VIVIENDO EN DOS MUNDOS

Juan 14:27 “La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como el mundo la da”


Cada uno de nosotros vivimos en dos universos. Son los universos paralelos que la sociedad nos ha impuesto para hacer creer a todos que todo está bien.  Hemos aprendido a maquillarnos y disfrazarnos de una paz que está muy lejos de ser realidad.


Asistimos a la iglesia de cuando en cuando para adormecer nuestros sentidos haciéndonos creer que somos espirituales y seguidores de Jesus y su Palabra.  Pero eso no es cierto. Estamos fingiendo lo que en realidad no existe.


Cada uno de nosotros hemos sido enseñados en la hipocresía de ver la apariencia de las personas porque nosotros mismos aparentamos ser lo que no somos. Hemos aprendido a valorar a las personas por como se visten, como caminan, como gastan su dinero y como falsamente viven en la sociedad.  Usted los ve conduciendo el carro que conducen, la ropa que visten y hasta los modales despreocupados que muestran públicamente. 


Usted los ve utilizando sus tarjetas de crédito negras en los restaurantes de la ciudad, sin embargo detrás de esa fachada hay un alma quebrada, un alma adolorida por las verdades escondidas dentro de ellos.  Están bien vestidos, bien peinados, bien arreglados pero caminan por la vida llevando por dentro el alma rota en pedazos.  Ante la mirada de sus compañeros sociales todo aparenta estar bien, pero en realidad, en su mundo interior hay dolor, soledad e impotencia para vivir felices.  Por fuera, sí, ante la mirada de sus amigos y compañeros de trabajo, ante sus socios comerciales todo aparenta estar bien, pero en su mundo interior todo está parapléjico, está enfermo y paralizado porque saben en realidad que todo es pura ficción, es maquillaje social porque al llegar a sus habitaciones y quitarse esa máscara, vuelven a ser los solitarios, heridos y lastimados de siempre. Las esposas de ellos lo saben bien. 


En sus fiestas hay tragos, pláticas alegres, chistes y toda clase de parafernalia social, pero en su mundo interior es otra cosa: tormentas, miedos, sofocaciones, estrés, conflictos no resueltos, conductas con tendencia al suicidio, adicciones a la pornografía, al sadomasoquismo, pedofilia, zoofilia y al uso de estupefacientes.  En su mundo interior existen sobresaltos y depresiones. Y de esto ni los pastores se escapan porque su teología les ha enseñado que “los trapos sucios” se lavan en casa, fingiendo que toda su ropa está limpia ante los demás. Y si, lavan sus trapos sucios en casa pero a gritos, insultos y golpes.


Por fuera parece que hay calma y bonanza pero por dentro hay ansiedad y miedo a contraer una enfermedad terminal, miedo a perder el trabajo, miedo a perder el ministerio, miedo perder su dinero, a perder el amor de su familia, sed de venganza, ira reprimida, infidelidad y un dolor inmenso en el corazón, porque su alma está enferma, su alma requiere sanidad, requiere corrección, porque ninguna de estas cosas viene por gusto, hay una causa, un ecosistema interior que ha venido provocando todo este caos en el interior de su vida emocional y espiritual por las miasmas del pasado que han contaminado su vida.


Es por eso que la Palabra de Dios nos enseña que debemos buscar la verdadera causa de nuestros problemas, no los síntomas, sino la raíz, porque hasta que no encontremos la auténtica fuente de donde vienen todas esas inadecuaciones y tormentas internas, no podremos obtener el remedio apropiado.  No, no se trata de aceptar así porque si, que muchos dicen que son mujeres pero viviendo en un cuerpo de varón. O viceversa. Eso es hechicería, engaño y falsedad del alma que ha sido herida y quebrada en mil pedazos desde la niñez o incluso antes de nacer.  Tenemos que buscar la raíz y no solo maquillar el presente. 



Eso se llama nacer de nuevo. 


Esas personas que usted ve en la iglesia o en su lugar de trabajo, o caminando en las calles, o conduciendo un vehículo de alta gama, vistiendo ropas de lujo y teléfonos inteligentes, no necesitan ir a un siquiatra, no, lo que necesitan es un verdadero nuevo nacimiento. Y eso solamente lo provee la muerte y resurrección de Jesus.


Porque en su muerte nosotros tenemos vida y vida abundante. Eso fue lo que él ofreció. Eso vino a darnos. No es coincidencia que él haya venido a traernos su paz porque la paz que el mundo ofrece es ficticia, es espuria por la sencilla razón que el mundo no puede darnos lo que no tiene. Y el mundo no tiene paz. Lo que tiene para hacernos sentir bien son las drogas, los placebos que nos engañan en la forma de vicios y desviaciones que más nos hunden en la miseria de la porqueriza en donde los cerdos son felices. Y nosotros no somos cerdos, con las disculpas de esos animales.  Es increíble la cantidad de cristianos que son retratados en este escrito por la sola razón que no han nacido de nuevo, nacido a una vida de abundancia espiritual y material, si, en ese orden. Eso fue lo que aprendió aquella noche Nicodemo. 


Ya basta de maquillarnos, amigos, pastores y cristianos en general. Empecemos a ser transformados a la Imagen y Semejanza de Aquel que nos creó para su Gloria.

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