LO MEJOR DE LO MEJOR

Génesis 9:20-21 “Entonces Noé comenzó a labrar la tierra, y plantó una viña.  Y bebió el vino y se embriagó…”


Lo mejor de lo mejor. En su época, no había nadie como él. Noé, de quien estamos hablando, dice la Escritura que era “hombre justo, perfecto entre los de su generación. Noé andaba con Dios” Era todo un paradigma para los que vivían en su entorno. Predicaba sin palabras. Solo su testimonio de vida en santidad era suficiente para confrontar a toda aquella generación de gentes perversas, egoístas y pecadoras. Noé era todo un tipazo. 


Pero no era perfecto.


Al igual que todos nosotros. A veces, en el gremio pastoral hay demasiados que se sienten especiales por el ministerio que el Señor les ha regalado o prestado para que lo administren. Se sienten especiales y mejores que los demás porque tienen mega iglesias, tienen recursos suficientes para vivir bien, no tienen necesidad de que la gente les ofrende. Y, además de eso, son líderes que son invitados a las mesas de los ricos y poderosos por su alto perfil personal y profesional. Siempre ponen en sus tarjetas de visita las iniciales “PhD” antes de su nombre de pila como si esas iniciales fueran parte de su apelativo. Pero ni modo, así son las cosas en este lado de la tierra.


Sin embargo, se puede decir que son personas que aman a Dios. Le sirven con ahínco, le ponen fuego a sus mensajes. Se esmeran en trabajar duro para mantener sus iglesias llenas y que cada domingo haya suficientes confesiones de fe para saber que están rebosando el cielo de nuevas almas. Son personas dignas de respeto. Sin ningún sesgo de envidia, hay que quitarse el sombrero ante tales personas. Saben hacer las cosas. A su modo, pero las hacen. 


Noé era algo así. Acaba de bajar del arca en donde estuvo confinado varios días  esperando que Dios terminara el juicio que hizo contra la generación en la que vivía. Cuando vino el agua, todos corrieron donde Noé, pero ya era tarde. Había pasado varios años predicando con su trabajo de construcción del arca diciéndole a la gente que le preguntaba que era aquel armatoste que nunca habían visto. Era el Arca de la Salvación. ¿Salvación?  ¿Salvación de que, Noé? Ah, es que Dios enviará un diluvio y todo aquel que esté fuera será enjuiciado y morirá ahogado. El problema es que nunca había llovido, nadie sabía qué era la lluvia. En su lenguaje hedonista no existía esa expresión que para Noé era el pan de cada día. 


De manera que llegado el momento, Noé obedece a Dios y entra él en el Arca. Por favor, ayúdenme viendo bien el orden que Dios tiene en su lista de personas que forman la familia: entra tú, tus hijos, tu mujer y las mujeres de tus hijos. ¡Qué importante es para Dios que un padre de familia sepa darle a sus hijos el primer ejemplo de lo que es obedecer a Dios!. En todo el capítulo siempre aparece este orden incluso cuando salen. Primero los hijos, después la esposa y luego las nueras.


Otro detalle que tenemos con respecto a preservar la nueva creación  que llenarán el mundo tenemos los sexos: En el capítulo 7 le ordena en Génesis 7:9  “de dos en dos entraron con Noé en el arca, macho y hembra, como Dios había ordenado a Noé” ¿vio lo específico que ordena Dios? Dijo “macho y hembra”, no dijo macho y macho ni hembra y hembra. Así que esa teoría blasfema de que Dios ama al pecador está fuera de todo contexto. 


Sigamos…


Así que lo primero que hace Noé cuando sale del Arca, es un altar al Señor como agradecimiento por haberlo salvado a él y su familia junto a los animales. Salieron con bien de aquella terrible experiencia y gracias Señor. Bendito eres. 


Luego, viene la parte fea de su corazón. Lo contrastante: Siembra un viñedo. No se engañen, no fue una viña. Una viña no da uvas suficientes para hacer vino. Lo que él sembró fue una hilera de viñas para buscar un fin: Hacer vino. Noé no sembró para disfrutar la planta en sí, él quería vino para darse un pequeño gustito personal. Solo que se le fue la mano. Se emborrachó y quedó desnudo y en ridículo en su tienda. El resto lo veremos en otro escrito.


Lo que vemos aquí es que el hombre más santo que podamos conocer, el hombre más amante de Dios y bendecido por Dios, tiene algo en su interior que se llama pecado. Si, Noé era lo mejor de lo mejor en su época, pero no era perfecto. Qué ironía que después de hacer un altar al Señor, después de un precioso mensaje que quebranta el corazón de los hermanos, muchos corremos a sembrar nuestro propio viñedo frente al televisor y gritar obsenidades. Corremos a las redes y nos desnudamos ante los demás y nos ponemos en ridículo. Después de un servicio ungido por el Señor y que todos alaban, en secreto corremos a ridiculizar y ofender a nuestra esposa y nuestros hijos. 


Nada ha cambiado en el ser humano. A menos que Jesús entre en el corazón del hombre habrá algo diferente. Pero solo algo. No todo. Seguimos siendo herederos de Noé. ¿Que dicen mis queridos teólogos? ¿Qué opinan mis queridos súper pastores? 


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