AQUI ESTAMOS

Hechos 10:33 (LBLA) Ahora, pues, todos nosotros estamos aquí presentes delante de Dios, para oír todo lo que el Señor te ha mandado.


Ok, pastores, maestros, evangelistas, profetas y apóstoles… aquí está el reto de nuestras vidas.


¿Que esperaba esa gente que estaba reunida en la casa de Cornelio cuando el ángel le dijo que enviara a traer a Pedro para que les enseñara lo que necesitaban saber sobre el Evangelio?


¿Cual era el anhelo del anfitrión cuando reunió a sus familiares y amigos para que estuvieran pendientes de recibir al gran apóstol Pedro que ni siquiera quería ir a ese “contaminante” lugar?


¿Por qué tanto interés en juntar a sus amigos en su casa solo para escuchar a un hombre?


¿Qué era tan importante como para invertir tiempo, recursos, espacio y abrir su casa para reunirlos para escuchar a un simple mortal como Pedro?


Todas esas preguntas vienen a mi mente para darnos cuenta de la gran responsabilidad que tenemos los que decimos ser llamados por Dios, para llevar buena Palabra de Dios a quienes domingo a domingo se reúnen en los templos a nuestro cargo para escuchar lo que Dios, no nosotros, tiene que decirles.


Pero no es así en una buena cantidad de templos.


Porque lo primero que les ponemos para que se quiten la modorra de haberse levantado temprano para conseguir los primeros lugares de la Iglesia es un artista que les quite el sueño, o un chistoso de moda para que les haga reír, o un payaso vestido de mujer para que les distraiga y es haga olvidar un poco el estrés de sus vidas.


Luego sube el “gran” siervo de Dios, que, a propósito, es “gran” o es “siervo” porque no veo que esa dicotomía sea la correcta.  Pero en fin, sube el siervo de Dios y empieza a lucir su reloj Rolex, su traje de tantos cientos de dólares, su dentadura llena de blanqueador dental, su botox en los pómulos y toda una parafernalia que le hace ver bien guapo.


Y empieza el show.  Las hermanas suspiran al verlo porque quieren que sus esposos lo imiten en su figura.  Los hombres se emocionan porque tienen a quien copiar en su corte de pelo y su estilo de vestir para sentir que son como su líder.


O sea queridos lectores, que tratan de imitar las costumbres de su pastor o apóstol pero no a Jesus como dijo Pablo. Lo imitan endeudándose cuando compran su moto parecida a la que tiene el ungido.  Compran su carro de la misma marca y se cortan el cabello como él para estar a su altura ministerial.  Es decir, le copian su estilo de vida pero por ninguna parte aparece eso de imitarlo en lo que él imita a Jesus porque no aparece por ningún lado.



 ¿Acaso no es triste este espectáculo? 


Eso es precisamente lo que está pasando hoy en día en la Iglesia de Jesus. Claro, si esto está sucediendo en esos lugares, lamento decirlo, pero no son iglesia. Son lugares de culto pero a la personalidad, a la música, al hedonismo ministerial y sobre todo, lugares de entretenimiento para mantener llenos los lugares y que lógicamente, al recoger la ofrenda, ésta sea abundante. Es decir, que paguen por el espectáculos que se les ha presentado, incluyendo una plática motivacional para que puedan desarrollar sus vidas al estilo del mundo.


¿Que hubiera sucedido si Pedro se asoma ese día en la casa de Cornelio con toda esa parafernalia ministerial?  ¿Se hubiera derramado el Espíritu Santo sobre los gentiles como en esa ocasión?  ¿Se hubieran sentido los amigos y parientes de Cornelio confrontados con sus vidas de pecado y convertirse al Señor?  ¿Se hubiera ocupado Pedro de bautizarlos a pesar de sus creencias raciales?


Ese es el estado triste de muchas congregaciones hoy en día.  El Espíritu Santo ya no se derrama sobre el pueblo que asiste a los templos.  Ya no hay confrontación con el pecado. Ya no hay almas convertidas al Señor.  Ya no hay deseos de bautizarse en agua porque sencillamente ya no hay desafíos a dejar la vieja vida y empezar un nuevo estilo de vivir en Cristo.


Ah, y por favor, por favor, no me vengan, estudiosos de la Teología, que eso fue para los primeros tiempos.  Para la Iglesia primitiva y que hoy los tiempos y la iglesia han cambiado. Si eso es cierto, por favor díganme cuando la Iglesia dejó de ser la Iglesia de Cristo. 


Las palabras de Cornelio siguen vigentes, amigos pastores: “Ahora, pues, todos nosotros estamos aquí presentes delante de Dios, para oír todo lo que el Señor te ha mandado”

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