MISERICORDIA Y GRACIA


Entiendo el agotamiento de la espera por una promesa del cielo, la pérdida de confianza mientras transitamos la prueba, la vergüenza que sentimos por fallarle a Dios todos los días a pesar de prometernos que en verdad cambiáremos y no logramos pasar de 24 hrs sin volver a fallar. 


Nos agota esta tiranía de parecer más fuertes de lo que en verdad somos y al mismo tiempo siendo conscientes de todas las mezquindades que nos quedan por expiar. 


Nos cansa la angustia del diario vivir que va menguando toda voluntad y pensamos que ya no sirve de nada orar y pedir perdón a Dios, dejamos de usar las rodillas por la suciedad que nos flagela y al mismo tiempo sabemos que no lo hemos dado todo para mejorar. 


Pero aún en el peor de los estados anímicos podemos ofrecer nuestro corazón una vez más a Cristo a pesar de no creer que algo bueno pasará. Tal ves ese simple acto de rendición sea suficiente para retomar la fuerza y salir del exilio en el que nuestros pecados nos han puesto. 


Su misericordia no cambia y te está esperando. Eso es lo maravilloso de la Gracia. Y es que aún no hemos terminado por comprender lo que es la Misericordia y la Gracia. 


La Misericordia es diferente de la Gracia. La Misericordia es amor por la miseria. Es amar al prójimo como nos amamos a nosotros mismos, evadiendo la tentación de rechazarlo por su estado moral, pecaminoso o emocional. Ojo, no estoy haciendo una apología por el pecado, estoy hablando de amar a mi hermano tal cual es. Ese es el mandamiento.


Gracia es recibir algo que no merecemos. Y eso solo Cristo puede hacerlo. Porque por Gracia sois salvos, y eso no de vosotros, dijo el Apóstol. Y es cierto. El único que puede darnos Gracia es el Señor que se rebajó hasta lo sumo para venir a buscarnos, como Oseas buscaba a Gomer con desesperación hasta sacarla del burdel en donde ella se escondía de la Gracia.


Cuando yo acepto la Misericordia de Dios hacia mi vida, estoy aceptando que Él me ama a pesar de mis fallas, a pesar de mis pecados y a pesar de todo lo que negativo que yo pueda tener. 


Pero cuando acepto su Gracia estoy yendo más profundo en su Amor porque su Gracia me hace acepto al Padre tal como soy. Como el hijo pródigo: El padre salió a recibirlo y darle de su Gracia. No, no serás como uno de mis siervos, sencillamente porque eres mi hijo. No dormirás en el atrio, dormirás en tu propia habitación. No comerás con los sirvientes, comerás en mi mesa. Eso es Gracia.


Cuando en las horas difíciles de nuestra vida no queda nadie, ni un amigo, ni una filosofía, ni un familiar, ni una esposa, ni mascota, ni un “dios”, pregunta por Él, se llama: JESÚS. 


No esperes una ruidosa respuesta, porque el silencio es otro de sus idiomas. Todas tus fallas serán cubiertas por su amor y gracia. La operación dura un segundo, la recuperación toda la vida. Pero cuando lo encuentras a Él se acaba la búsqueda y comienza la aventura más hermosa de tu vida.


Este no es el punto final, no lo es. Porque de aquí en adelante, la Gracia me hace más que vencedor en Cristo. Y, lo más hermoso: Ya no hay condenación. 


Así de sencillo. 

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