MIENTRAS LA VELA ARDA
Nosotros los cristianos no sabemos muchas veces que con nuestras actitudes ofendemos al Señor, herimos corazones y dejamos un lastre de dolor a nuestro paso.
Hay un axioma que nos enseña que: si lo que vas a decir lastimará al otro, mejor no digas nada.
Por ejemplo, hay personas que se creen tan sinceras y francas que dicen las cosas de tal manera que suenan a crueldad. Una persona ha caído en algún pecado y en vez de restaurarla con amor y paciencia, le repiten una y otra vez su pecado, creyendo que con eso la consecuencia se quitará y dejan en ese corazón y sabor amargo, un sentimiento de culpa mayor de la que tenían a causa de su caída.
No, no francos ni sinceros. Son crueles. Porque no pensaron en que la persona que peca ya está suficientemente castigada por el dolor y la vergüenza como para añadirle más dolor todavía.
Tenemos que aprender a restaurar. A la manera de Dios. Perdonar, consolar, justificar y dejar ir libre a la persona. Fue lo que Jesus practicó todo el tiempo que pasó en esta tierra: Vete y no peques más. Ándate, levanta la frente, mira el futuro, sonríe, siéntete tranquilo y vete. No se hable más del asunto.
Pero no somos así los evangélicos. Nos gusta hacer alarde de que nosotros no caemos en esas mismas situaciones en las que caen los demás. Nos hacemos creer que somos invulnerables como para rebajarnos tanto que nos volvemos fríos, despiadados y sin amor.
Un hombre, estudioso de la Palabra de Dios, iba para su casa después de un día largo de estudio, en el camino, se sorprendió al notar que el zapatero del pueblo continuaba trabajando a pesar de ser muy tarde, así que se acercó a conversar con él. Al preguntarle por qué seguía trabajando, el zapatero respondió: “Mientras la vela arda, debo seguir trabajando. Ya habrá tiempo para descansar cuando el fuego se haya apagado”.
El sabio dejó la casa del zapatero pensando en las impactantes palabras que había escuchado: mientras la vela arda hay que seguir adelante; mientras nos encontremos con vida podemos hacer cosas positivas. Porque ya llegará un tiempo en el cual todo llegue a su fin en este mundo pasajero, pero mientras tanto podemos lograr muchas cosas.
Y una de esas cosas es brindar amor. Pero amor del bueno. Amor que sana, que venda heridas, que levanta al caído.
Mientras la vela arda, nos queda tiempo para arrullar al otro, al que duerme a nuestro lado. Mientras la vela arda, tenemos la hermosa oportunidad de expresar palabras de aliento, palabras de fe, de sanidad al alma herida.
Mientras la vela arda, podemos reír y hacer que otros se sientan bien a nuestro lado. Mientras la vela arda, tenemos la oportunidad de hacer sentir a otros que son importantes, que valen tanto que no tememos invertir tiempo y recursos en ellos.
Mientras la vela arda, podemos decirle a nuestros hijos que los amamos. Decirle a nuestro cónyuge que es importante para nuestras vidas y que sin su ayuda no podremos sobrevivir.
Mientras la vela arda, podemos cantar la canción de adoración al Señor. Mientras la vela arda, podemos extender nuestras manos al que necesite de una ayuda. Mientras la vela arda y tengamos vida, podemos impactar otras vidas.
Mientras la vela arda, seguiré escribiendo para aquellos que esperan encontrar en mis escritos un poco de fe, un poco de frescura para sus almas, un poco de esperanza para sus vidas.
Mientras la vela arda, continuaré creyendo que estoy afectando para bien las almas que buscan una palabra que les levante el ánimo, que les eleve a otro nivel, que le haga sentir que están vivos.
Y, mientras la vela arda, seguiré mi camino hacia la Patria Celestial.
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