¿CAMBIO CLIMÁTICO O CONSECUENCIA DEL PECADO?

Génesis 1:24  “Entonces dijo Dios:.. Y vio Dios que era bueno”


Me gustan los perros.  Especialmente los de la raza Pastor Alemán. Son inteligentes, fieles, hermosos en sus dos tonos, dorado y manto negro. Son buenos amigos y compañeros. Fáciles de educar y muy obedientes a la voz del amo.


Pero tienen en su ADN un punto flaco: Cuando ya rondan los diez o doce años aproximadamente, sus huesos del cuarto trasero se empiezan a atrofiar. La artritis los afecta dolorosamente y les impide caminar con la soltura y elegancia de antes. Empiezan a sufrir los efectos de la edad y duele (por lo menos a mi), verlos arrastrando sus patas traseras porque ya no pueden caminar del dolor. Eso los aísla. Los vuelve malhumorados, dejan de comer y empieza su camino al final de su vida.


Su lenguaje, a través de sus ojos es claro. Pareciera que nos hablan pidiendo clemencia y que les ayudemos con la eutanasia animal para que duerman tranquilos porque ya no soportan el dolor. Gimen, como diciendo: “por tu culpa estoy así. A causa de tu pecado trajiste dolor a mi vida y ahora prefiero morir a seguir viviendo este infierno…”


¿Cómo empezó todo? Permítanme contarles el origen del sufrimiento de toda la especie humana y animal…


Según cuenta Génesis, cuando Dios creó los cielos y la tierra, los hizo incólumes. Perfectos. Santos. Limpios. Incorruptibles. La tierra era un lugar de hermosura y descanso y era una delicia. Por eso se llamaba El Gan (así, sin r) Edén. Significa Belleza. Sus árboles eran perfectos, sus aguas cristalinas y los animales vivían en un lugar de temperatura perfecta…


Pero Adán pecó. Se rebeló contra Dios. Ya no podía vivir en el Huerto del Edén porque lo contaminaría con su pecado. Y Dios tuvo que expulsarlo.


Pero… ¿En donde podría vivir, si la tierra era santa y perfecta? Entonces Dios tuvo que tomar una dolorosa decisión:


Entregar la tierra a “vanidad”, lo que significa que la degradó de su perfección y santidad y provocó que ella sufriera las consecuencias de alojar al hombre que había creado. Tuvo que tomar una dolorosa decisión: o mataba al hombre o le preparaba un lugar donde viviera. Y tomó la decisión de provocar dolor a la tierra la que iba a a dar cardos y espinos en vez de toda la bendición que había diseñado para ella. Para que el hombre pudiera vivir en esa bendita tierra, tenía que perder su pureza y empezar a producir cardos y espinos.


Lo demás es historia… Es por eso que ahora la tierra gime dice Romanos 8:19-20 “Porque el anhelo profundo de la creación es aguardar ansiosamente la revelación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sometida a vanidad” Es decir, la tierra gime porque el hombre sea redimido totalmente para poder volver a ser lo que era antes del pecado. Los árboles, los ríos, los mares, las aves, todos están gimiendo de dolor por causa del hombre que vive en ella contaminando todo lo que toca con su pecado.


¿Por qué nos quejamos entonces por el cambio climático?  ¿Por qué nos sorprenden las inundaciones que están matando tanta gente?  ¿Por qué nos asustan los tornados que están destruyendo casas y hogares? Eso no se arreglará por la mano del hombre. Es por el pecado que el hombre trajo a esta tierra de Dios que él había creado para su deleite.


Es por eso que para nosotros, los hijos de Dios, se nos ordena cuidar la tierra. Cuidar los árboles que sufren por causa nuestra. Cuidar de no tirarle basura en sus calles. No destruir sus flores, no matar el ambiente, no contaminar su atmósfera y agradecerle a Dios que no nos mató sino que sacrificó la tierra para que esperemos la venida del Señor Jesús quien restaurará todas las cosas a su orden original. Lo dice Pedro: “Pero nosotros esperamos cielos nuevos y tierra nueva, donde mora la justicia”


No son solo los gases de efecto invernadero. No es solo el plástico que reciben los mares y mata las especies. No son las maras. No son los niños recién nacidos tirados a los basureros. No es la ONU ni Green Peace las que va a arreglar el problema. El problema se arreglará cuando venga Cristo y el pecado del hombre sea quitado. El pecado de lujuria. Del incesto. De la ambición por más dinero. Por la ambición desmedida de exigirle a la tierra mejores cosechas para llenar las billeteras de los dueños. Por la ambición de matar ballenas para vender su aceite. 


Por muchas cosas más que para qué mencionarlas. La tierra gime. Los animales gimen. Los ancianos gimen. Todo a nuestro alrededor está gritando “Ven, Señor Jesus, ven pronto”

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