¿ERES MI AMIGO REALMENTE...?
Cada vez que el padre regresaba del campo, después de besar a su amada esposa, iba en busca de su hijo.
El era su mayor tesoro.
Lo había esperado con tantos deseos que, ahora que lo veía crecer sano y vigoroso, era todo su mundo. Nada había más importante que ese tesoro que iba a heredar toda su fortuna, e iba a dar inicio a su generación prometida por su Dios Jehová.
Ha hecho preparativos para su educación. Tendrá los mejores maestros en la Ley. Él mismo se encargará de vigilar de cerca que sus amistades sean exclusivamente de su entorno. Evitará en lo posible que personas ajenas a su tribu hagan contacto con ese hijo que ama con todo su corazón.
Además de que es el vivo retrato de su madre, tiene los rasgos del padre. Ojos profundamente negros. Cejas bien pobladas como todo oriental y una barbilla partida por la mitad, presagiando una barba espesa como todo buen beduino. Su cuerpo es musculoso, digno de todo hombre del desierto. Es hogareño y sumiso. La verdad es que este hijo que ha sido un regalo del cielo ha venido a llenar su horizonte con una esperanza renovadora.
Cada vez que va al Altar a buscar la Shekiná, lo primero que brota de sus labios es una palabra de agradecimiento a la Majestad del Cielo por haberle colmado de tanto gozo al haberle permitido engendrar a la edad de cien años a ese hijo que tanto tiempo deseó.
Pasa mucho tiempo con ese chico que es su deleite. Incluso su madre, a veces se pone celosa de él, ya que desde que nació parece que ella ha pasado a segundo plano. Pero no importa se dice-, al ver a padre e hijo jugueteando por el patio que circunda la tienda.
Su corazón rebosa de gozo pues ahora todo está completo: Una linda esposa, una posición financiera estable, tiene suficiente personal a su servicio y, para colmo de toda felicidad, su amado Isaac.
Su nombre indica risa. Y eso es lo que hay en la tienda desde que nació: risas por todos lados
Se acabaron los días nublados y tristes. Se terminaron los días de soledad y esterilidad. Hoy todo es alegría, color, bulla, juguetes y bromas. Risa, risa ante todo
Por supuesto, siendo el amigo de Dios, de ese Dios que cumple lo que promete, este anciano no pierde de vista que su primera obligación es estar cada mañana ante su Presencia. No se permite ni un día de descanso de no ir a su lugar secreto a platicar con su Amigo. Desde que lo llamó de su natal Ur no ha dejado de platicar con él. Lo consulta para todo. No da un paso sin preguntarle su opinión. Hace unos años cometió un error que le costó una vergüenza tremenda y se propuso no volver a caer en él. Había hambre y la comida estaba escasa. Y, en lugar de preguntarle a su Amigo Celestial qué hacer, inconsultamente se había ido a Egipto en busca de comida para su familia y sus sirvientes. Craso error. Salió de allí humillado, expulsado y avergonzado. Pero no volverá a suceder, se dijo para sus adentros. Por eso, desde aquel día, no falta a su cita matutina para consultarle qué hacer cada día que vive
Y, en sus oraciones, siempre está presente la petición de protección de su amado hijo
Y hoy, mientras está con el rostro inclinado en tierra, sus rodillas dobladas en humillación ante la Presencia Divina, ha expresado sus peticiones a su Dios y se ha quedado en silencio esperando escuchar las indicaciones para ese día. Y llegan. El cielo responde. Un silencio rodea el ambiente para poder dejar salir la Voz del Omnipotente que ha dado instrucciones a su querido amigo. Cuando éste escucha la orden, un escalofrío recorre su espina dorsal. No atina qué pensar. Pregunta por segunda vez si lo que escuchó es cierto ó fue su imaginación. Cuando le responden que escuchó bien, un sudor helado baña todo su ser. Su pulso se acelera y sus sentidos se nublan. Tiembla de pies a cabeza y su boca se seca, haciendo que su lengua se pegue a su paladar. ¿Es eso lo que quieres, Señor? Es todo lo que atina a preguntar. Y la respuesta es ¡Sí!
¡Si! Abraham, escuchaste bien: Sacrifícame a tu hijo, al que más amas. Lo que más cuidas. Lo que más proteges. En lo que más inviertes
¿Serías capaz de dármelo en sacrificio de fuego, querido amigo? ¿A tu hijo? ¿Lo que tanto tiempo esperaste? ¿La alegría de tu vejez?
Y
al día siguiente, madrugó, despertó al muchacho, enalbardó los asnos con leña y se hizo acompañar de unos siervos. Y lo vemos, callado, humillado pero obediente, camino al Monte donde obedecerá las instrucciones de su Amigo.
Pregunto: ¿Te dices amigo de Jesús? Si es así, en cualquier momento te pedirá que sacrifiques lo que más amas. ¿Lo harás por El? Él fue sacrificado por ti
y por mí
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