EL REGRESO

 

La puerta sonó con golpes intermitentes. Era urgente que abrieran por la fuerza con que tocaban. Indudablemente, quien tocaba la puerta tenía una gran necesidad de ser atendido.

La señora de la casa estaba ocupada con los quehaceres de la cocina, así que le gritó al joven que estaba en el patio, que fuera a abrir.  El joven, con algo de pereza, dejó a un lado sus juegos y se encaminó a la sala para abrir la puerta que con tanta impertinencia tocaban.

 

Abrió y vio a un hombre parado en el dintel de la misma. Era un hombre desconocido pero que tenía una mirada penetrante. Su pelo, en orden, bien peinado y negro, le cubría parte de su frente amplia y que anunciaba una inteligencia vivaz. Su tez morena brillaba a causa de haber pasado demasiado tiempo bajo el sol de aquella región. El niño pensó que era algún agricultor que deseaba vender sus productos pues su ropa olía a campo.  El visitante no le quitaba los ojos de encima al niño que se empezaba a poner nervioso ante aquel desconocido.  En los ojos del visitante pudo ver una lágrima que se escurría por entre sus negras pestañas.  En su mirada pudo sentir un "algo" que no se explicaba. Las facciones le parecían conocidas pero el niño no atinaba a recordar donde las había visto.

La madre, al observar que su hijo se tardaba en anunciar al visitante, con cierto temor, se secó las manos en el delantal y se dirigió a la puerta para saber quién tocaba con tanta fuerza aquella puerta que hacía mucho tiempo nadie tocaba…

A punto estaba de preguntar quién era quien importunaba a aquella hora aquella tranquila casa donde la madre y su hijo compartían la única habitación de la misma, cuando vio parado aún en el dintel de la puerta al hombre…

Un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Sintió que las piernas se le doblaban y estuvo a punto de caer fulminada por recuerdos que inundaron su mente. Ipso facto, sus recuerdos se fueron hacia atrás, a los años en que compartió sus primeros años con un hombre que le recordaba el que estaba parado en la puerta de su humilde vivienda. Al verlo detenidamente creyó observar en el fondo de su mirada un mensaje familiar pero, sacudiendo su cabeza, trató de alejar esos pensamientos absurdos… no podía ser él. Indudablemente estaba viendo visiones ó algo parecido. Con las manos temblorosas por la emoción del momento, preguntó al hombre qué deseaba… Éste, lleno de confusión por el encuentro tanto tiempo deseado, no sabía cómo explicar su presencia en aquella casa.

Hasta que tomó valor y lo soltó todo de un solo golpe…

-Si, querida, soy yo. Tu esposo. El padre de este precioso niño…

-Te explicaré: un Hombre llamado Jesús llegó a la playa del pueblo, instantáneamente sentí que una fuerza poderosa que obraba en mí me impulsó a llegar donde él estaba, no recuerdo qué pasó realmente, pero de pronto, sin darme cuenta mi mente se puso en orden y esa fuerza que me dominaba se fue de mí y quedé tendido en la tierra, desnudo, sucio como me mantenía en los sepulcros, dos cadenas colgaban de mis muñecas y mi piel estaba llena de mugre y costras de suciedad… Le dijo a sus amigos que me limpiaran, me vistieron y por primera vez probé alimentos dignos de un ser humano… y aquí estoy… me dijo que viniera a mi casa a contar las cosas que El es capaz de hacer…

Solo recuerdo lo que le dijo a la gente que llegó corriendo cuando se enteraron de mi liberación… Les dijo…

"¡que vergüenza, ustedes aman a  los cerdos más de lo que aman a una persona!".

 

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