DOS MUJERES
2 Reyes 5:2 “Y habían salido los arameos en bandas y habían tomado cautiva a una muchacha muy joven de la tierra de Israel, y ella estaba al servicio de la mujer de Naamán”
Daniel 5:10-11 “La reina, al enterarse de las palabras del rey y de sus nobles, entró en la sala del banquete y tomando la palabra, dijo… Hay un hombre en tu reino en quien está el espíritu de los dioses santos…”
¡Ah… las mujeres!
Son tan lindas, tan especiales, tan hermosas y sorprendentemente insoportables cuando se les mete una idea en la cabeza que si el hombre no les hace caso, ellas verán como la llevan a término, aunque eso le cueste más de un disgusto a su esposo.
Las mujeres son lo más parecido a Dios. Son tiernas, amables, amorosas aunque también son vengativas como la que más. No tratemos de engañarla porque no lo soportan. La mujer todo lo cree, todo lo espera y todo lo aceptan, menos la mentira.
Ocúltele un secreto y ya tiene para que peligrosamente le saque los ojos hasta que le confiese la verdad. No se quedará tranquila hasta que usted o yo satisfagamos esa necesidad. Así como nos sacan las canas verdes, también son capaces de sacarnos las lágrimas. Algunas de cólera y enojo y otras de tristeza y nostalgia.
No le toque a uno de sus hijos porque se volverá como una osa que los defenderá a capa y espada. No inquiete a su esposo porque se volverá una leona enfurecida por defenderlo. La mujer no tiene límites para amar pero también para rechazar. Que no llegue a conocer a la mujer que tanto le escribe mensajes en el chat porque será capaz de ir a conocerla personalmente y si es posible, soltarle un su par de bofetadas. A mí nadie me quita lo que es mío seguramente le dirá.
Sin embargo, aún tiene un secreto bien guardado bajo la manga. Es un as que no tenemos los hombres. Ellas tienen un sexto sentido para observar. Algunas veces lo hacen en silencio pero cuando tienen que ayudar, lo hacen sin tapujos. Aunque les cuesta a veces un regaño.
Eso es lo que tenemos en estos dos episodios de la Escritura.
En el primero, vemos a una muchacha que trabaja en los oficios domésticos para la esposa de Naamán. Ha pasado un buen tiempo observando cada vez con más frecuencia, que el famoso general está dejando su ropa manchada de sangre. Grandes trozos de sangre coagulada se pegan a su ropa y cuando las mete a la lavadora se da cuenta que el general tiene una enfermedad que es muy conocida en aquellas latitudes. Tiene lepra. Aunque su uniforme le permite ocultarla, la muchacha de pronto siente el deseo de ayudar. Le brota de su interior lo que toda mujer tiene: Ternura. Apoyo a sus jefes. Y es cuando le sugiere a su jefa que le diga a su esposo el general que vaya a ver al Profeta que hay en su país Israel para que lo sane.
Una muchacha del campo, sirvienta y empleada es la protagonista invisible de este milagro que sucede en la casa donde trabaja. Ella no sabe nada de teología, de escatología ni nada de eso. Nunca ha ido a un seminario bíblico ni ha sacado ningún diplomado en Alta Crítica. Lo único que sabe es ayudar. Y sabe donde encontrar la ayuda que su jefe necesita.
Su sentido de observación ha salvado a un hombre poderoso y valiente pero leproso. No sabemos que pasó luego de haber hablado con su jefa. Lo que sí sabemos es que Dios fue glorificado a causa de un sentido de observación de una muchacha que luego pasa al anonimato.
La otra mujer es la esposa de un potentado. Belsasar era el Faraón de aquel momento. Tuvo un sueño y nadie se lo podía interpretar. Al hombre le temblaban las rodillas, se le secó la boca y perdió el apetito. El sueño era tan misterioso que ninguno de sus brujos pudo darle la interpretación. Ya estaba entrando en pánico, cuando su esposa entró en acción.
¡Cuando no las esposas! ¿verdad?
¿Desde cuando estuvo la esposa del Faraón observando a Daniel? ¿Como supo que este hijo de Israel sabía interpretar sueños? ¿Serían sus amistades del club de damas las que le habían contado de las proezas de este profeta de hacía varios años atrás? Sabemos que las mujeres son supersticiosas. Seguramente ella habría estado viendo y escuchando como este hombre tan especial sabía dar consejos sabios, interpretar sueños y ver visiones del Cielo.
Fue una mujer quien tranquilizó al esposo abatido por el sueño de la pared. Aunque la interpretación no era en nada favorable al rey, la esposa cumplió con su deber de hacer la conexión perfecta para que la visión fuera aclarada.
¿Le hace caso usted a su esposa cuando le sugiere algo? ¿Le toma en cuenta sus aportaciones y sus consejos? ¿Acepta que ella, como mujer, tiene una perspectiva diferente de las personas?
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