¡CUIDADO MAESTROS!
Santiago 3:1 “Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos un juicio más severo” Eran remilgados. Les encantaba la fama y disfrutaban de recibir elogios de sus pupilos. Habían hecho una ley que decía que si en una batalla, caían prisioneros uno de ellos y uno de los padres de sus estudiantes, a quien debían rescatar era a a su maestro antes que al padre, porque el padre los había traído al mundo material, pero ellos -sus maestros-, los llevaban al mundo eterno. No cobraban ningún salario por sus enseñanzas, pero obligaban a que los recibieran en sus casas y los atendieran a cuerpo de rey para que no les faltara ningún sustento. Exigían que se les atendiera servilmente por sus alumnos y que hicieran lo imposible para que los hicieran sentir cómodos. Si por casualidad, entraba la noche y ellos estaban en algún hogar recibiendo atenciones, tenían el derecho de utilizar la mejor habitación y sus muebles aunque perteneciera a uno de los ancia...