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Mostrando entradas de septiembre, 2019

TOCANDO EL MANTO

Mr. 5:28 “la mujer se dijo a sí misma: “si tan solo toco el borde de su manto…”  Flujo ingrato. Tormento en su vida por muchos años. La había dejado sin dinero, sin esperanza y sin hogar. Era un ser anodino. Desconocido para muchos. Despreciada y apartada de la sociedad. No podía dormir en su cama porque la dejaba inmunda. No podía tocar a sus hijos porque era rechazada. No podía cocinarles sus alimentos porque la Ley lo prohibía. No podía besar a su esposo. No podía entrar al Templo a orar porque los sacerdotes no le daban permiso. Era un ser contaminante.  Ese flujo que manaba de su ser la había convertido en una paria de la sociedad. Andaba errante, cargando a cuestas su némesis que la castigaba por a saber qué pecado de su juventud o en sus ancestros. La enfermedad se había ensañado cruelmente con ella. Todos, al verla se apartaban de su camino por temor a la contaminación ritual. Viva sola. ¿Con quién hablar de sus males? ¿Con quién compartir su triste y ama

EQUIDAD

1 Sam. 30:24 “Porque conforme a la parte del que desciende a la batalla, así ha de ser la parte del que queda con el bagaje; les tocará parte igual.” ¿Quienes eran estos invisibles que no fueron a la batalla y que cansados, se quedaron a cargo de cuidar el bagaje de los guerreros? ¿Quienes serían estos hombres valientes que ya no pudieron seguir con David y su ejército porque sus piernas ya no daban para más y prefirieron quedarse cuidando las cosas de los otros? ¿Quienes serían estos que también eran valientes pero que en este momento de la historia no tuvieron la energía que se necesitaba para luchar al lado de su rey? No se nos dan los nombres. Ni la cantidad. Ni el sexo. Pero conociendo a David, creo que èl sí sabia quiénes eran. Y, por lo tanto, lo justo era que también recibieran el reconocimiento y la parte del botín logrado en la batalla.  Hoy también sucede lo mismo. Hoy… Son esas personas que no se ven cuando el pastor está ocupado recibiendo seminarios, capa

DÈJÀ VU

Había en Cesarea un hombre llamado Cornelio… piadoso y temeroso de Dios con toda su casa... y oraba a Dios siempre” (Hechos 10:1-2). Son cosas que no nos explicamos pero que siempre están presentes. A veces nos acosan sin darnos cuenta. Otras veces parece que estamos repitiendo la historia de nuestros padres. Otras veces son asuntos que nos llegan sin previo aviso y mueven nuestra zona de confort. Cornelio estaba orando al Dios del que había escuchado hablar quizá a sus sirvientes. Y se atrevió a pedir un milagro. Y Dios lo escuchó. Habló con Pedro y usted sabe el resto de la historia. Sucedió el milagro que Dios visitó a los gentiles llenándolos con su Espíritu Santo. Todos estaban sorprendidos. Los sabios y teólogos de Jerusalem llaman a Pedro para que rinda cuentas que está haciendo en la casa de un gentil. Ellos no aceptan que los gentiles sean hechos hijos de Dios. Para ellos, solo los judìos eran eso. Siempre habrá oposición para quienes aman a Dios. Siempre habrá ve