¿QUE HACE UN REY ARANDO..?


1 Samuel 10:1 “Tomó entonces Samuel la redoma de aceite, la derramó sobre la cabeza de Saúl, lo besó y le dijo: ¿No te ha ungido el SEÑOR por príncipe sobre su heredad?”


1 Samuel 10:22 “Volvieron, pues, a inquirir del SEÑOR: ¿Ha llegado ya el hombre aquí? Y el SEÑOR respondió: «He aquí, está escondido junto al bagaje»”


1 Samuel 10:26 “También Saúl se fue a su casa en Guibeá, y con él fueron los valientes cuyos corazones Dios había tocado”


1 Samuel 11:5 “Y sucedió que Saúl regresaba del campo detrás de los bueyes…”


“Cosas veredes, Sancho…” Aunque don Quijote nunca mencionó esta frase, por años se ha enseñado que fue él quien la dijo. Bueno, quien la haya dicho no es tan importante, pero es una buena frase para empezar mi escrito de este día.


Muchos cristianos o evangélicos que están sentados en las sillas de las iglesias de nuestro país no saben aún a quien le han rendido sus vidas. Por supuesto, hablo de aquellos que la han rendido conscientemente, a sabiendas que en el momento en que declararon a Jesus como su Señor fueron cambiados de naturaleza.  No hay ningún pastor que le guste ganar almas que no diga las consabidas palabras: Ahora es usted una nueva criatura, por lo tanto, ahora es nuestro hermano. Antes no sé que eran pero ahora son familiares. Interesante, ¿verdad?


Bueno, retomando el curso de mis pensamientos, me he dado cuenta que una buena parte de los hermanos que se sientan junto a nosotros no saben a donde pertenecen ni a qué han sido cambiados o transformados. Por lo tanto, andan buscando entre los muertos al que vive. Andan en busca de bienes materiales, trabajando duro, de sol a sol sin esperar que el nuevo Señor de sus vidas se haga cargo de sus necesidades.  Si no trabajo no como, amigo mio, es lo que repiten una y otra vez.  O no les enseñaron o no creyeron cuando se les dijo: “Y Yo les daré descanso, dice el Señor”.  No, no es tiempo de descansar, es tiempo de trabajar, de hacer dinero, de comprar más carros y una mejor casa, mejor ropa y mejor comida. Cuando sea viejo entonces descansaré. 


Y muchos han abandonado esta vida sin haber disfrutado nunca los frutos de su trabajo y el sudor nunca se secó de sus frentes, dejando las cosas materiales a sus herederos que nunca apreciaron lo que sus padres hicieron con lo que malgastan. Bueno, esos son los avatares de la vida y lo que más duele, de la vida cristiana también.


En Saúl tenemos el prototipo de esa clase de gentes.  Gentes que no tienen identidad, que no comprenden el inmenso valor que tiene el haber sido escogidos por Dios para convertirnos en reyes y sacerdotes para Él. Saúl es el ejemplo clásico de los cristianos que todavía andan en busca de sus deseos mundanos por miedo a abandonarse en los Brazos de su Señor o porque no les ha entrado en su corazón la fe y la confianza en que si Dios los llamó y los ungió para ser sus representantes ante el mundo, ya no tienen nada que ver con los negocios de la tierra.


Veamos con lupa los detalles que me llevaron a sacar estas conclusiones:


En el capítulo 10, verso 1, Samuel unge a Saúl como príncipe del pueblo de Israel. Saúl ignora el rol que debe desempeñar hasta este momento, pero como es un miedoso de primera mano, no tiene la suficiente fe como para comportarse como se le exige a la gente de la realeza. Y es aquí en donde la similitud con los cristianos empieza a aflorar. Muchos se siguen comportando como simples plebeyos, sin darse cuenta que han sido elevados a un nivel de realeza, de sacerdotes y príncipes del Señor. Sigamos…


En el vv. 22 los buscan y no lo encuentran. ¿En donde está el ungido? Preguntan al Señor. Y ya leemos donde estaba el “príncipe de Dios”. Estaba escondido.


Después de la ceremonia de nombramiento, en el vv. 26 todos se fueron a sus casas… irónicamente, Saúl, en vez de irse a un palacio que es donde viven los reyes, se va también a su casa. ¿A que? Ahora lo veremos:


En el 11:5, una calamidad se ha desatado entre el pueblo a quien Saúl debe dirigir y defender. ¿En donde estaba otra vez? Arando con sus bueyes. ¿Qué esta haciendo un rey de un pueblo del Señor arando el campo en lugar de estar gobernando y peleando las batallas propias de su rango? ¿Que está haciendo un príncipe del Señor viendo pornografía? ¿O gritando ante la pantalla de su televisor que maten al árbitro? ¿O jugando billar con sus amigos las noches de sábado? 


Ahí se los dejo entonces. ¿Que está haciendo usted en el lugar equivocado, en el momento equivocado, con las personas equivocadas? Usted ya no pertenece a ese mundo.


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