LA LECCION DE BARTIMEO

LA LECCION DE BARTIMEO


Marcos 10:52  “Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha sanado. Y al instante recobró la vista, y le seguía por el camino”


Bartimeo nos brinda lecciones muy hermosas de lo que debemos hacer cuando recobramos algo.  Todos nosotros tenemos vacíos que solo el Señor puede llenar, pero el problema es que aún siendo Èl quien nos llene el corazón, nuestra alma sigue cargando con cosas inservibles, cosas del pasado que ya no suman sino restan a nuestra vida. Cosas que pesan, cosas que se vuelven una mochila cargada con piedras que nos van encorvando poco a poco la espalda y es cuando aparecen los problemas de salud, falta de sueño, pérdida del apetito, pérdida del sentido de la vida. 


Bartimeo, después de haber sino sanado, Jesùs le dijo: Vete...” Pero Bartimeo hizo lo contrario: No se fue. Decidió seguir a Jesùs. Un sentido de gratitud nació en el corazón de aquel hombre que había sido ciego, necesitado, vacío de vista, lleno de cargas emocionales y físicas que no le dejaban vivir.  


Ahora, Bartimeo tiene que tomar una decisión importante en su vida: ¿Qué hacer con las cosas en las que se había apoyado por tanto tiempo?  ¿Qué hacer con aquellas cosas que le habían acompañado tantos años y que sin ellas se sentía débil y vulnerable?  Esas cosas eran su bastón. Su bastón era su apoyo màs importante. Era su palangana donde recogía las limosnas que le daban. Era su capote que le cubría del frio de la noche.


Pero de pronto, cuando la luz alumbró sus ojos y un horizonte se abrió a su alma, lo primero que hizo no fue ponerse a brincar como aquel paralìtico. No. Tampoco fue ver los colores que tanto tiempo se le habían negado. Lo primero que no hizo fue ver las montañas, los lagos y el cielo azul. No. No fue eso lo primero que hizo. Lo primero que hizo -mis amigos-, fue tirar todo aquello que le había acompañado por tantos años y que ahora ya no le servían para nada. Porque había recuperado la visiòn. Ahora sus ojos ya no eran cubiertos por unas nubes grises que le ocultaban la vida. Ahora sus ojos ven lo hermoso que está delante de èl: Jesùs y el futuro.


Y toma la decisión màs importante de su vida: Tirar todo aquello que ya no le sirve y seguir a su Sanador Jesùs.  Porque queramos o no llegará un momento en que, como Bartimeo, tendremos también que dejar aquellas cosas en las que confiábamos antes.  Viejas amistades que ya no nos hacen ningún bien sino solo nos traen recuerdos amargos. Viejas experiencias que solo nos dejaron tirados en medio del camino.  Personas que nos hirieron quizá sin darse cuenta pero que nos dejaron cicatrices dentro de nuestro corazón que al recordarlas se vuelven a abrir.  Si usted se ha encontrado con Jesùs, como Bartimeo, también tiene que abandonar aquel recuerdo que le daba valor, lo que le hacía sentir seguro pero que ya cumpliò su propósito.  Porque ahora es el tiempo de seguir a Jesùs y ver las maravillas que tiene reservadas para usted. 


Como Bartimeo, tenemos que dejar y soltar lo que ya no necesitamos para sentirnos vivos y seguros.  Quien recupera la vista y tira el viejo bastón que lo sostuvo por años porque ya no le sirve, no es un acto de ingratitud, es un reflejo de autonomía recién descubierta. 


Está metáfora encierra una verdad emocional profunda. Lo que nos sostuvo en el pasado puede convertirse en una limitación para nuestra fe, para nuestra confianza en el Señor que solo quiere hacernos ver un horizonte hermoso, lleno de sorpresas agradables para aumentar nuestra confianza en èl y en su perfecta Voluntad. 


Porque si no tenemos el coraje de soltar esas cosas del pasado, esas cosas que nos ayudaron y que no merecen quedarse para seguir con ellas, seguiremos dependiendo de esas opiniones, de esas ayudas que nos asfixian al cobrarnos con creces lo que nos dan. El bastón de Bartimeo, quizá en algún momento le sacó callos en sus manos, pero era el precio que tuvo que pagar para mantenerlo a su lado porque era su apoyo.  Así algunas amistades fueron relaciones que nos sacaron lágrimas, nos produjeron dolor y angustia pero eran nuestro apoyo emocional o físico o financiero. Pero llega un momento en que tenemos que decidir dejar ir. 


Algunas de esas personas fueron necesarias porque nos protegieron, nos ayudaron a caminar, fueron nuestra protección contra las inclemencias de la vida, como el capote de Bartimeo, pero llego el momento de dejarlo porque el Amor de Dios es suficiente calor para sentirse protegido del frío de la vida y de la gente.  Aquel capote, la palangana, el bastón para Bartimeo, ahora que encontró la vista y a Jesùs se pueden convertir en un peso muerto que solo cansan en el camino.  Es cierto, fueron útiles en su tiempo por necesidad, no por salud.


La pregunta a todo esto es: ¿Qué aspectos de su vida sigue usted sosteniendo a pesar del dolor que le causan?  ¿Qué recuerdos del pasado aún siguen vivos, aferrados a su corazón abriendo viejas heridas, viejas cicatrices que le siguen doliendo en secreto?  ¿Qué nombres del pasado no logra dejar ir porque se quedaron grabados en sus recuerdos? ¿Qué personas aún siguen vivas dentro de su corazón y que solo le provocan nostalgia, ira, enojo contra usted misma por haber sido dependiente de ellos? 


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