AGAR Y EL POZO
Génesis 21:19 “Entonces Dios abrió los ojos de ella, y vio un pozo de agua…”
Bueno, la historia transcurre de esta manera: Sara ha visto que el hijo de su sierva Agar está molestando a su muchachito Isaac. Por lo tanto, como toda buena madre que consiente a su pequeño se pone a la defensiva y le pide a su esposo que saque de su casa a la sierva junto con su hijo.
Abraham a regañadientes, le obedece después de haber recibido instrucciones del Señor y hace lo que su esposa le dice. Saca a su sierva con su hijo y los lleva al desierto con un poco de agua para su sostenimiento. Al poco tiempo, el agua del odre se termina y Agar entra en pánico. Se pone nerviosa y asustada ante el futuro incierto que les espera a ella y su hijo ante la falta de agua. Lo aleja de ella unos metros y lo sienta en las arenas ardientes del desierto pensando que pronto se morirá de deshidratación. No quiere verlo morir. A pesar que el lugar en donde dejó al muchacho era debajo de un arbusto…
Aquí tenemos la primera lección que debemos aprender:
Génesis 21:15 “Y el agua en el odre se acabó, y ella dejó al muchacho debajo de uno de los arbustos…”
¿Acaso no es lógico si en pleno desierto hay un arbusto que necesita agua para vivir y ella sienta allí a su hijo, todavía piensa que se morirán de sed? ¿Que esta pasando por la mente de Agar que no puede ver que la solución a su problema está frente a sus ojos? Bastaba que escarbara un poco para que el agua que sostiene al arbusto aflore ante ella y puedan saciar su sed. Pero no sucede esto. La mente de Agar, como la nuestra cuando estamos pasando por momentos duros, difíciles, por momentos de angustia, se nos cierran los sentidos y no logramos ver en donde está la solución a nuestros problemas.
Segunda lección:
Génesis 21:16-17 “Que no vea yo morir al niño. Y se sentó enfrente y alzó su voz y lloró. 17 Y oyó Dios la voz del muchacho que lloraba…”
La Escritura nos dice que ella lloró cuando se alejó de su hijo para no verlo morir. Lloró de angustia y dolor por el futuro que se le avecinaba. Sin embargo, Dios oyó el llanto del niño y eso fue lo que hizo el milagro. Dios siempre escucha el clamor de sus pequeños, de los que no pueden discernir lo que está pasando en sus vidas. El muchacho no tiene aún la fe y la inteligencia suficientes para darse cuenta que su vida está en peligro, en cambio su madre sí sabía de lo que se trataba el asunto. Ella sabe que si no encuentra agua sencillamente morirá tanto ella como su hijo, pero el muchacho no sabe lo que está pasando, él sencillamente llora porque se contagia del llanto de su madre al sentirse solo, abandonado y sin los brazos que lo protegieran como antes le había sucedido. Dios oyó el llanto del muchacho. Para Dios, no hay llanto más doloroso que el de un hijo clamando por ayuda. Y eso movió el Brazo del Señor.
Tercera lección:
Génesis 21:17 “¿Qué tienes, Agar? No temas, porque Dios ha oído la voz del muchacho en donde está…”
No importa en donde estén sus hijos: Dios escuchará su clamor. Téngalo por seguro, ellos no morirán de sed de amor, de atención, de protección porque el Señor se hará cargo de su simiente.
Cuarta lección:
Génesis 21:19 “Entonces Dios abrió los ojos de ella…”
¿Qué ojos le abrió Dios a Agar? No fueron los ojos físicos porque los tenía abiertos porque estaba viendo a su hijo amenazado por la muerte por la sed. Los ojos que Dios le abrió fueron los espirituales. Y eso es lo que nosotros necesitamos cuando estamos pasando por momentos oscuros, por momentos difíciles, que nos abra los ojos interiores, los ojos espirituales para poder ver lo que Él ve y nosotros no. Necesitamos estar con constante compañía del Señor para que esté dispuesto a abrirnos los ojos del alma para poder ver sus milagros y su Poder obrando a nuestro favor.
Y entonces…
Génesis 21:19 “…y vio un pozo de agua…”
¿En donde estuvo ese pozo todo el tiempo que Agar y su hijos lloraron y se lamentaron de su mala situación? Siempre estuvo allí. La Escritura no nos dice que Dios abrió un pozo, tampoco dice que los ángeles cavaron el pozo. Mucho menos dice que algún ser humano tomó su pala y empezó a cavar el pozo. El pozo siempre estuvo frente a Agar pero su problema, su angustia y su pesar no le dejaron verlo hasta que Dios le abrió los ojos del corazón, los ojos de la fe, los ojos de la esperanza. Permitamos y pidamos al Señor que nos abra los ojos espirituales para poder ver lo que Él está viendo y seremos prosperados.
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