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Mostrando entradas de marzo, 2011

LUGARES ALTOS

  2 Reyes 14: 4 Con todo eso, los lugares altos no fueron quitados, porque el pueblo aún sacrificaba y quemaba incienso en esos lugares altos.   Períodos de vergüenza para el pueblo de Dios. De tiempo en tiempo, aquel escogido pueblo de Dios volvía a sus prácticas paganas y ofensivas para Dios. Con qué facilidad le daban la espalda a su Señor cuando olvidaban que en esos lugares altos no debía ofrecerse sacrificios ni altar al Celoso Dios de Israel. Varias veces les había advertido de no hacer de sus Aseras un lugar de adoración. Sin embargo, la necedad que está ligada al corazón del hombre, les hacía una y otra vez volver a los mismos hábitos: Buscar esas sendas escondidas y ocultas para irse a los vergonzosos lugares altos a ofrecer incienso y sacrificios a dioses extraños. A adorar su árbol de Asera. Y lo más vil, ellos creían que Dios no lo sabía. Craso error. Dios lo ve todo. Si no lo cree, pregúntele a David seduciendo a Betsabé.   O a Sansón jugando con Dalila.

LA TRAICIÓN...

¿Qué me dan y se los entrego…? Fue la infame pregunta que salió de sus labios aquella tarde de un jueves.   Frente al sanedrín, ese poderoso grupo colegiado de fariseos y doctores de la Ley, los cuidadores de la moral del pueblo, los vigilantes de la honestidad, tenían ante ellos a un hombre que se veía cansado, frustrado y enojado. Estaban tratando de llegar a un arreglo beneficioso para todos: Uno de ellos, había ido a vender a su amigo, maestro y guía. Los otros, necesitaban calmar no solo sus conciencias sino también a esa chusma que se estaba yendo detrás de él y abandonaba su asistencia al Templo, habían bajado los sacrificios y ya no había mucha leña para que los sacerdotes mantuvieran sus deberes en el Centro de la Alabanza a Jehová… Todos estaban furiosos. El primero porque se sentía engañado. Su amigo, aquel rabino que había repetido varias veces que iba a libertar a los cautivos, resultó al final que iba a ser crucificado. ¿Cómo se le ocurría semejante afir

ESA SONRISA...

Siempre lo había visto de mal genio. Era difícil que brotara alguna sonrisa en su rostro. Sus hijos hasta le temían y ella se había conformado a verlo siempre ceñudo, malhumorado y con un carácter áspero. Por eso, hoy, está asombrada de verlo con ese rostro iluminado, lleno de paz a pesar de las circunstancias, pero asombrada de observar en sus labios esa   sonrisa que le envía desde lejos… Piensa en que el lugar que se encuentra es el menos indicado para sonreír, pero no importa –se dice ella-, debe haber sucedido algo que impactara su vida de tal manera que desde su interior, ese interior que siempre había estado lleno de rencores y traumas, ahora brotara esa paz que le llenaba no solo la mirada pero también el rostro… ese rostro que tantas veces vio con una sombra de soledad, rencor y ansiedad. La gente a su alrededor llora y gime de dolor. Ella está impactada. Está tratando de analizar las palabras que le dijo   el otro hombre que se encuentra a su lado para q

¿ERES MI AMIGO REALMENTE...?

    Cada vez que el padre regresaba del campo, después de besar a su amada esposa, iba en busca de su hijo. El era su mayor tesoro. Lo había esperado con tantos deseos que, ahora que lo veía crecer sano y vigoroso, era todo su mundo. Nada había más importante que ese tesoro que iba a heredar toda su fortuna, e iba a dar inicio a su generación prometida por su Dios Jehová.   Ha hecho preparativos para su educación. Tendrá los mejores maestros en la Ley. Él mismo se encargará de vigilar de cerca que sus amistades sean exclusivamente de su entorno. Evitará en lo posible que personas ajenas a su tribu hagan contacto con ese hijo que ama con todo su corazón. Además de que es el vivo retrato de su madre, tiene los rasgos del padre. Ojos profundamente negros. Cejas bien pobladas como todo oriental y una barbilla partida por la mitad, presagiando una barba espesa como todo buen beduino. Su cuerpo es musculoso, digno de todo hombre del desierto.   Es hogareño y sumiso.

EL REGRESO

  La puerta sonó con golpes intermitentes. Era urgente que abrieran por la fuerza con que tocaban. Indudablemente, quien tocaba la puerta tenía una gran necesidad de ser atendido. La señora de la casa estaba ocupada con los quehaceres de la cocina, así que le gritó al joven que estaba en el patio, que fuera a abrir.   El joven, con algo de pereza, dejó a un lado sus juegos y se encaminó a la sala para abrir la puerta que con tanta impertinencia tocaban.   Abrió y vio a un hombre parado en el dintel de la misma. Era un hombre desconocido pero que tenía una mirada penetrante. Su pelo, en orden, bien peinado y negro, le cubría parte de su frente amplia y que anunciaba una inteligencia vivaz. Su tez morena brillaba a causa de haber pasado demasiado tiempo bajo el sol de aquella región. El niño pensó que era algún agricultor que deseaba vender sus productos pues su ropa olía a campo.   El visitante no le quitaba los ojos de encima al niño que se empezaba a poner nervio