¿QUIERES SER SANO?
Juan 5:6 “¿Quieres ser sano?”
En la sanidad del hombre del estanque Betesda hay una serie de preguntas englobadas en una sola.
Jesus le dice: ¿Quieres ser sano?. Es obvio que deseaba ser sano. Pero dentro de esa pregunta hay otras que el hombre necesita responder.
Porque la mayoría de nosotros los cristianos pedimos y pedimos sin comprometernos a nada. Le rogamos al Señor que nos levante de la pereza espiritual pero no damos ni un paso para levantarnos. Le pedimos que nos alargue los años, como Ezequías pero no le rendimos el honor y la honra que él merece. Pedimos sin dar nada a cambio. Y, aunque los milagros no están condicionados a recompensas o a un trueque, el Señor espera que nosotros hagamos algo después de haber sido bendecidos.
Este hombre fue acorralado por Jesus en una sola pregunta. Lo que el Espíritu Santo me permite ver dentro de esa pregunta es algo que me impresionó y me hizo ver que para mí también hay preguntas que debo responder. Porque cuando la Escritura es abierta para leerla, hay un diálogo silencioso entre ella y el lector. En ese caso, el lector fui yo, así que ese diálogo fue entre la Escritura y mi corazón.
El hombre ha estado postrado durante 38 años. Le faltaban dos solamente para cumplir el tiempo que los israelitas habían vagado por el desierto antes de morir allí y la nueva generación entrara a su tierra prometida.
38 años postrado, inservible, sin producir nada más que lástima. 38 años esperando que otros le levantaran para meterlo al agua del estanque. 38 años queriendo que otros le sacaran las castañas del fuego. Él no hizo nada durante todos esos años. Fue un paria, un bueno para nada. Nunca hizo una oración. Nunca pidió ayuda. Nunca clamó por su sanidad.
Y ahora llega Jesus y lo confronta como lo hace con nosotros. Porque la pregunta que le hizo a ese hombre nos la hace a nosotros. Y claro, también espera que le demos las respuestas a todo lo que esa famosa pregunta implica.
¿Quieres ser sano realmente? Porque si te sano tus finanzas, tendrás que diezmar, por ejemplo.
Si te sano tendrás que salir a trabajar y producir para tu familia. Si te sano tendrás que levantarte de tu lecho, de tu pereza, de tu conformismo, de tu dependencia de otros, tendrás que valerte por ti mismo.
Si sano tu matrimonio tendrás que empezar de cero. Tendrás que empezar a amar y honrar a tu pareja. Si te doy un hijo tendrás que dedicarlo a mi para que me sirva y sea de mi Reino. Si arreglo tu vida tendrás que servirme, como la suegra de Pedro. ¿Que dices? ¿Hacemos el trato?
Esas preguntas están escondidas, -como siempre-, en la enseñanza de Jesus hacia este hombre. Y lo mismo nos pregunta a nosotros: ¿Queremos ser realmente pastores? ¿O simples predicadores y repetidores como ecos de otras voces? ¿Queremos sinceramente ser maestros de la Palabra o sencillamente evangelistas que repiten y repiten el mismo mensaje a sus oyentes? Porque -pregunta Jesus-, si te hago un verdadero pastor, tendrás que enseñar lo que Yo enseño. Tendrás que lastimar gentes con Mi verdad y no la tuya. Tendrás que lavar pies como lo hice Yo. Tendrás que rendir cuentas a otro pastor que te enseñe. Si quieres que te use, tendrás que ser el hombre que debes ser y no una copia de alguien que no soy Yo.
Yo -dice Jesus-, estoy dispuesto a sanarte, a levantarte como un victorioso vencedor de batallas, estoy dispuesto a restaurar tu ministerio, haré que tu esposa vuelva a casa, que tu esposo regrese a tu hogar y deje a la otra mujer, haré que te aumenten el sueldo, pero… ¿Estas dispuesto a hacer los cambios necesarios?
Si es así, toma tu camilla y levántate. No, no esperes que yo te levante de tu postración. Empecemos desde el principio: levántate tú. Haz el esfuerzo. Yo te daré las fuerzas pero el resto lo haces tú.
Interesante, ¿verdad? ¿Cuales han sido sus respuestas, querido lector?
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