¿POR QUÉ UN SAMARITANO?

Lucas 10:33 “Pero cierto samaritano, que iba de viaje…”

El judaísmo de Jesus nos sorprende a cada paso que nos muestra como es el caminar con él. Por supuesto que sus discípulos que le acompañaban no entendían su actuación ni sus palabras en el contexto judío de su tiempo. Nosotros tampoco lo entendemos. Y es que para comprender las enseñanzas de nuestro Maestro, debemos hacer un esfuerzo personal e íntimo para poder comprender lo que nos dejó como ejemplos de conducta.


Para empezar, debemos comprender que Jesus no vino a abrogar la Ley de su Padre, de Dios dada en el Sinaí. Él vino a cumplirla. Y para hacerlo, tuvo que hablar palabras que necesitaban, en su entorno, una explicación más detallada. Eso era lo que pedían sus alumnos en privado: ¿Qué significa esa parábola? y, por supuesto, él estaba más que dispuesto a enseñarles. Lo mismo aplica a nosotros. El problema es que somos latinos, no judíos y nuestro estilo de aprendizaje es solamente la lectura y la memorización de los pasajes bíblicos, nunca nos atrevemos a preguntar como sus seguidores: ¿Que significa esto? Y es por eso que nos quedamos a oscuras y andamos a tientas, unas veces inventando respuestas que nada tienen que ver con lo que él quiso enseñarnos.


Todos sabemos que Jesus se movía entre dos escuelas de pensamiento judías.  Una era la escuela de Shamai, intérprete rígido de la Ley mosaica. La otra era la escuela de Hillel, un maestro de misericordia.  De manera que cuando era necesario, Jesus se apoyaba en las enseñanzas de Shamai como en el caso de la pregunta del divorcio. Otras veces se iba a la escuela de Hillel como cuando le presentan a la mujer sorprendida en adulterio. Es decir, Jesus está inaugurando su propia escuela. Y a esa escuela es a la que nosotros debemos pertenecer si es que somos sus discípulos. Por supuesto, cada quien escoge a quien seguir, no hay problema.


Dicho esto, ahora entenderemos lo que enseñó en la parábola del buen samaritano. Para los oyentes del primer siglo eso no era aceptable por varias razones. Los judíos y los samaritanos eran enemigos acérrimos. Lo muestra el pasaje en donde Jesus llega al Pozo de Jacob que estaba en Samaria y la mujer discute con el Maestro del por qué le pide agua a ella si supuestamente él no necesitaba nada de ella como samaritana.  En esa historia conocemos el antagonismo que existía entre esos dos pueblos. Mantenían un rechazo acérrimo unos de otros, tanto que los que necesitaban ir a Jericó, para evitar entrar a Samaria, preferían dar un rodeo de varios kilómetros pero no contaminarse con esa tierra de paganos e idólatras.


Así las cosas, vemos que cuando Jesus necesitó un día descansar en una aldea samaritana, ellos no lo dejaron entrar a su territorio. Todo por ser judío. Los discípulos incluso le pidieron que les diera permiso para clamar al cielo para que les cayera fuego que los consumiera. ¿Nos damos cuenta de como andaban las cosas por esos lares?


Entonces, en la parábola que nos ocupa, Jesus sorprende a todos cuando en respuesta a la pregunta de un impertinente que le hace sobre quien es su prójimo, Jesus lo introduce a esta historia por demás interesante.


Un hombre bajaba de Jerusalem a Jericó. Claramente indica que era judío o por lo menos practicante del judaísmo nacional. Unos ladrones le atacan y lo dejan medio muerto en medio de la carretera. Nadie le ayuda. Unos porque van apresurados a su trabajo, otros porque tienen miedo a contaminarse con la sangre del herido y otros porque su ministerio les demanda santidad. Solo hay una persona que se apiadó de aquel pobre judío tirado en medio del camino.

Un samaritano…


¿Un samaritano ayudando a un pobre judío? ¿Un samaritano dispuesto a mancharse las manos por ayudar a un enemigo de su raza? Y no solo eso, ¿invirtiendo recursos financieros a favor de su enemigo?  ¿Qué está pasando aquí?


Ah, es que Jesus no es como todos nosotros. A Jesus le gusta sorprendernos con sus historias y sus conductas. Recordemos que Jesus vino no a abrogar la Ley sino a interpretarla desde un punto de vista ético. Jesus está poniendo en la mesa el asunto del prójimo. Y el prójimo es incluso aquellos que lo rechazaron. Incluso aquellos que le cerraron las puertas de su ciudad. Jesus está levantando y honrando a sus propios enemigos. Jesus está enseñando que incluso aquellos que no lo aceptaron ni le reconocieron, son dignos de ser mencionados, que ellos tienen rasgos de misericordia que no tienen los religiosos de su propia nación. 


Es decir: Los samaritanos aún y con todos sus defectos son personas nobles por dentro. Que en su interior tienen temor de Dios y que no todos los samaritanos son samaritanos como diría Pablo. Jesus está poniendo las bases de lo que Pablo enseñaría algún día: ¿Hay algo digno de ser mencionado en esa persona que te insulta, que te trata mal, que te ultraja? En eso piensa.


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