ROMANCE vs AMOR (parte 2)
Romanos 12:9-10 “El amor sea sin fingimiento: aborreciendo lo malo, llegándoos á lo bueno; Amándoos los unos á los otros con caridad fraternal; previniéndoos con honra los unos á los otros…”
Continuando la tónica de mi artículo anterior con respecto al romance y el amor dentro del matrimonio, tenemos que tener en cuenta que la mayoría de cristianos aún no han comprendido la profundidad de este sentimiento que Dios tuvo la bondad de poner dentro de nosotros.
Todos necesitamos amor. El amor es la razón de estar vivos. No voy a entrar en detalles griegos ni semánticos con respecto a las diferentes clases de amor. Me estoy enfocando en el amor matrimonial que, según Pablo, es algo mucho más que besos y abrazos. Es por eso que tenemos que diferenciar el romanticismo del amor. Son dos cosas que, aunque van paralelas, nunca se unen. Es más, una de las dos se va quedando rezagada con relación a la otra y lo lógico es que sea el romanticismo.
Porque el romanticismo es lo que nos despierta a una relación de amor. Todos hemos empezado por allí. El romanticismo nos catapulta hacia el amor y este nos lleva al matrimonio. Cuando una pareja quiere vivir siempre basados en el romanticismo dentro del matrimonio, verá con mucha tristeza como éste va desapareciendo poco a poco cuando el tiempo transcurre. Se acaban las frases románticas, se terminan los besos apasionados, se va apagando el fuego de la pasión y lo que va quedando -si supimos darle el valor verdadero-, es el amor. El amor puro y desinteresado que seguramente tuvimos al principio de nuestra relación.
¿Ya no me besas como antes? No importa, sé que me amas. ¿Ya no me escribes poemas románticos como antes? No importa, sé que me amas. ¿Ya no me tomas entre tus brazos como al principio? No importa, sé que me amas.
Cuando Pablo nos dice en Romanos que el amor debe ser sin fingimiento es algo que muchos no hemos llegado a comprender realmente. He allí la diferencia entre lo romántico y el amor.
Veamos:
El romanticismo no educa. Solo disfruta el momento. Lo elevado. Lo etéreo. El romanticismo no corrige. Para qué incomodar al otro tratando de quitarle esas cosas feas que arruinan muchas veces el momento que estamos viendo. El romanticismo es superficial. “Me gusta cuando callas porque estás como ausente”, escribió el poeta. El romanticismo no exige fidelidad. No pide cuentas. No exige pacto. No espera ni da más allá de lo que se vive en el momento. Así de simple. Si se termina pues nos vemos. Chao. Cada quien con su camino.
El amor es diferente. El amor corrige. No se puede dejar que el otro se vaya al barranco sin que nos importe. El amor exige disciplina, exige fidelidad, pide limpieza no solo de cuerpo pero también del alma. El amor necesita cultivarse, pide detalles, pide cuentas, en donde has estado, con quien has hablado, cuanto tiempo le has dedicado a tus actividades personales. El amor exige sujeción. El amor espera reciprocidad. Yo cocino y tú lavas los trastos. Yo limpio y tú pones el cuidado. El amor, mis amigos, es algo más profundo en una relación matrimonial. El amor quiere saber con quien estás chateando. Para quien es esa selfie que te estás tomando. El amor pide educación. No te irrites por tan pequeñas cosas. El amor cuida al otro, ponte suéter porque “te me vas a resfriar”, no andes descalza en la casa, te vas a enfermar, no comas esto, no comas lo otro…
Es por eso que Pablo nos dice que amemos sin fingimiento. No podemos fingir que amamos si no corregimos al otro. Si no obedecemos lo que nos pide nuestro cónyuge. Si no hacemos los cambios que se nos piden. El amor fingido es aquel que no señala los errores del que decimos amar. El amor fingido es aquel que no me importa lo que el otro haga. Le digo que lo amo o que la amo pero no le ayudo a mejor sus áreas que le pueden afectar su conducta. El amor fingido es aquel que no le dice a su pareja que ese pedazo de lechuga en su diente le hace ver fea.
Está clara la diferencia entre romanticismo y amor: “El amor sea sin fingimiento: aborreciendo lo malo, llegándoos á lo bueno. Amándoos los unos á los otros con caridad fraternal; previniéndoos con honra los unos á los otros…”
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