¿POR QUÉ LO HACE?
Génesis 39:2-4 “Y el SEÑOR estaba con José, que llegó a ser un hombre próspero, y estaba en la casa de su amo el egipcio. Y vio su amo que el SEÑOR estaba con él y que el SEÑOR hacía prosperar en su mano todo lo que él hacía. Así encontró José gracia ante sus ojos y llegó a ser su siervo personal, y lo hizo mayordomo sobre su casa y entregó en su mano todo lo que poseía”
Una persona a quien quiero mucho y que conozco desde hace un buen tiempo se me acercó hace poco para decirme que había abandonado el trabajo que tenía porque “era muy cansado”. En ese trabajo tenía muchas bendiciones, por ejemplo, le daban un vehículo para que se movilizara de su casa a su trabajo sin cobrarle nada, cuando salía de viaje al interior del país, le daban para sus gastos de alimentación. Sus patrones le trataban con dignidad y mucho aprecio porque ese muchacho es muy cortés, humilde y educado. Pero haragán.
Desde que lo conocí, este hombre se quejaba siempre de sus trabajos. Siempre andaba en busca del paraíso laboral -según él-, en donde no le exigieran mucho sudor, en donde le pagaran bien y no le pidieran tiempo extra.
Lo tomé bajo mi tutela y empecé a enseñarle que un trabajo es algo no solo difícil de encontrar hoy en día, pero también que a través del trabajo se glorifica al Señor. Es una buena oportunidad para mostrar el carácter de Cristo a aquellos que no lo conocen, aparte de ganarse el sustento como Dios manda, a través del trabajo.
Nada de eso penetró en su corazón. Siempre anduvo en busca de El Dorado para no tener que sudar demasiado. Su familia lo ha hecho a un lado por su negligencia en llevar el pan de su mesa, sus hijos le han faltado el respeto como padre y tristemente, están siguiendo sus mismos pasos. Este hombre, que canta himnos, que ora en la congregación, que desea servir al Señor y que trata de ser amable con todo el mundo, es un hombre que no tiene la verdadera identidad sobre a quien se le sirve en el trabajo que desarrollamos. Ha fracasado una y otra vez durante varios años. Claudiqué en mi deseo de ayudarlo a encontrar su identidad en Cristo. Ya no pude con él. No pude ayudarle a vencer sus traumas y conflictos no resueltos.
José tenía todas las razones para estar amargado durante el resto de su vida. Lo que le hicieron sus hermanos tenía que haber dañado muchísimo el corazón de este joven. Sin embargo, a pesar de todas la emociones negativas que querían invadir su alma y ocupar su mente, él no pensó demasiado en su propia situación penosa y empezó a servir a los demás. Y no solo servir, sino lo hacía con ganas, con gozo y con una fidelidad total.
José pudo recibir la ayuda del cielo para superar la crisis profunda en su alma y empezar a ser una bendición para los que le rodeaban. Él tenía a Dios delante de sus ojos siempre y esto le hizo prosperar. José trabajaba como para el Señor.
Lo importante no es lo que usted hace, sino por qué lo hace y de que manera lo está haciendo. José era un esclavo, sin derecho de decidir sobre su vida. Estaba obligado a hacer lo que su dueño le mandaba. En esa situación tuvo que elegir entre dos formas de servir: por obligación o por deseo propio.
Si uno sirve por obligación, nunca podrá hacerlo con alegría, especialmente si no recibe ningún beneficio económico propio por ello, lo cual es el caso de un esclavo. Pero si uno sirve por propia voluntad y con un corazón de amor y con alegría, recibirá una recompensa desde el cielo. La presencia del Señor estará con la persona que sirve de esa manera y esto producirá bendición a su alrededor. De esta manera, el Espíritu Santo que estaba operando en Jose, podía ejercer una influencia notable en la casa de Potifar.
El resultado de la actitud de Jose fue impresionante. Por la fidelidad y la alegría en el trabajo de esclavo, Jose ganó la confianza total de su dueño, el cual le dejó todo en sus manos.
El que es fiel en lo poco será exaltado para recibir más y más.
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