TRADICIONES

 Hechos 16:21 “…y proclaman costumbres que no nos es lícito aceptar ni observar”


Mmmmm… sé que voy a caer mal, sé que seré una piedra en el zapato de muchos de mis compañeros pastores y que lo que escribiré hoy será un insulto a sus creencias, tradiciones y costumbres evangélicas.


Pero creo que si me quedo callado, muchos seguirán equivocados con respecto a vivir en un cristianismo oscuro, pobretón, mediocre, sin crecimiento espiritual y muchas falencias más.


Hay dos maneras de leer la Biblia: Profesionalmente y Devocionalmente.


La mayoría de pastores que conozco y sé que hay otros que no conozco, la leen profesionalmente.  La abren horas antes de ir a predicar un mensaje a los que esperan que el sacerdote les enseñe a guardar los mandamientos del Señor. Y, en lugar de darles el Pan de vida, les dan piedrecitas.  Piedras en lugar de pan.


Son los maestros de teología que dan clases magistrales en las aulas de los institutos bíblicos, se saben los vericuetos de la Biblia y de sus personajes, pero nunca las aplican a sus propias vidas.  Es decir, usan la Biblia como un libro de texto pero ni ellos mismos creen en lo que allí se dicen.


Porque no esperan que la Biblia les hable a ellos, solo que les dé el esquema de la clase del día.  Son hombres y mujeres que al salir del aula, con el pecho inflado porque su materia salió a pedir de boca y sus alumnos quedaron con la boca abierta por la excelencia de su prosa, pero quedaron con el corazón más duro que una piedra.


Como el maestro, el alumno. Es el axioma que se cumple sin tapujos.


Pero, los pastores y personas que la leen devocionalmente, cambian el paradigma. Porque antes de abrirla le oran al Espíritu Santo para que les hable a través de las líneas, que les enseñe lo escondido de los pasajes que van a leer, que les permita aprender para ellos mismos antes que para enseñar a otros.  Estos son los que se quedan con la boca abierta de lo que aprenden ellos mismos, de su relación con Dios y además con el corazón lleno de vida, emoción y crecimiento.


De estos hay pocos. 


Estamos en Diciembre. Y, si usted que me lee es observador, verá en la mayoría de iglesias evangélicas viviendo las tradiciones de nuestro país. Lucecitas de colores, adornos navideños, actividades para entretener al pueblo, las famosas piedras para que se conviertan en el pan de ellos, clubs de intercambio de regalos, el amigo secreto, los nacimientos con sus camellos, Maikol Jackson, Madonna y toda una pléyade de artistas del mundo acompañando a José y María en el nacimiento del niño. 


También podrá ver altares adornados en una de sus esquinas con el árbol de navidad que no es otra cosa que tradición  pagana del Antiguo Testamento, en donde se hizo creer que Nimrod, esposo e hijo de Semíramis después de muerto, resucitó en un árbol, figura de Tamuz, el dios de la fertilidad en el Antiguo reino de Babel, el día precisamente que se celebra el supuesto nacimiento de Jesus, o sea el veinticinco de Diciembre de cada año.


Bueno, no estoy en contra de que cada quien celebre lo que quiera. Eso es irrelevante, lo que realmente me asusta y me previene, es como la Iglesia Evangélica aún sigue celebrando mitos, historias paganas y toda esa parafernalia religiosa y tradicional que ya solo el mundo debiera celebrar. Y es que el pecado de muchos ministros del Señor, por quedar bien con el pueblo que los sostiene financieramente u orgullosamente, les conceden sus gustos y hacen, sin darse cuenta, a un lado a Jesus y su Santidad para dedicarle el templo y su altar al dios de la tradición. 


Para que las hermanitas no se enojen.  Para que sus jóvenes hagan dramas sobre el nacimiento en el cual uno de ellos siempre hace el papel de diablo, para que los hombres se entretengan y tengan un poco de solaz en estas fechas.


No, mis queridos. Aún estamos en la época de los apóstoles del Cordero en los tiempos iniciales de la Iglesia: Ellos trataron de cambiar el paradigma judío  lleno de tradiciones y eso les hizo cosquillas a los religiosos de ese tiempo. 


Me imagino escuchar esto de parte de alguna hermanita: “Pastor, ¿y este año también adornaremos el templo con lucecitas y figuritas del niño Jesus? ¿Nos va a dar permiso para poner el arbolito tan bonito que tenemos en la bodega? 


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