INSTRUYE AL NIÑO...
Proverbios 22:6 “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”
Los padres evangélicos y cristianos nos hemos equivocado con este Proverbio. Y -con todo respeto-, también los que enseñamos Biblia. Porque resulta que la Iglesia ha equivocado la enseñanza que Dios le dio a su pueblo Israel, pero cuando el Evangelio se difundió a todo el mundo, esa misma enseñanza siguió su curso. Y está bien, pero el Señor en estos tiempos nos ha abierto una ventana para que podamos -con la ayuda del Espíritu Santo-, ver qué hay detrás de ciertas palabras.
Siempre hemos creído que “instruir al niño…” es llevarlo a la Escuela dominical para que los maestros se encarguen de hacerlo. Cantan cancioncitas, hacen dibujos de David y Goliat, aprenden de memoria algunos textos y al salir del aula, los padres los llevan a un restaurante, les dan un celular para que se entretengan mientras ellos dos se pelean, se insultan, comen a disgusto o si mucho, se dedican a comer cada uno de ellos con su propio celular y sus redes, dejando a sus niños dizque “instruidos” que coman como y lo que les guste.
Craso error. Lo lamento, padres, pero no están cumpliendo lo que manda la Escritura. Ustedes no están instruyendo, solo están llenando estómagos pero no corazones.
Porque lo que realmente quiso decir el Espíritu Santo al inspirar la Escritura en Proverbios es: “Instruye al niño EN SU CAMINO (el énfasis es mío), quiere decir “en la forma en que él aprende” Porque sabemos que no hay dos hijos iguales. Cada uno tiene su propio sistema cognoscitivo. Uno aprende viendo, otro aprende escuchando. Uno aprende sin presiones, el otro aprende necesitando más ayuda. Ese es el “camino” del niño.
Por allí anda un artículo que leí que dice que en Islandia, los maestros de párvulos no pueden ser solo maestros. Tienen que tener título de Doctores porque solo a ese nivel están preparados para identificar la forma y el método que tendrán que usar en la enseñanza individual de cada alumno. Eso es “instruir”.
Pero los padres evangélicos no están haciendo eso. Se dedican a repetir lo que ellos aprendieron en su niñez sin conocer realmente el carácter y el nivel de aprendizaje de ninguno de sus hijos. Los masifican dejando en las manos de la escuela Dominical que les enseñen la Palabra de Dios creyendo que porque están allí, “cuando sean viejos no se irán al mundo”. Mentira, mentira y mentira.
Si no lo cree: ¿cuantos hijos de pastores se han desviado yéndose al mundo del pecado cuando ya son adultos? ¿Cuántos hijos de pastores y líderes se han convertido en homosexuales o lesbianas? ¿Cuántos hijos de pastores y líderes evangélicos que han estado en algún grupo de alabanza en su congregación se han vuelto cantantes del mundo? ¿En donde estuvo el error? ¡No fueron instruidos! Solo se les enseñó un atisbo de la Palabra a la manera del maestro, según él fue enseñado por sus líderes y por lógica, esos que fueron niños y se fueron al mundo cuando llegaron a la edad adulta se apartaron de esa Palabra. Nunca les dedicaron el tiempo y el conocimiento adecuados.
Y aquí va el dedo en la llaga: No fueron los profesores los ingratos de la historia. Fueron los padres. Creyeron que dejando a sus tesoros en manos del sistema religioso ya cumplieron su obligación. No mis queridos hermanos. Dios no puede ser burlado. Les toca a ustedes los padres cumplir con la instrucción. Porque se supone que son ustedes quienes mejor los conocen porque viven con ellos. Son ustedes quienes detectan qué forma y manera necesita su hijo para aprender los misterios del Reino de Dios. A ustedes les pedirán cuentas. Ustedes son los avergonzados cuando uno de aquellos niños se ha apartado del Evangelio, no los profesores ni los pastores.
Aquí hay otra llaga: Me gusta presentar a los niños, pero les advierto a los padres: “Escuchen. ¿Les importa que estos niños conozcan a Jesús? Genial, pero presentarlos y llevarlos a la iglesia los domingos no significa instrucción para su vida. La forma en que ustedes vivan y hablen frente a ellos significa mucho más”. Padres: ¿Cómo están viviendo? ¿Están andando con el Señor? ¿Están andando en la luz, como Él está en la luz? ¿Tienen comunión con Él?
Porque eso es lo que están viendo, oyendo y aprendiendo sus hijos. Eso es instruir.
Yo fui soldado. Mis instructores me enseñaron con su ejemplo lo que es ser militar. Me instruyeron en la carrera castrense y aun siendo ya de setentiseis años, no logro dejar ese carácter ni disciplina.
Bendiciones a quienes han entendido este mandamiento.
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