¿DONDE ESTAS?

Génesis 3:9  “Y el SEÑOR Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás?”


Hay regalos que nunca debemos aceptar.


Especialmente los regalos que sin darnos cuenta, como decimos en Guatemala, traen cola. Es decir, son regalos que nos comprometen con la persona que nos lo ha dado.  Son regalos que traen maldición y no bendición a nuestras vidas.


Supe que en mi país, a uno de los pastores más conocidos y prósperos, alguien le regaló una membresía para pertenecer a un exclusivo club de golf. Todos sabemos que pertenecer a esa clase de clubes no es nada barato. Se necesita una buena cantidad de dinero para codearse con la élite de la ciudad y mantener un estatus quo aceptable delante de ellos. Ese regalo exigía amistad con los miembros del club. Almuerzos y cenas de alto nivel. 


Con el tiempo, aquel querido pastor empezó a cambiar su visión ministerial. De pronto ya no era pastor sino motivador. Dio un giro a su llamado, y, aunque su congregación creció considerablemente, ya su mensaje no era como el del principio. Dejó de mencionar la Obra transformadora del Espíritu Santo e, incluso, su forma de vestir se volvió a la moda. Siendo antes uno de los pastores mejor vestidos del gremio, pasó a ser uno más entre los motivadores de la nueva moda evangélica. 


¿Qué sucedió en la vida de este hombre que una vez me ministró la llenura de la Unción del Espíritu Santo, a quien vi quebrantado hablando de su amistad con el Amigo por excelencia que era el Espíritu Santo en su vida?  ¿Qué pasó con sus experiencias enriquecedoras que confrontaba la vida del creyente con el pecado que muchas veces llena el alma de muchos evangélicos?  ¿En donde perdió el rumbo? Claro, no se fue al mundo. No se fue a la borrachera ni al pecado de pornografía. No. Siguió siendo el hombre cuidadoso de su matrimonio y de su familia.


Pero el regalo le hizo daño. Ese regalo le obligó a dejar por un lado la oración, la búsqueda de la Presencia de Dios y la entrega de su vida a la devoción que tanto había enseñado anteriormente. Hoy por hoy, aquel paradigma de la ternura cuando hablaba de la Persona de Jesucristo y que nos impactaba con sus mensajes, ya no es el mismo. Sigue utilizando su templo pero sin púlpito. Ya no lee la Biblia sino manuales de crecimiento profesional. Ya no habla de salvación, ahora habla de prosperidad. Habla de que el hombre nació para ser empresario y no empleado. 


Aquel hermano que años atrás arrancaba lágrimas de sus oyentes como yo, ahora arranca risas y carcajadas. Quizá nadie se ha hecho la pregunta: ¿Qué le pasó?


Es la misma pregunta que Dios le hace a Adán en el huerto. 


Adán tenía todo lo que necesitaba. Tenía por gracia de Dios todo su sustento. Adán solo tenía que recoger los frutos de la bendición de Dios ya que el Amor derramado del Señor sobre su vida lo llenaba todo. El huerto le pertenecía. Era el dueño, Era el señor de ese jardín lleno de aromas, perfumes, joyas y alimento en abundancia. 


Pero un día, el precio de un regalo lo apartó de todo eso. Alguien se le acercó a su esposa a quien convenció que podían hacer lo tanto deseaban. Comer de un árbol del cual Dios había dicho que no comieran. Adán sabía que no era correcto. Que desobedecer a Dios iba a salirle caro en el futuro. Pero el regalo lo encegueció. Le hizo perder la realidad de la instrucción de Dios y pudo más el deleite y el sabor de aquel árbol que los alimentos que Dios le daba sin ningún esfuerzo. Aquel regalo, como decimos en Guatemala, llevaba cola. La cola fue la expulsión del huerto días más adelante. 


Pero antes de entrar el final, hay una pregunta que nos lacera el alma y que hoy el Señor nos inspira para que meditemos en su respuesta.  Porque muchos de nosotros estamos vulnerables ante los regalos que muchas veces nos quieren hacer para ganar nuestra simpatía, nuestro servilismo, nuestra sujeción. La desventaja de Adán fue que él sabía que no debía aceptar el regalo que el tentador les hizo. Nosotros no tenemos tal discernimiento, pero sí tenemos la ayuda del Espíritu Santo para que nos guíe y nos ayude a conocer qué oculta el regalo que alguien mal intencionado nos está haciendo. 


La pregunta del Señor a Adán va para todos nosotros: ¿Donde estás? La pregunta no fue ¿donde has estado? Porque sabemos que donde hemos estado ya ha sido perdonado. El problema es ¿en donde nos encontramos hoy día? ¿Qué estamos haciendo con la unción que el Señor depositó en nosotros en algún momento del pasado? ¿Estamos como siempre, de rodillas implorando misericordia o jugando al golf con nuestros nuevos amigos? 


¿Qué responderemos a esa dolorosa pregunta: ¿Donde estás?

Comentarios

  1. Gloria a Dios, que no somos cuestionados donde estuvimos, sino donde estamos ahorita.

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