EL PROBLEMA DE JUAN

Mateo 11:2-3  “Y al oír Juan en la cárcel de las obras de Cristo, mandó por medio de sus discípulos a decirle: ¿Eres tú el que ha de venir, o esperaremos a otro?”


¿Por qué Juan no comprendió la misión de Jesús, cuando, estando en la cárcel a punto de ser decapitado, envía a sus discípulos a hacerle esa pregunta a Jesús?  ¿Qué causó que este gran hombre entrara en dudas con respecto a su profecía de lo que haría el “varón” que vendría detrás de él y del que no era digno de desatar la correa de su calzado?  ¿Qué tormentas de dudas se cernieron en su mente?


Él había dicho que el “varón” que vendría detrás de él, vendría con un hacha para cortar todo árbol que no diera fruto. Que llevaría en su mano un bieldo para sacudir a Jerusalem y apartar el trigo de la cizaña. Que haría que todos los enemigos que oprimían al pueblo y les quitaban su pan y su vestido serían calcinados con el fuego de su justicia. Había dicho que ese tal Herodes junto con su prohibida mujer iban a ser enviados al fuego que nunca se apaga. Que los sacerdotes y fariseos ladrones que se habían adueñado del Templo y lo habían convertido en un vulgar mercado de animales serían despojados de todo su mal comportamiento y rendirían cuentas a la justicia de Dios próxima a aparecer.


¿Pero qué sucedió? El “varón”  apareció tal como él lo anunció en la Persona de Jesús. Pero no como él lo esperaba. Apareció hablando cosas que él no había anunciado. Apareció diciendo todo lo contrario: Que había que amar a los enemigos. Que había que bendecir al que los maldijera. Que había que andar dos millas si los romanos les pedían una. Que si les daban en una mejilla pusieran la otra. ¿De qué está hablando ese Mesías que él no anunció? ¿Donde estaba el hacha, el fuego, el juicio, el infierno, el gusano que nunca se acaba y el fuego que nunca se apaga? ¿En donde estaba el bieldo para apartar el trigo de la cizaña? ¡Algo anda mal! Mejor le envía a preguntar si era él o esperaban a otro. 


Y es que Jesús no vino a cumplir una agenda humana. Él vino a cumplir lo que el Padre le ordenó: A poner orden en aquel caos social, político y religioso que imperaban en aquel momento. Jesús no está alentando la pasividad con sus palabras. No conduce a la indiferencia ni a la rendición cobarde ante la injusticia.  Invita más bien a ser dueños de la situación tomando la iniciativa y realizando un gesto positivo de amistad y de gracia que puede desconectar al adversario.


Al parecer, el golpe en la mejilla derecha era una práctica bastante común para humillar a los subordinados.  Los amos golpeaban impunemente a sus esclavos, los terratenientes a sus siervos, los esposos a su mujeres. ¿Quien podía protestar? Lo  normal era aceptar la humillación y someterse con resignación a los abusos de los más poderosos.  Jesus piensa de manera diferente. ¿No es posible reaccionar de forma inesperada? Cuando alguien te abofetee en la mejilla derecha, no pierdas la dignidad ante tu agresor, mírale a los ojos, quítale su poder de humillarte, ofrécele la otra mejilla, hazle ver que su agresión no ha tenido efecto alguno sobre ti, sigues siendo tan humano o más que él.


Si alguien te quiere arrebatar la túnica interior con la que cubres tu cuerpo, despréndete también del manto que llevas encima y entrégaselo.  Preséntate así ante todos, desnudo pero con dignidad.  Que el ladrón quede en ridículo y todos puedan ver hasta dónde llega su ambición.


Cuando algún soldado romano te obligue a transportar una carga a lo largo de una milla, ¿por qué no te muestras dispuesto a continuar otra milla más?  Los dejarás desconcertados, porque, según la ley romana, está prohibido forzar a nadie más allá de una milla.  No será gran victoria contra Roma, pero mostrarás tu dignidad y tu rechazo a su injusta opresión.

Eso fue lo que no entendió Juan. Ni nosotros. Todavía, como muchos en Israel, reclamamos el ojo por ojo y diente por diente. Jesús dijo ¡No!.  Ustedes, los que son hijos de Dios no pueden actuar así. Ustedes tienen que mostrar en mansedumbre el verdadero carácter de una persona gobernada por el Espíritu Santo que mi Padre envía a todos aquellos que le buscan y le aman.


Con razón dijo Pablo: “¿Osa alguno de ustedes, cristianos, llevar a su hermano ante los jueces de la tierra para arreglar algún asunto? Soporten mejor el ser despojados pero vivan el verdadero mensaje de Jesucristo”  No es fácil, lo sé, pero tampoco imposible. Todo con tal de imitar a mi verdadero Maestro. No el que me da clases semanales sobre Nuevo Testamento, sino el Verdadero Maestro de mi vida que es Jesús.  Jesús sí era el que había anunciado Juan. No hay porqué esperar a “otro”.  Nos seguimos viendo amigos.

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