TODO POR IGNORANCIA

 Mateo 5:13  “Vosotros sois la sal de la tierra…”


Lo lamento, mis amigos lectores, pero no hemos entendido nada de lo que Jesus nos enseña en su Palabra.  El compromiso de nuestra vida para mostrar realmente sus virtudes está muy lejos de ser lo que él quiso que fuera.


Y todo por ignorancia. 


Podemos ser doctos en muchas cosas. Nuestros jóvenes cursan estudios superiores en las Universidades del país e incluso, se van a otras de mayor prestigio fuera de nuestras fronteras con tal de regresar a enriquecer nuestra economía y nuestra sociedad.  Los jóvenes cristianos o evangélicos de hoy tienen a su alcance muchas oportunidades de prosperar financiera y socialmente.


Pero siguen siendo ignorantes. 


Y, claro, es porque nosotros los pastores no les hemos enseñado lo que Jesus enseñó. Les hemos inculcado nuestras propias ideas sobre el Evangelio de tal manera que en este siglo ya ellos no reciben la enseñanza del Evangelio de Cristo según Mateo, Marcos, Lucas o Juan. No es así. Ahora reciben el evangelio según el pastor que esté de moda. Según la última tendencia. Si hay que usar corbata o no. Si imitamos a los ejecutivos de Apple, si copiamos el estilo de Suckerber o a saber de quien que sea el más influyente. Si usamos zapatos de vestir como los caballeros de antes o tenis de colores y, como decían en mi pueblo, blue jeans azules. 


Porque -disculpen si los insulto, amigos-, los líderes de hoy ya no son ejemplo de vida como ordena Pablo en una de sus cartas. Ahora es más fácil y elegante presentarnos como hombres y mujeres corrientes, anodinos, sin ninguna diferencia entre la luz y las tinieblas y sin ninguna influencia en la sociedad donde nos ha tocado vivir.  Al contrario: la sociedad nos ha masificado tanto que un pastor o líder de alguna iglesia ya no se distingue de sus vecinos mundanos e incrédulos en la fe en Jesus.  Y, tristemente, porque no queremos obedecer o nos avergonzamos de ser lo que el Señor Jesus dijo que somos. SAL. Y, no olvidemos que así como el sacerdote, también el pueblo. No se trata de nosotros, se trata de ellos. Pero no ha sido así y no sé cuándo va a cambiar todo esto que confunde al mismo mundo.


Todo por la ignorancia.


Cuando Jesus dijo que nosotros somos la sal de la tierra, lo que en realidad estaba diciendo es: “ustedes son la fidelidad y la fe de Dios en la tierra, ustedes son el ejemplo de lo que los demás desearán ser cuando los vean. Ustedes son los que marcan el paso a los demás. Ustedes son la sal de la tierra”.


Bueno, pero, ¿qué es la sal para que sea tan importante como para que Jesus nos haga un símil de este mineral? 


La sal, mis amigos, no se mezcla. Si usted pone un poco de sal en un café con azúcar, la sal mantendrá su sabor.  La sal anula lo insípido. La sal le pone sabor a los alimentos. Un grano de sal, cuando se echa en la olla, para darle sabor al resto de la comida, se une a otros granos para alcanzar su máximo nivel de sabor que la cocinera desea. La sal es utilizada en los países donde cae nieve y se riega en las aceras para evitar que la gente se caiga. Es decir, la sal ayuda a que los demás caminen con seguridad. La sal es protectora.


La sal, lo mismo que puede estar en la mesa de los reyes y magnates y poderosos de esta tierra, puede estar en el foso de los leones como Daniel, que a quien se le fue el sueño fue al rey que lo condenó y no a Daniel. O en el horno de fuego como sus amigos, o en el cadalso como Juan. O en la cárcel como José. 


La sal, aunque pasen los años y se mantenga en su lugar apropiado, nunca pierde su sabor a menos que ella lo permita. Y cuando la sal ya no tiene su sabor propio ya no sirve para nada.

Ahora podemos ver que la Iglesia ha perdido su oportunidad de ser la sal del mundo.  


Cuando el mundo ve a un líder evangélico usando una camiseta con el nombre de un futbolista de moda y no el suyo propio.  Cuando un líder que para estar a la moda se hace tatuajes,  cuando la sociedad ve a una evangélica con pantalones rotos, mostrando sus piernas y dejando ver sus partes íntimas.  Cuando los jóvenes se hacen cortes de cabello como los afeminados y homosexuales de la farándula, ya no la invitan a estar en la mesa de los ricos y poderosos porque ya no tiene sabor.  Ya no la utilizan para evitar que la gente caiga en desgracias porque no es confiable. Ya nadie le cree a los cristianos que realmente son hijos de Dios porque no se diferencian en nada con los del mundo.  Porque ya no somos sal. 


Todo por ignorancia. Porque no hemos aceptado ni obedecido lo que Jesus nos dijo que somos: La sal de la tierra. ¡Qué lástima…!

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