LOS PÁMPANOS
Juan 15:4-5 “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer”
En un escrito anterior presenté la definición de “sígueme” que los alumnos judíos esperaban de los grandes maestros que observaban su examen sobre las Escrituras. Cuando un estudiante alcanzaba las notas más altas, era escogido por uno de esos grandes rabinos y le decían la famosa frase que tanto anhelaban escuchar los jóvenes, porque era un alto honor estudiar a los pies de uno de esos famosos maestros de la Ley. La familia, por supuesto, corría con los gastos que su hijo necesitara para cancelar su estadía en la academia de dicho maestro.
Ese era el orgullo académico de Saulo de Tarso. Nos lo cuenta en Hechos 22:3. Haber sido escogido por el gran rabino Gamaliel, nieto de uno de los maestros más insignes de Israel, el famoso Hillel el Viejo, fue para él un triunfo como lo sería hoy si la Universidad de Harvard escogiera a uno de los hijos de un cristiano.
Esos grandes maestros eran reconocidos como los Doctores de la Ley. Eran eruditos en la interpretación de las Escrituras y escuchar de sus labios cómo manaba la sabiduría debió haber sido algo delicioso. Ellos, los sabios del Israel antiguo, habían dado por llamarse Skol, que significa “pámpanos” o “racimo de uvas” también quiere decir “varón completo” porque en ellos se resumía toda la sabiduría del conocimiento de la Palabra de Dios. Así como un pámpano de uvas contiene todo el jugo de la vid, así ellos tenían todo el conocimiento de la sabiduría.
Se daba por sentado que el alumno que se distinguía con sus notas y conocimiento adquirido, era futuro candidato para formar parte del famoso Sanedrín de Israel, o sea el Tribunal Legal en donde se autorizaban o no las famosas interpretaciones de la Ley de Moisés. Solo ellos tenían la capacidad de reconocer por ejemplo, al Mesías prometido en las Escrituras, ya que ellos sabían perfectamente quien y cómo era que tenía que llegar a su tierra.
Así eran las cosas en la cultura del Segundo Templo.
Y en ese tiempo, precisamente, aparece un maestro callejero, itinerario, y que estaba arrastrando tras de si a una muchedumbre de gentes sin educación, sin saber leer ni escribir, ignorantes de las Escrituras por consecuencia lógica. Sus alumnos eran pescadores, recaudadores de impuestos, fariseos renegados, estudiantes fracasados que no habían sido escogidos por ninguno de esos famosos “pámpanos” porque no habían llenado los requisitos para serlo. Ese maestro que a saber quien era según ellos, había escogido a la plebe, a los pobres y enfermos que ninguno de los sabios hubiera tomado bajo su tutela. Era nada más ni nada menos que Jesús, el Hijo de Dios. El Mesías esperado por Israel.
Y, con su fina retórica, con su hermosa forma de presentar el Reino de Dios, con sus famosas parábolas que ni los supuestos sabios entendían, con su prosa elegante y culta, sin gritos ni aspavientos, empezó la confrontación natural en donde el orgullo de la alta sociedad religiosa se vio expuesta. ¿Quien era ese desconocido que estaba vaciando de gentes el Templo? ¿Quien era ese intruso en su área religiosa que estaba arrastrando a tanta muchedumbre? ¿Por qué lo seguían a él las gentes y no a ellos, los eruditos como Saúl de Tarso?
Entonces Jesus, con esa sabiduría que solo de él podía venir, les saca de las dudas. Reconoce su posición. Nunca los desprecia. No se burla de ellos. Acepta que son los sabios de su tierra, pero cuando los confronta, les dice: “Si, ustedes se dicen los pámpanos, y es cierto, pero Yo soy la Vid y separados de Mi, nada pueden hacer. Si no se nutren de Mi y de mi palabra, de la Palabra de mi Padre, nada pueden hacer. Cuando el pámpano se separa de la Vid se marchita, pierde su razón de ser. Y, señores pámpanos, ustedes no se están nutriendo de la Vid que soy yo. Ustedes se están nutriendo de Moisés y sus tradiciones”
Por eso necesitan amenazar, entretener, asustar con el infierno a las gentes, para tener sus academias llenas de estudiantes. Por eso necesitan hacerles fiestas, nebulizarles sus mentes para que se sientan a gusto, no enseñan la Verdad de la Palabra, enseñan lo que ellos quieren escuchar para que se sientan a gusto en sus escuelas. Yo soy la Vid, no lo olviden. Sin Mi, nada pueden hacer.
¿Será un fino recordatorio para nosotros hoy en día?
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