RENOVAR LA MENTE
Efesios 4:23 “…y renovaos en el espíritu de vuestra mente”
Cada uno de nosotros somos únicos: nuestras huellas dactilares son únicas, incluso las huellas de cada uno de los dedos de la mano son diferentes. Si nos adentramos un poco más, sabemos que los decibeles de nuestra voz es única en nosotros. Es por eso que ahora los bancos y algunos fabricantes de vehículos y otros aparatos han puesto la voz como una contraseña para abrirlos. Pero si vamos más profundo, nuestro iris también es único en nosotros. Hoy hay cerraduras y aparatos que para abrirlos se necesitan un lector de iris. Y, para terminar, nuestro ADN no tiene parangón en nadie más.
Somos únicos, porque nuestro Creador así nos hizo. El problema es que nosotros nos hemos masificado, hemos seguido la corriente del mundo y hemos permitido que nos anulen nuestras funciones más importantes que tenemos para nuestra propia protección.
Un ejemplo de ello es el consumismo: consumimos lo que nos dicen los publicistas que debemos consumir. Vestimos la ropa que ellos dicen, comemos la chatarra que nos sugieren, vivimos en barrios que ellos han diseñado, manejamos el vehículo que ellos desean vendernos. Las mujeres lo saben mejor: Necesitan usar los electrodomésticos que les dicen los grandes almeces que deben tener. Tienen que ser lo que ellos dicen que son: Las morenas deben ser rubias y las rubias morenas.
Eso es masificación. Y lo doloroso de todo, es que no podemos escapar de ellos, a menos que nos volvamos a la época de las cavernas. Y, por supuesto, eso nos enferma. Enferma nuestras finanzas, nuestra salud emocional y agota nuestras fuerzas físicas al tener que vivir bajo el estrés que el consumismo nos provoca.
Dios ha dejado un elemento importante dentro de nosotros para librarnos de ese mal: nuestra mente. Pero lo primero es aprender a dar gracias a Dios por lo que tenemos. Dar gracias es un gesto de humildad, de sencillez y de saber vivir agradecidos con Dios por lo que tenemos para vivir el día a día. Porque sabemos que todo viene de su Mano que quiere darnos lo mejor.
Es por eso que dentro de nosotros se libra una batalla: una batalla entre el deseo y el debo. Y el epicentro de todo está en la mente. Nuestra mente juega un papel muy importante entre el bien que quiero hacer y no hago. Entre el mal que no debo hacer y el deseo de hacerlo. Usted decide si unirse a la batalla entre esos dos elementos. Y todo está en la mente.
Todos conocemos el dicho que dice: “La mente le jugó una mala pasada” refiriéndose a que esa persona se dejó llevar por lo que su mente le empujó a hacer.
Eso nos lleva a que las circunstancias de nuestra vida no tiene comparación con otros porque somos nosotros los que hemos tomado la decisión de dejar libre nuestra mente para que los pensamientos que ella nos envía nos lleven por los senderos que ella quiere. Usted decide qué clase de vida quiere tener con respecto a dejarse dominar por la mente. Solo usted es responsable de lo que sucede en su vida personal.
A todos nos ha tocado enfrentar enfermedades. Tragedias, heridas, dolores y traumas. El asunto no es lo que nos sucede, el punto es cómo enfrentamos esas situaciones. Como dijo el Salmista: “las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos”. Los designios divinos son diferentes para cada uno de nosotros. Y somos nosotros los que decidimos qué queremos hacer con nuestra vida. La mente está capacitada para sanarnos internamente o enfermarnos. Usted puede usar su mente para arruinarse a sí mismo o la puede usar para empoderarse a sí mismo. Recordemos que la sanidad va de la cabeza a los pies. De la misma manera es la enfermedad y el fracaso.
La sanidad se da de adentro hacia afuera. No es lo que usted le mete al cuerpo, es lo que usted saca de su cuerpo lo que le sana. La sanidad aparece en el orden inverso de los problemas que usted ha vivido. Todo proceso recuperativo empieza en la mente. Usted puede usar su mente para salvar una relación o para arruinarla. El cerebro humano está hecho por Dios para autosanarse y encuentra en el camino los nutrientes biológicos y emocionales para hacerlo. La mente genera pensamientos, los pensamientos generan sentimientos y los sentimientos generan actitudes ante la vida. Es por eso que depende de como usted interprete las acciones de su mente para fracasar o triunfar. Usted puede permitir que su mente salve una amistad o que la destruya. Su mente puede decir “esto es para mi bien” o puede decir “se acabó el mundo para mi”.
Entonces, su mente puede potencializar sus capacidades o puede anularlas y eso lo llevará al fracaso, al dolor y a la soledad. Usted lo decide. Es por eso que Pablo nos dice que debemos renovar el espíritu de nuestra mente. Es por eso que hay más poder dentro de usted que fuera de usted, si descubrimos que Dios ha puesto ese potencial dentro de nosotros, podemos decirle a esa montaña que se quite delante de nosotros, que ese problema se arregle, que esa enfermedad abandone nuestros cuerpos. Nosotros decidimos si esa montaña nos detiene el paso o la rodeamos para seguir nuestro camino. Tenemos que renovar el espíritu de nuestra mente para permitir que la sanidad de nuestra alma se realice por la renovación de nuestros pensamientos. Recordemos que el cerebro humano no reconoce la palabra “no”. Es por eso que cuando usted dice “no”, el cerebro no lo entiende. El cerebro Dios lo diseñó para el “si puedo, si es posible, si estoy sano, si soy hijo de Dios”.
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