LO QUE NO DEBE HACERSE

 


Génesis 34:7  “Y aquellos hombres se entristecieron y se irritaron en gran manera porque Siquem había cometido una infamia en Israel acostándose con la hija de Jacob, pues tal cosa no debe hacerse”


¿Que es lo que hoy no debe hacerse entre el pueblo de Dios?  Lo mismo que no debió hacerse en el pasado en el pueblo de Israel. 


Ya vimos en un escrito anterior que Dina salió a visitar a las “hijas de la tierra” y después de una relación -no sabemos de cuanto tiempo-, Siquem se enamoró de ella y “se acostó” con ella  y la violó.


Bueno, aquí está lo que no debió hacerse: No era pecado que un hombre se enamorara de una mujer. Es lo más normal y aceptable. -Por supuesto, vamos a dejar de lado las costumbres culturales y sociales que también tienen mucho que ver-, pero lo que vamos a examinar aquí es lo que no debió hacerse en aquella época, y por extensión, lo que no debe hacerse hoy en día.  Pero sucede, mis hermanos, vergonzosamente sucede. 


Vamos por partes: Siquem se enamora de Dina y de seguro ella de él. El problema, insisto no es el enamoramiento. Que bueno que a un joven le guste una señorita y viceversa. Lo que no fue correcto es que Siquem “se acostó” con ella sin casarse. Vamos a ver la diferencia entre “acostarse” y “conoció”. 


Cuando la Biblia habla de “acostarse” nos está indicando una relación de fornicación. No importa cuantos años la pareja viva junta, cuantos hijos tengan ni si son adultos o no. Sencillamente, si están viviendo juntos sin casarse legalmente, están en pecado. Los fornicarios -dice Pablo-, no heredarán el Reino de Dios.


 Por ejemplo, Genesis 39:7 “Sucedió después de estas cosas que la mujer de su amo miró a José con deseo y le dijo: Acuéstate conmigo” y en  39:10 dice “Y ella insistía a José día tras día, pero él no accedió a acostarse con ella o a estar con ella” José respetó las leyes sociales y morales del matrimonio. La mujer de Potifar era casada. Por lo tanto, José no aceptó violar el pacto matrimonial de su jefe con su coqueta esposa. Rehusó caer en fornicación con una mujer ajena. 


Y la otra definición de la Biblia es “conocer”. En Génesis 4:1 vemos: “Y el hombre conoció a Eva, su mujer, y ella concibió y dio a luz..” Y luego en el verso 25: “Y conoció Adán otra vez a su mujer; y ella dio a luz…” 


Acostarse y conocer, mis amigos, son dos cosas diferentes. ¿En donde está la diferencia? Dios prohíbe tener relaciones sexuales fuera de un pacto matrimonial.  Esta norma no es solamente para Israel, sino para todos los hijos de Dios, puesto que está escrito que el hombre dejará a su padre y su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. El que no ha anunciado que ahora dejará su padre y su madre en un acto público, no puede ser una sola carne con una mujer.  El que no se ha unido a una mujer en un acto público de matrimonio establecido por las normas de las autoridades del país, no tiene el derecho de tener relaciones sexuales con ella. El que no ha adquirido una mujer de la cual se puede decir que es “su mujer” mediante las normas establecidas para el matrimonio, no puede unirse físicamente, ni vivir junto con ella. 


Es un abuso a las reglas de Dios que un hombre y una mujer vivan juntos sin haber hecho públicamente una declaración de que dejarán padre y madre. Porque: ¿Que autoridad los declaró marido y mujer legalmente? 


Esto fue lo que no debió hacerse en Israel en el caso de Dina y Siquem. Tanto Siquem como Dina se quedaron viviendo juntos sin casarse. Génesis 34:26 “Y mataron a Hamor y a su hijo Siquem a filo de espada, y tomaron a Dina de la casa de Siquem, y salieron”  ¿Vemos entonces lo que Simón y Levi estaban arreglando? Siquem y Dina habían cometido pecado de fornicación y eso no era correcto moral, ética ni socialmente. Y, para más inri, la biblia nos declara algo más feo: Génesis 34:31 “Pero ellos dijeron: ¿Había de tratar él a nuestra hermana como a una ramera?”


Hoy, en la Iglesia del Señor, aún hay ese resabio de Siquem y Dina cuando sabemos que muchas parejas viven en concubinato, sin casarse sin cumplir las ordenanzas del Señor que ha santificado el matrimonio con sus leyes. Es una gran ignorancia que muchos evangélicos se niegan a cumplir con lo que el Señor ha dicho: Esto no debe hacerse entre los hijos de Dios. 

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