ABINADAB Y SU FRACASO
2 Samuel 6:3 “Pusieron el arca de Dios sobre un carro nuevo, para que la pudieran llevar de la casa de Abinadab que estaba en la colina. Uza y Ahío, hijos de Abinadab, guiaban el carro nuevo”
¡Tremendo fracaso en la vida de Abinadab!
No tenía excusa por no haber enseñado a sus hijos a respetar la Presencia de Dios en el Arca que les había sido encomendada después que los filisteos la habían tomado en una batalla contra Israel.
Abinadab era levita. Era un sacerdote de la tribu de Judá. Por consiguiente, era un hombre que conocía la Ley de Moisés y las Escrituras con respecto a como tratar la Presencia de Dios. Así que cuando se la confían, debió haber enseñado a sus hijos a respetar la Shekiná para que no les causara ningún daño cualquier imprudencia hacia ella.
Pero no.
Este hombre ha pasado a la historia como un padre totalmente irresponsable. No supo instruir ni enseñar a sus hijos en las conductas propias de un sacerdote escogido por Dios para enseñar la Ley al pueblo. Fue negligente. Si no supo enseñarla a sus hijos menos podría enseñarla al pueblo.
El arca ha sido llevada a su casa. No fue escogido porque era bueno ni nada especial. Sencillamente los filisteos encontraron su casa a medio camino de Quiriat Jearim y allí la dejaron para huir de su presencia.
Imaginemos a los tres varones observando esa caja de casi un metro de largo, enchapada en oro, con dos querubines en la cubierta y unas varas atravesando su longitud para moverla cuando fuera necesario. Los hijos ven entrar ese mueble a su casa y para ellos, era un mueble más. Algo sobre qué poner sus libros de estudio, sus computadoras o su ropa sucia. Para la familia de este sacerdote, ese mueble no significaba nada más que eso: un mueble de madera que no tenía ninguna connotación especial.
Han pasado casi veinte años desde que la llevaron allí. Uno de los hijos de Abinadab, Eleazar, fue nombrado para que la cuidara. Pero, ¿y los otros? ¿Los otros hijos del levita que vivían y compartían el mismo techo, no fueron enseñados en el valor inmenso que significaba tener entre ellos el Arca de Dios?
Seguramente no. Seguramente Abinadab ya estaba muy viejo para enseñar a sus hijos pequeños los misterios de su Dios. Se descuidó tanto que ya no le enseñó a sus pequeños que ante el Arca que estaba en su casa, debían conducirse con respeto, temor y dignidad.
No fueron instruidos en la Ley del Dios que los sustentaba y alimentaba. Seguramente sus pequeños ya no vieron a su padre haciendo sus oraciones diarias. Ya no lo vieron leer la Torá ni las Escrituras que antes habían sido parte de su vida diaria.
Abinadab ya está cansado de servir al Dios que había sacado de la esclavitud a sus padres y les había llevado a su tierra propia. Abinadab ya no cumplió el mandamiento de enseñar a sus hijos la Ley de Dios, ni las escribió en los dinteles de sus puertas ni las repitió como lo indicaba el Libro.
Fue entonces cuando encontramos que David decide un día ir a su casa por el Arca de la Presencia de Dios. David es rey y no sacerdote, por lo tanto, confía en que aquellos que le están ayudando a llevar el Arca a su ciudad Jerusalem, saben de qué se trata el asunto y se deja ayudar.
Pero aquí encontramos el gran y fatídico error de Abinadab. Primero, permite que le Arca sea lleva sobre una carreta con bueyes. ¿Acaso no sabía, como levita, cómo debía ser llevada? Era sobre los hombros de los levitas y no en carreta de bueyes. Luego, los bueyes tropiezan y la carreta se desnivela y el Arca está a punto de caer, Uza, uno de los hijos de este sacerdote caído en el aburrimiento y la rutina trata de detenerla para que no caiga. Y el que cae muerto de un rayo es él, el hijo del hombre que nunca les enseñó a sus hijos como debían tratar al Dios de su pueblo.
Craso error el de este sacerdote que no supo o no quiso enseñar a sus hijos el respeto y la forma de tratar al Señor. Sus rutinas religiosas quedaron oxidadas y olvidadas, a tal extremo, que le costó la vida a uno de sus hijos.
Comentarios
Publicar un comentario