DESDE OTRO ÁNGULO
Juan 5:14 “Después de esto Jesús lo halló* en el templo y le dijo: Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te suceda algo peor…”
Conozco varios casos en que personas que padecen alguna afección ya sea respiratoria o por quebrantamiento de salud en los huesos, manchas en la piel o estadios de neurosis nerviosa, todo se debe a algún suceso traumático en su niñez o en sus primeros años de vida.
Todos sabemos que muchos de nosotros sufrimos traumas incluso desde el vientre de nuestra madre. Sea rechazos, palabras que dañaron nuestra auto estima siendo aún niños, palabras ofensivas y denigrantes fueron almacenadas en nuestros cerebros y llegado el momento, estos recuerdos salen a la luz a través de manifestaciones físicas en nuestros cuerpos.
Vamos al Doctor y la medicina tradicional no logra hacer nada a favor nuestro. Las dolencias están allí, son visibles pero difíciles de detectar en su origen, hasta que buscamos la ayuda de la Palabra de Dios a través de algún pastor o alguien que conoce estos síntomas dentro de la Iglesia. No es asunto de una pequeña oración y se arregló el asunto. No. Existe todo un proceso de seguimiento, aprendizaje, descubrimiento de las causas y sobre todo, de perdonar, perdonar y perdonar a aquellos que nos dañaron psicológicamente durante nuestro crecimiento infantil.
Vamos a examinar qué pudo dañar al hombre del estanque junto al Templo en los tiempos en que Jesus andaba sobre la tierra de Israel. ¿Que pasó en la juventud o durante el crecimiento de este hombre para que la parálisis haya hecho mella en su cuerpo dejándolo postrado en su camilla durante 38 años?
El caso del paralítico que nos ocupa, tras la curación física aquel hombre vuelve al templo y parece haberse olvidado totalmente de Jesus, sin que su experiencia de curación le haya llevado a una vida ni de fe ni de testimonio. Mas bien parece que el paralítico se ha reintegrado al judaísmo del templo. El mismo templo que no había hecho nada por su salud.
Es por eso que el segundo encuentro con Jesus, es la ocasión para la exhortación previniéndole de que, si su curación no culmina en la fe en Jesus y en una relación personal con él, puede acabar sirviéndole para su propio daño. “Mira que te has curado. No peques más no sea que te ocurra algo peor” le dijo el Maestro.
¿A que pecado puede referirse el texto? Algunos exegetas hablan de que la enfermedad del paralítico era psicosomática: un rechazo a la vida, una desesperación, lo cual explicaría su pasividad y su tendencia a descargar en otros su responsabilidad. Desde niño fue mal enseñado a no aceptar sus errores sino todo lo contrario: todos tenían alguna culpa de lo que le sucedía pero él era libre de todo.
Efectivamente, cuando leemos su historia, la invalidez de ese hombre, torpe, desmañado, que se encuentra solo y aislado de los otros, que no sabe valerse por sí mismo, que ni siquiera es capaz de reconocer a Jesus, ni se interesa por su persona después de su curación. Es tan irresponsable que ni siquiera se da cuenta de que fue Jesus quien lo sanó. El tiempo se ha estancado para él como se han estancado esas aguas que no tienen poder para dar vida.
Este hombre necesita dos niveles de sanidad. La sanidad física y la sanidad espiritual. Quizá sin darse cuenta, tal vez por su costumbre judía, volvió al templo, al judaísmo convencional, para seguir su vida religiosa antigua como si nada hubiese pasado. Es en este momento cuando Jesus salió de nuevo a su encuentro, para hacerle comprender que, si continuaba viviendo su religiosidad al margen de él, podía de nuevo volver a una situación de postración profunda aún más desesperada. El pecado frente al que se previene al paralítico es, como siempre, el único pecado: el de no creer en Jesus.
Hasta que el hombre sanado “fue y anunció” a los judios que era Jesus quien lo había curado recibe la sanidad interior que lo había tenido postrado tantos años. Ahora, con el valor que da la fe en Jesus, cuando los fariseos del templo le cuestionan por qué anda llevando su camilla, el sanado les responde: El que me ha curado me ha dicho: “Toma tu camilla y anda”. Se justifica diciendo que está cumpliendo las órdenes del que le ha curado. A partir de ahora, la única ley, los únicos preceptos que voy a cumplir son los del hombre que me ha curado. Ustedes no se tomaron el más mínimo interés por mí durante estos 38 años. Solo les importa su casuística, sus preceptos y liturgias. Pero eso se acabó. Hoy seguiré a Jesus, no a los recuerdos de mi niñez ni de mi juventud. Mucho menos de la religión que tanto daño me ha hecho.
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