿De mi que ni siquiera el bachillerato logré sacar? Son preguntas fuertes y dolor...