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Mostrando entradas de noviembre, 2020

PUERTAS CERRADAS

  Apocalipsis 3:7 B “… y cierra y nadie abre…” Bueno, ayer hablamos sobre puertas abiertas y puertas cerradas. Ahora quiero exponerles lo siguiente:  ¿Qué padre amoroso y cuidadoso de su familia, antes de irse a la cama no se cuida de dejar bien cerradas las puertas de la casa para proteger a su los suyos?  Sería una insensatez que las puertas se quedaran abiertas para que los ladrones entren y hagan daño a quienes están dentro.  O ¿que persona responsable, si tiene un vehículo y lo deja aparcado en la calle no se asegura de dejar cerradas las puertas y puesta la alarma antirrobos? Todo eso nos parece lógico.  Pero no es así cuando el Señor que es todo amor, que nos cuida y nos protege de todo mal, nos cierra ciertas puertas para que nada nos dañe ni nos destruya. Todo porque Él es un Padre perfecto y sabe muy bien lo que no debe entrar a nuestros corazones o a nuestro destino. Una visa que fue negada cuando hemos orado y ahorrado para pagarla y el cónsul dice no. Un cáncer que

¿QUIEN HA CERRADO LA PUERTA?

Apocalipsis 3:7 “Y escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: "El Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y nadie cierra, y cierra y nadie abre, dice esto:” ¿Quién le ha cerrado la puerta?  La mayoría de nosotros los creyentes en Cristo queremos que todas las puertas se nos abran a nuestra voluntad. No nos gusta encontrar puertas cerradas. Vamos al banco a pedir un préstamo y oramos que el Señor nos abra esa puerta. Vamos al hospital y queremos que nos atiendan primero, que Dios abra puertas. Vamos a un restaurante y oramos pidiendo la mejor mesa, que el Señor haga que nos abran las puertas del mejor servicio. Hay dos aspectos en esto de las puertas. A veces es el Diablo quien nos las cierra. Lo hace para hacernos perder la fe y la confianza en nuestro Dios. Nos estorba los planes que tenemos para el día, la comunicación con nuestra pareja, una acción mal hecha y provoca rechazo y corrección, un hijo mal portado y sentimos que las puertas de la fe

LOS DISCÍPULOS

  Juan 18:19 (LBLA) “Entonces el sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de sus enseñanzas” Los rabinos del tiempo del Segundo Templo tenían una cualidad: cuando enseñaban a sus discípulos, se sabía que más de alguno iba a sobresalir de entre ellos y podría ser un fiel representante de sus enseñanzas. Shamai, Hillel y Gamaliel, que eran los más reconocidos rabinos de ese tiempo, tenían alumnos que iban a revolucionar el mundo judío con lo que aprendían de sus maestros. Saulo, por ejemplo, que era alumno de Gamaliel,  se volvió un enemigo del sistema legal cuando fue llamado por Jesus a su servicio.  Entonces, no es de extrañar que el sumo sacerdote le haya preguntado a Jesus la noche de su juicio quienes eran sus discípulos y qué les había enseñado. El sumo sacerdote no estaba tan preocupado por Jesus porque ya lo tenía en sus manos. Su verdadera preocupación eran sus alumnos. Él sabía que si estaban bien enseñados por su Maestro, se iban a convertir en un pelig

JESUS O CÉSAR

Juan 19:15 “…Los principales sacerdotes respondieron: No tenemos más rey que el César” Todo está bajo autoridad. Es un principio bíblico y, nos guste o no, todos tenemos que tener a alguien a quién rendirle cuentas. Esa autoridad puede ser un policía, un guardia de bajo nivel, un Presidente, un gobierno, un Rey o un simple pastor.  Pero no hay nada ni nadie que no tenga una autoridad sobre él. No lo digo yo, lo dice la Escritura en Romanos 13:1: “Sométase toda persona a las autoridades que gobiernan; porque no hay autoridad sino de Dios, y las que existen, por Dios son constituidas” Eso lo sabían muy bien los sacerdotes que dirigían al pueblo de Israel en tiempos del Segundo Templo. Conocían el principio de obediencia a una autoridad porque ellos mismos eran autoridad para el resto de la gente. Eso no estaba en discusión. Pilatos les ha estado diciendo por lo menos dos veces: ¿Suelto a su Rey?, pero ellos estaban empecinados en ignorar al Rey de Israel. Es decir, ellos, usted y yo

PURA GRACIA

Mateo 27:54 “El centurión y los que estaban con él custodiando a Jesús, cuando vieron el terremoto y las cosas que sucedían, se asustaron mucho, y dijeron: En verdad éste era Hijo de Dios” El hombre se levantó de madrugada, hizo sus oraciones a sus dioses Lares, se encomendó a su patrón celestial, se vistió su parafernalia militar, besó a su esposa y a sus hijos y salió en medio de la semi oscuridad. Afuera lo esperaban sus hombres. Hacía unas horas le habían enviado una orden perentoria: “Presentese inmediatamente en el Monte Gólgota a custodiar un ajusticiamiento, especialmente para controlar a los que se reúnan en ese lugar para evitar aglomeraciones”. Llegó mucho antes que los criminales. Rodearon el Monte para formar un vallado en el lugar donde iban a poner las cruces. Horas después el cortejo se hizo presente. Un Hombre llamó su atención. No gritaba, no insultaba ni profería palabra alguna. Iba en silencio como abstraído en un pensamiento más allá de toda razón. Ensangrentad

EL QUÉ DIRAN

Juan 12:42-43 “Sin embargo, muchos, aun de los gobernantes, creyeron en El, pero por causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga” Bueno, ¿y qué tenía de especial la sinagoga para que estos fariseos no dejaran entrar a aquellos que confesaban que eran seguidores de Jesus?  Un poco de historia nos puede ayudar a entender sus motivaciones.  En los tiempos del Segundo Templo, la sinagoga era un lugar de reunión no solo para leer la Torá sino también para celebrar fiestas, jugar ajedrez, reunir a los gobernantes para tomar decisiones en cuanto a la Ley de Dios, celebrar bodas y, en una palabra, era como se dice hoy, el club social de la colonia. En ese lugar se reunían los pobres a recibir sus canastas de víveres como ayuda social, los ricos para debatir sus negocios y los fariseos a discutir sus puntos teológicos. En suma, era el lugar obligado para estar unas horas con la élite del gobierno eclesiástico. Allí recibían premios, reconocimientos y toda

BALIDO DE OVEJAS Y VACAS

1 Samuel 15:14 “¿Qué es este balido de ovejas en mis oídos y el mugido de bueyes que oigo?” ¡He orado a Dios y no me escucha! He clamado, llorado, ayunado e ido a la iglesia a pedir mi milagro pero no hay manera que sea atendida mi petición. Esa es la queja de mucha gente que asiste a los templos a acompañar a otros en los cantos, en los ritos y toda la parafernalia eclesiástica que se acostumbra para tranquilizar sus conciencias y justificar que están en paz con Dios.  Por lo tanto, creen que son merecedores de que Dios los escuche en sus ruegos y les conceda sus gustos. Normalmente son personas que no se han convertido de todo corazón al Señor. Quizá lo han confesado por compromiso o por ser parte de una sociedad que se distingue por su cristianismo verdadero como aquellos que en tiempos de Pablo predicaban por envidia a Jesucristo, ¿recuerdan? Son personas que viven vidas dobles. Su doble moral los mantiene tan ocupados en las cosas del mundo que no quieren dejarlas por que es

DE BARRO ERES

  Juan 9:6 (LBLA) “Habiendo dicho esto, escupió en tierra, e hizo barro con la saliva y le untó el barro en los ojos…” “Si no creen a mis palabras, por lo menos crean a mis obras”, dijo Jesus a los fariseos que no creían que Él era el ungido de Dios.  Toda la discusión que ellos tenían era porque Jesus se negaba a confesar abiertamente que Él era el Mesías prometido por los profetas de la antigüedad que iba a llegar a Israel para libertarlo de sus miserias. Porque siempre hay y habrá personas que aunque vean portentos y maravillas de parte de Dios, siguen diciendo que todo fue porque tuvieron buena suerte, porque estudiaron una buena carrera, porque sus papás les dejaron dinero y muchas excusas más.  Lo que importa realmente es negar la divinidad de Jesus. Negar por todos los medios que Él es Dios.  Y Jesus, que tiene recursos infinitos para demostrar quien es, lo hace en esta ocasión en que un ciego de nacimiento anda cerca de él y sus discípulos. Cuando ellos lo ven le hacen l

ESPIRITUALES Y CARNALES

Juan 8:47 “El que es de Dios escucha las palabras de Dios; por eso vosotros no escucháis, porque no sois de Dios.” Juan es un excelente historiador. Supera a Josefo en cuestión de diálogos. Supera a Platón y a Aristóteles en asuntos de lenguaje. Sabe enfocar su pluma en el punto exacto sobre las palabras de Jesus y los judíos.  En una palabra: no tiene pelos en la lengua.  Es el único evangelista que repite las palabras de Jesus con respecto a quienes lo juzgan mal. Les dice lo que Jesus dice: ustedes son hijos de su padre el diablo. Ellos le dijeron: no, sino somos hijos de Abraham. Pero si ustedes -les respondió Jesus- fueran hijos de Abraham, las obras de él harían. Y así por el estilo, va pavimentando la ruta de las pláticas que estos incrédulos tuvieron con el Maestro Perfecto. Y llegamos a lo que me llamó la atención. ¿Qué palabras le gusta escuchar a usted? ¿Las palabras de un buen predicador, de buena dicción, de lenguaje impecable, que nunca se equivoca, que adorna con

JUGANDO

  Juan 19:24 ”Por tanto, se dijeron unos a otros: No la rompamos; sino echemos suertes sobre ella, para ver de quién será…” ¿Será que esto sigue sucediendo en nuestros tiempos? ¿Habrá dentro de nuestras congregaciones personas que, como los soldados que estaban al pie de la Cruz jugaban a los dados para ver quién se quedaba con las vestiduras de Jesus? ¡Asombroso! ¿Como puede alguien estar jugando mientras en el madero hay un Hombre inocente muriendo por él, precisamente, e ignorarlo? Porque allí está el madero, allí está el Cordero siendo inmolado, allí está la Sangre que salva, allí está el Cuerpo que da vida, sin embargo… los soldados están jugando. Inconcebible, ¿verdad? Bueno, no nos extrañemos. Hoy no estamos en el Monte del Gólgota presenciando la crucifixión de Jesus. Hoy no estamos en los tiempos romanos cuando ejecutaron al Hijo de Dios. Hoy estamos en la Iglesia en donde se predica su Palabra. Hoy estamos en la congregación que Jesus fundó precisamente en esa Cruz cuan

LOS TEMORES

  Según los estudiosos, el ser humano tiene varias fobias. Son esos temores que carga sobre su espalda esperando un día que se cumplan y lo derrumben al suelo para, algunas veces, quedarse postrado sin poder seguir adelante. Son fobias que lo cargan tanto que cuando le llega alguna de ellas, todo su universo se desploma y ya no encuentran ningún motivo para seguir viviendo. Son los  temores que llenan su horizonte y creen que es su obligación prevenir en todo lo que puedan para evitar su desplome. Por eso compran seguros. Seguros para todo. De vida, de muerte, de dormir, de la casa donde viven, de su auto, de sus hijos.  Esas  fobias son, según los entendidos: Miedo al fracaso, a la pobreza, a la enfermedad, a la muerte, a la crítica, a la pérdida del amor y a la vejez. Paradójicamente, un día quizá no muy lejano, todos tenemos que fracasar en algo, no somos perfectos; podemos pasar por momentos de pobreza, el dinero no es eterno, de pronto nos enfermamos, no somos inmunes a los

LUCHAR POR LA VIDA

  Hace unos años, cuando en mi juventud fui salvavidas allá en el Puerto San José de Guatemala, un día caminando por la playa vi algo que me asustó: Una serpiente marina se retorcía en la arena porque la marea la había sacado del mar y se estaba ahogando. Con un palo la ayudé a volver a su hábitat pero un escalofrío me recorrió todo el cuerpo pensando en que si recibía una mordida de ese venenoso animal no habría tiempo para llevarme a un hospital a que me inyectaran un antídoto. Hoy, muchos años después, recuerdo aún con cierto temor aquella experiencia.  No quiero repetirla. Así es la vida. Nadie piensa vivir una vida mediocre, llena de pobrezas y miserias. Nadie, con cinco dedos de frente se levanta una mañana pensando: Hoy voy a empezar a ser pobre. Sin embargo hay muchos en nuestro entorno que viven de esa manera. Y dejan de luchar para salir de ese agujero negro que los traga paulatinamente y se van acomodando a ese estilo de vida. Como aquella serpiente, no se retuercen en la

DESECHABLES

  ¿Nunca se ha preguntado por qué cuando un hombre o mujer se jubilan de su empleo empiezan a declinar en sus vidas?  Pierden la perspectiva de la vida. Como pábilos, se van quedando sin la llama que antes les caracterizaba en sus trabajos, cuando eran personas útiles a la sociedad, cuando se sentían indispensables y mantenían sus mentes ocupadas en crear sistemas, ideas y aportar sus conocimientos a los demás.  Pero la misma sociedad a la que sirvieron en sus mejores años, los desecha. Los ve como estorbos porque se ponen lentos, ya no rinden con la misma cantidad de fuerza que antes y, aunque sean más sabios y conocedores de los avatares diarios, los echan a un lado porque ya no sirven para cumplir los propósitos de su empresa, su gobierno o su familia. En una palabra: Los jubilan. Y a causa de la inactividad se van apagando poco a poco. Se encorvan por el peso de la inutilidad, se enferman por sentirse inútiles, que ya no sirven para nada, que se les ha hecho a un lado para que