LA PIEL Y LOS TATUAJES
Levítico 19:28 “…ni os haréis tatuajes; yo soy el SEÑOR”
Números 12:1 Entonces Miriam y Aarón hablaron contra Moisés por causa de la mujer cusita con quien se había casado (pues se había casado con una mujer cusita)
Números 12:10 “Y cuando Aarón se volvió hacia Miriam, vio que estaba leprosa…”
Dicen los estudiosos que con un solo verso no se puede enseñar nada como doctrina. Que necesitamos un contexto para poder basar un texto. Pero como Dios es Dios y no se sujeta a nuestros conceptos ni tradiciones, él da órdenes que nosotros, sus hijos, o los que deseamos agradarle, debemos obedecer sin cuestionar qué dijo, por qué lo dijo y como lo dijo.
Hay un principio bíblico que prevalece el pensamiento humano que nos enseña que cuando el Señor da una instrucción que para nosotros es difícil de entender, debemos observar detenidamente qué está escrito. Es por eso que Jesus, cuando debatía con los diferentes grupos teológicos de su tiempo, utilizaba esa frase precisamente: ¿Qué esta escrito?
Y en ese contexto, el verso que nos ocupa tiene un sello y un candado que no nos deja espacio para discutir lo que él ha ordenado. La frase que sella este asunto es: “yo soy el Señor”. Es decir: Yo lo digo y qué…
Basados en eso, nos ha dejado la responsabilidad de no darle tantas vueltas al mandamiento que nos deja en ese texto: “No te harás tatuajes”. ¿Que misterio se esconde en este mandamiento? ¿Qué tiene que ver la piel en los planes de Dios para nuestras vidas? En muchas partes de la Escritura, la piel ocupa un lugar muy importante en las leyes levíticas sobre la pureza o impureza del pueblo que había escogido como suyo.
Tenemos por ejemplo, la lepra. Hay una extensa enseñanza en Levítico sobre el tratamiento de esa enfermedad que dañaba la piel, el cuerpo y por extensión, las casas y objetos que se utilizaban en ella. Entonces, para poder entender ese mandamiento que habla de los tatuajes, debemos estudiar qué es la piel.
La piel, para los planes de Dios para nosotros sus hijos, tiene una importancia vital, porque la piel tiene un papel biológico y un papel social. Es decir, la piel no solo es biología pero también es antropología. Cuando entendemos esto aprendemos que la piel juega un papel importante en el cuerpo, es el órgano más grande del cuerpo, su piel es la frontera de su vida, su piel es su principal órgano de defensa contra la invasiones externas, contra la desintegración, contra la contaminación que experimentamos en el mundo, la piel constituye para nosotros lo que las fronteras constituyen para los países, es lo que marca la privacidad, así como usted no puede cruzar la frontera de un país sin permiso porque puede ser considerado un invasor, la piel es lo que define la zona sagrada de su existencia, la piel es lo que protege el alma. Su piel es lo que determina su privacidad como ser humano, es su frontera natural entre su mundo y el mundo exterior.
Nadie tiene derecho de violar su piel, porque su piel es algo sagrado. Es por eso que cuidar el Templo de Dios es cuidar primero su piel, no permitir que ningún ojo viole ese espacio.
Es por eso que la ruptura de su piel es un ataque a su integridad, porque cualquier ruptura de su piel deja su cuerpo vulnerable al mundo externo. Cualquier ruptura de su piel deja su cuerpo al ataque de cualquier contaminación, a la penetración de bacterias, incuso la muerte. Por eso que cuando algo raro sale en la piel, Dios recomienda que pongamos atención a lo que esta sucediendo, porque para Dios, la piel es algo sagradísimo, cualquier cosa que pasaba en la piel, Dios ordenaba que el enfermo fuera al Sacerdote para que diagnosticara qué esta sucediendo en su piel para proteger el interior de su cuerpo.
A Dios le interesa lo que pasa dentro de sus fronteras, está interesado en lo que está pasando en su mundo interior.
La piel está íntimamente ligada a nuestras palabras. Como utilicemos el lenguaje podemos dañar nuestra piel, es por eso que debemos tener cuidado de qué lenguaje usamos para referirnos a otras personas o para nosotros mismos.
Levítico 13:1-2 “El SEÑOR habló a Moisés y a Aarón, diciendo: 2 Cuando un hombre tenga en la piel de su cuerpo hinchazón, o erupción, o mancha blanca lustrosa, y se convierta en infección de lepra en la piel de su cuerpo, será traído al sacerdote Aarón o a uno de sus hijos, los sacerdotes” Antiguamente eran los sacerdotes quienes diagnosticaban qué había producido esas manchas en la piel de la persona y recetaba las diferentes formas de sanarlo. Lo primero que preguntaba era si había hablado mal de alguien.
Por eso cuando alguien no usa correctamente su lengua, se daña a sí mismo o a otros. Antiguamente los leprosos eran sacados del campamento hasta que su piel estuviera sana. Los que andaban errantes y solitarios fuera del campamento, era señal que habían expresado palabras de maldición contra alguien y habían dañado su piel como consecuencia. Esa es la condición del chismoso. Hay personas que viven en un estado constante de contaminación porque están usando mal su lengua. Por eso Jesus dijo que por nuestras palabras seremos justificados o condenados.
La lepra, entonces, en el antiguo Israel no era una enfermedad per se, era consecuencia de haber hablado un lenguaje que violentaba la frontera sagrada de alguien ya que al verle, expresaba algún pensamiento negativo. ¿Y qué es lo que veía aquella persona? La piel del otro. Eso lo vemos en Números 12:1 y 12:10. Ellos criticaron a su hermano a causa de haberse casado con una negra.
Los tatuajes entonces, es una violación al órgano que protege no solo el cuerpo que es Templo de Dios, pero también es una violación al órgano que protege el alma. Vivimos en sociedad, por lo tanto, nuestra piel que es también antropológica se convierte en una zona de contacto con otros, se convierte en una zona de contacto social. La piel no es solo un empaque para el cuerpo, es, según Dios, un órgano que se comunica con los demás.
No podemos negar que ver a una persona llena de tatuajes es hasta cierto punto repulsiva, inspira desconfianza porque su piel está enviando un mensaje de rebeldía y provoca que no sea agradable estar cerca de ella. Allí la piel se convierte en un lenguaje social que invita al rechazo o si está limpia a un acercamiento.
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