¿Y SI HAY CINCUENTA?
Génesis 18:24 “Tal vez haya cincuenta justos dentro de la ciudad…”
Cuando hice mi Doctorado en Nuevo Testamento, uno de mis profesores me enseñó a leer la Biblia con ojos nuevos. Es un judío español muy letrado en asuntos lingüísticos e históricos con un carisma muy especial y un don para enseñar que me asombraba en cada clase que me daba. El Profesor Jesus Pardo ha dejado una huella muy profunda en mi conocimiento bíblico. Es parte del Grupo Eteacher auspiciado por la Universidad Hebrea de Jerusalem.
Gracias a sus enseñanzas puedo ver algo más allá de lo que está en la tinta. Es lo que se llama una meta lectura escritural. Sin dañar lo que dice la Biblia, ni tratar de forzarla a que diga lo que no dice, se puede ver que sí dice más de lo que vemos.
Ese es el caso del texto del que estoy escribiendo. Porque lo que le pasó a Abraham nos pasa a nosotros hoy en día. Por algo quedaron esas enseñanzas de antaño para darnos cuenta que el ser humano es el mismo tanto del Antiguo Pacto, como del Nuevo y hasta el día de hoy.
Porque al igual que Abraham, nosotros también juzgamos a muchos cristianos según el cristal con que los vemos. Nos dejamos engañar por sus actitudes, por sus formas de conducirse en la Iglesia, el culto y hasta en el púlpito. Basta una pequeña manifestación dizque espiritual para que los etiquetemos de buenos cristianos y, después de hacerles concesiones en los privilegios, nos damos cuenta que nos metimos en un buen problema del cual la veces ha sido difícil salir de él.
¿Que fue lo que vio Abraham en la gente de Sodoma y Gomorra? Según los estudiosos, esas ciudades eran altamente paganas. Adoraban ídolos que aparentemente eran inofensivos. Se adoraban a sí mismos, produciendo un enorme entorno egocéntrico, nihilista y sus tendencias homosexuales eran notorias. Todo en aras de adorar a sus dioses. Pero para Abraham que no conocía a fondo el Carácter Santo del Dios que lo estaba guiando en su nuevo camino, esas personas -pensaba él-, eran adoradores del Dios que le estaba revelando la verdadera naturaleza del hombre.
Para Abraham, todo lo que sonara a música de alabanza y adoración era motivo de alegría porque según él, estaban adorando al Dios del cielo. Lo mismo que le pasó a Moisés y Josué en el caso del becerro de oro le estaba sucediendo a este anciano patriarca.
Recordemos que en Éxodo 32:17-18 se nos cuenta la confusión que hubo en el corazón de los líderes cuando estaban ante la Presencia de Dios recibiendo las tablas de la Ley. Escuchemos lo que dijeron: “Al oír Josué el ruido del pueblo que gritaba, dijo a Moisés: Hay gritos de guerra en el campamento. Pero él respondió: No es ruido de gritos de victoria,
ni es ruido de lamentos de derrota; sino que oigo voces de canto” Si el Señor no les hubiera dicho lo que realmente estaba sucediendo, ambos, Moisés y Josué hubieran seguido creyendo que el pueblo estaba adorando al Señor Dios. Pero no. Era paganismo puro. Estaban adorando un becerro de oro.
Retrocediendo en el tiempo, Abraham también se dejó engañar cuando escuchaba cánticos de adoración. Cuando escuchaba a lo lejos las danzas y las alegrías de aquel pueblo sodomita y perverso pero que para él era oculto lo que realmente estaba sucediendo.
Fue por eso que cuando el Ángel se le apareció y le dijo de parte de Dios que iba a destruirlos, inmediatamente empezó a interceder por ellos. ¿Y si hay cincuenta justos? Porque yo creo, Señor, que no todos son pecadores. Los he oído cantar canciones cristianas. He escuchado sus oraciones a todo pulmón. He notado que hacen sus cultos de adoración sin ninguna vergüenza. Es decir, lo mismo que hoy: Hemos visto como los diáconos se entregan al servicio, Señor. Los varones se consagran a las oraciones sabatinas. Hemos notado al grupo de alabanza como lloran cuando entonan los coros ungidos. ¿Acaso no te has dado cuenta que las parejas se toman de las manos cuando entran en adoración?
¿No has visto a nuestros jóvenes como se consagran en los retiros juveniles, se postran de rodillas y derraman sus corazoncitos delante de ti? ¿No será que hay cuarenta justos? ¿O quizá treinta? Porque no todos son malos Señor. (Claro, estoy parafraseando)
Gloria al Señor que Él no se deja impresionar por lo que nosotros vemos. Igual que en Sodoma y Gomorra, Dios sabía que entre toda aquella gente, solo uno, Lot, merecía ser llamado justo. Aunque sus acciones posteriores nos demuestran lo contrario.
No hermanos, podemos engañar al pastor, a los líderes, a los encargados de alabanza, pero al Dios Verdadero nunca lo podremos engañar. Porque Él no ve lo que ve el hombre. Así de sencillo.
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