¿POR QUÉ SE FUERON?
Juan 8:6-8 “Pero Jesús se inclinó y con el dedo escribía en la tierra. Pero como insistían en preguntarle, Jesús se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado, sea el primero en tirarle una piedra. E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra”
El día está amaneciendo, los primeros rayos de sol están saliendo por el oriente y solo se escucha el leve trinar de los pájaros que están despertando del letargo de su larga noche en los dinteles de las ventanas del Templo. El ambiente está cargado. Se respira algo como plomizo por todo lo que está sucediendo en el patio del Templo. Todos guardan silencio ante el duelo que se está llevando a cabo entre dos fuerzas invisibles: El mal contra el Bien. La ingratitud contra la Bondad. La Ley contra la Gracia.
Los fariseos han puesto a Jesus entre la espada y la pared con sus juicios legalistas. Han traído a una mujer encontrada en adulterio. Han madrugado para llevar a cabo sus ingratos planes de avergonzar y acorralar al Mesías de Israel aunque ellos no lo consideren como tal.
Si dicta sentencia según la Ley de Moisés, que muera apedreada, se tendrá que enfrentar al Imperio Romano porque no le era permitido a ningún judío hacerlo. Si dice que no la toquen estará negando la efectividad de la Ley mosaica, por lo tanto sus credenciales mesiánicas perderán valor y respaldo. Jesus les hace creer que por el momento, ellos tienen el sartén por el mango. Estaban equivocados. Como muchos de nosotros que creemos que nos podremos burlar de sus mandamientos y lo único que logramos es esconder nuestra vergüenza y humillarnos ante Él que es realmente sabio y conocedor de nuestros corazones.
Eso sucedió aquella famosa mañana en la que los fariseos, celosos de cuidar la moral del pueblo y dar un ejemplo de legalidad, querían probar a Jesus. Probar de qué lado estaba. Si era de ellos o era contra ellos. Pero Jesus los sorprende a todos, incluso a nosotros cuando, en vez de ver a la mujer que está semidesnuda frente a él y que en lugar de levantar sus ojos para no ensuciar con lascivia sus pensamientos, se pone a escribir en la tierra. ¿Era momento de escribir en el polvo? ¿Acaso no se da cuenta de la tensión que hay en esos momentos entre todos los presentes? Los fariseos, sacerdotes, escribas e incluso la chusma que nunca faltaba en esos casos están pendientes de lo que Jesus ha de dictaminar. Están listos para acusarlo ante el Emperador si falla a favor de la pena de muerte. Están listos para gritar a viva voz que no puede ser un Maestro de Israel si niega la Ley de Moisés. Para ellos, Jesus no tiene escapatoria.
Pero estaban equivocados. Jesus los tomó por sorpresa. Porque según la Escritura que nos enseña estos misterios, Jesus escribió en el polvo una cita de Ezequiel que dice:
Ezequiel 18:10-13 “Pero si engendra un hijo violento que derrama sangre y que… amancilla a la mujer de su prójimo… ¿vivirá? ¡No vivirá! Ha cometido todas estas abominaciones, ciertamente morirá; su sangre será sobre él” Aquí entra la imaginación y la respuesta que ellos no esperaban: Cuando vieron lo que Jesus escribió en la tierra, y que no era desconocido para ellos, sintieron todo el peso de sus conciencias y empezaron a temblar de terror. De ellos había escrito el profeta de la antigüedad y fue en esos momentos que Jesus los confronta con sus conductas deleznables.
Empezando por los más viejos, seguidos por los jóvenes abandonaron la escena avergonzados y humillados ante la Sabiduría de Jesus que ellos ignoraban que era el mismo Dios de ese ingrato pueblo. Todo porque él mismo había inspirado al profeta años antes para dar respuesta a su egoísmo y maldad farisaica.
(Según la RAE:
mancillar
verbo transitivo
1 Causar perjuicio en la honra o el honor de una persona, familia o linaje, manchar.
2 Ensuciar una cosa dejando una señal o una marca. manchar.)
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