NO DEJEN DE SOÑAR
Génesis 28:12 “Y tuvo un sueño…”
Que yo recuerde, desde mis primeros años he sido un soñador. Uno de mis hobbies favoritos cuando andaba por allá por los doce o trece años empecé a coleccionar tarjetas de fotografías de todo el mundo. Unas eran en blanco y negro, otras en colores. Me imaginaba conocer los grandes edificios, por ejemplo, de la famosa Quinta Avenida de New York, y de otras ciudades. Mi soñaba subiendo hasta el último piso del Empire State así como me veía en una de las ventanas de la corona de la Estatua de la Libertad.
Con el tiempo, cuando ya tuve pasaporte, empecé a viajar a ese país y mi primera intención fue conocer el Río Hudson y ver a la otra orilla el estado de New Jersey, así como subir todas las gradas en caracol de la famosa estatua en la isla donde está ubicada. Fueron momentos cumbres de mi vida ver como mis sueños se hicieron realidad. Una de las experiencias más hermosas fue cuando mi sueño de ver como los barcos pasan de un océano al otro en el Canal de Panamá y sentir como sus esclusas suben y bajan para dar paso a esos grandes barcos que lo cruzan.
Siempre fui un soñador. Mi imaginación no tenía ni tiene límites aún. Todavía me falta mucho por conocer, solo que ahora que peino canas la emoción ha menguado un poco pero en realidad todas aquellas postales me impulsaron y me retaron a que yo cumpliera esos sueños infantiles.
Uno de los que más tardé en hacer realidad fue conocer físicamente el puente Golden Gate de San Francisco y ver a lo lejos la legendaria prisión de Alcatraz, tanta veces vista en películas de fugas y tragedias allí realizadas. Pero puedo decir que mis sueños se hicieron realidad.
Aquellas experiencias oníricas de mi niñez me enseñaron grandes cosas. Hoy sueño a otro nivel. Ahora que soy pastor de una preciosa congregación, mi sueño es ver niños y jóvenes que vivan intensamente sus momentos que están pasando. Sueño con crear una generación de jóvenes que estudien, que se culturicen y que salgan de ese estadio a veces limitado y que les mutila sus vidas. Me esmero en enseñarles que existe un Dios que hace realidad los sueños y que el límite, como dicen todos, es el Cielo.
Tristemente hoy los jóvenes ya no sueñan con superar sus límites. Los juegos electrónicos, los pasatiempos que sus celulares les ofrecen, las charlas vacías y sin sentido que mantienen en sus grupos les están robando un precioso episodio que más adelante puede serles descubrir sus capacidades para soñar en algo grande. En algo hermoso que enriquezca sus vidas y que les haga sentir la adrenalina cuando ven hechos realidad sus proyectos y deseos.
Hoy las señoritas ya no sueñan con un vestido rosa cuando cumplan sus quince años. Vestidos vaporosos, con encajes de lujo y una corona de flores que embellezca sus frentes virginales. No, esos sueños quedaron atrás. Fueron para las niñas de nuestro tiempo porque las jovencitas de hoy se han privado de ese hermoso privilegio de estrenar por primera vez sus zapatos de tacón “muñeca” como se les llamaba en aquella época. Hoy han sido transportadas por sus amigotes del colegio o la Universidad a un mundo sórdido, un mundo de sexo temprano, en donde se preocupan más por saber si el novio está usando condón o no. Las niñas de este siglo ya no sueñan con un príncipe azul que las rescate de su prisión y que les haga volar en las alas de su primer amor.
Los muchachos ya no sueñan con una novia que les haga sentir vivos, ese enamoramiento que solo en esa edad se puede experimentar, esos deseos reprimidos por no violar la confianza de su chica evitando los toques impropios y los besos atrevidos. Hoy llegan al matrimonio con un sentido de culpa y para “probar” si todo sale bien porque antes de la boda ya tuvieron su cuota de sexo y lujuria.
Como dijo un poeta: Hoy la lluvia ya no es igual. Ya no despierta deseos de soñar con conocer otras ciudades, otros países y otras personas. La televisión, los vicios, los juegos electrónicos les han robado la capacidad de vivir emociones internas que despertaban deseos de cumplirlos sanamente.
Es triste ver tantos jóvenes sentados en las sillas de las iglesias con los ojos perdidos en algún punto del púlpito, aburridos, sin haber tenido la experiencia de conocer de primera mano a un Jesus que puede hacer realidad los sueños por muy absurdos que parezcan.
Cada vez que puedo, le digo a los muchachos que se congregan con nosotros: No dejen de soñar. No dejen de visualizar aquello que Dios tiene preparado para ustedes pero que tienen que dedicarles un tiempo a la oración no mística ni religiosa sino una oración íntima, fervorosa y emocionante para poder descubrir con la ayuda del Espíritu Santo, que lo que se desea alcanzar él lo puede cumplir en sus vidas.
Dejar de soñar es morir poco a poco. Porque aunque parezca ridículo, la vida se compone de sueños. De sueños que un día se harán realidad. Y cuando ese momento llegue, podrán decir como lo hice yo en mi tiempo: ¡Gracias Señor por este hermoso privilegio!
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