LOS OLVIDADOS

 

Éxodo 17:10  “Y Josué hizo como Moisés le dijo, y peleó contra Amalec; y Moisés, Aarón y Hur subieron a la cumbre del collado”



Bueno, en el Reino de Dios cada quien tiene su lugar.  Hay personas que brillan unas más que otras.  A algunas se les dan méritos que no entendemos muy bien, a menos que escudriñemos las Escrituras con ojo crítico.  A otras, parece que pasan desapercibidas porque lo que hacen es tan grande que se necesita un tomo aparte para poder contar sus hazañas.


Moisés ha recibido la orden de parte del Señor que vaya a pelear contra Amalec.  Organiza todo y le dice a Josué que se prepare para presentar batalla al día siguiente de lo agendado. El sube al monte con su vara y levanta los brazos en señal de implorar el favor de Dios, mientras Josué y sus ejércitos están peleando en el valle.


Pero llega un momento en que a Moisés se le cansan los brazos y parece que está a punto de desmayar.  El problema es que si baja los brazos, los amalecitas tomarán ventaja sobre los israelitas y Moisés no se puede permitir ese error.


Aquí es donde entran en escena dos personajes que hasta el momento habían pasado desapercibidos: Aarón y Hur.  Ambos se ponen a los lados de su líder y le sostienen los brazos para que no los deje caer y haya derrota en el campamento.  Es decir, lo sostienen cada uno por un brazo para que la victoria se lleve a cabo.


A partir de este momento, la Escritura menciona todo lo que está pasando en el monte con estos tres varones.  Pero se olvida de mencionar qué está pasando en el campo de guerra, excepto un par de líneas para indicarnos que Josué está venciendo a Amalec. Los olvidados son los que están peleando, batallando para proteger al resto del pueblo. Son los héroes anónimos del momento. 


Aquí se puede ver como un trabajo en equipo se puede lograr para que todo redunde en la Gloria del Señor.  Ambos grupos, los que están en el monte intercediendo y los que están en el campo de batalla hacen lo que les toca a cada uno.  Nadie exige diplomas ni reconocimientos ya que saben que lo que están haciendo es lo que el Señor les dijo que hicieran.  Además saben perfectamente que las fuerzas, en el caso de Moisés, no llegan por la ayuda de Aarón y Hur sino del Señor que les ha prometido la victoria.


Lo mismo sucede con Josué.  Él sabe que su líder está en la cumbre intercediendo por él y sus soldados y que la batalla está ganada por la Misericordia del Señor que ha prometido estar con ellos en todo momento.


Esto es algo que nos debe enseñar en la Iglesia hoy en día.  Tristemente aún hay grupos que esperan reconocimiento y aplausos por lo que hacen, olvidando que todos somos un equipo formado por el Señor para que Él haga lo que le toca, lo más difícil que es vencer al Diablo para que no nos gane la batalla.  Es Jesus nuestro intercesor, es el que está al lado del Padre pidiendo por nuestro perdón y liberación de todo lo que nos afecta.


Es cierto que el pastor es el hombre encargado de la obra, pero debemos entender que también se cansa y que necesitará en algún momento que algún Aarón o un Hur le levante los brazos para que pueda seguir intercediendo por su pueblo.  Los líderes no son hombres ni mujeres de hierro, incansables, con fuerzas infinitas para soportar los embates del enemigo que amenaza con destruir la Obra de Dios.  La Iglesia necesita comprender que sus líderes son personas con debilidades, con falencias que afectan muchas veces su vigor y su fuerza, y es cuando necesitan la ayuda de alguien que los sostenga al mismo tiempo que ellos sostienen la carga que se les ha impuesto.


Es por eso que Pablo, el gran apóstol, siempre pedia que oraran por él.  Que lo llevaran en sus intercesiones, que lo cubrieran en oración y que sus amigos estuvieran atentos a sus necesidades para que pudiera sacar el trabajo que Dios le había dado entre los gentiles.


Lamentablemente la iglesia de hoy se ha vuelto fría e indiferente a las necesidades de sus pastores y los dejan solos, abandonados a sus luchas y conflictos sin que alguien se tome la molestia o la responsabilidad de levantarle el ánimo y las fuerzas que necesitan para seguir adelante.


El pasaje de esta Escritura es muy ilustrativo para nuestros tiempos de desamor e indiferencia.


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