CENTINELA


Ezequiel 33:7 “Y a ti, hijo de hombre, te he puesto por centinela…”


En este pasaje de la Escritura hay una tremenda responsabilidad para nosotros los pastores. No es para los evangelistas ni para los predicadores itinerantes sino solo para los pastores.  Lamentablemente, una pobre interpretación de la Palabra de Dios ha provocado que muchos pastores no sean los centinelas de su congregación.


Ezequiel ha escrito: Yo -dice Jehová-, te he puesto por centinela del pueblo. Si el centinela ve venir al enemigo, toca la trompeta para avisar y nadie hace caso, todos los que mueran por la espada, su sangre caerá sobre ellos porque fueron avisados y no hicieron caso. Y tú salvarás tu vida.  Pero si tú, el centinela ves venir al enemigo y no tocas la trompeta, todos los que mueran por no haber sido avisados serán salvos, pero tú, por no haber tocado la trompeta serás responsable de su sangre de ellos  y perderás tu vida.


Bien.  ¿Cuantos pastores no tocan la trompeta a los padres de familia porque sus hijos se están desviando de la vida de santidad?  ¿Cuantos pastores han dejado a la deriva a su congregación para que cada quien haga lo que quiera, sin tocar la trompeta que avisa que el enemigo de su matrimonio está acechando su hogar?


Es lógico entonces que ese pastor tendrá que rendir cuentas de esos hijos que se perdieron por no haber sido responsables de avisar del peligro. Pero si avisando, los padres no obedecieron y sus hijos perecen en el pecado, el pastor habrá salvado su vida y la familia que no obedece llevará su castigo.


Comprender realmente el papel fundamental del centinela puesto por Dios es una gran responsabilidad personal. Y no se circunscribe solamente a la doctrina pastoral, también tiene que ver con como manejan sus finanzas los congregantes, como se comportan en sus hogares, como se dirigen a sus cónyuges y a sus hijos, como es su conducta fuera de las paredes de la Iglesia.


El centinela es una rol parecido al soldado que monta guardia en la garita del cuartel. Está allí para observar el camino, las sombras de la noche, el acercamiento de cualquier enemigo que pueda hacer daño a quienes están dentro de la base militar.  El centinela no tiene derecho de dormir mientras otros descansan confiados en que está listo para dar la voz de alarma ante cualquier peligro que amenace la paz y seguridad de los soldados que están descansado.


Toda la confianza de la base militar está puesta en el centinela que hace su guardia en la garita. 


De igual forma funciona la Iglesia. Pero tristemente, muchos centinelas están ocupados haciendo otras cosas que no les compete y han descuidado a sus rebaños y han provocado que muchos jóvenes caigan en el pecado por no advertirles del peligro. Muchas señoritas han quedado embarazadas sin casarse y se han quedado como madres solteras cargando a sus espaldas la crianza y manutención de un hijo bastardo por la negligencia de un pastor o centinela que no les advirtió del peligro que amenazaba sus vidas.


Creo que estos versos de Ezequiel nunca antes han tenido tanta importancia como hoy que e mundo está en caos, cuando la sociedad amenaza la seguridad e identidad de tantos hogares llevando a sus hijos a querer imitar a sus ídolos que son homosexuales, lesbianas, góticos y llenos de tatuajes por no haber escuchado nunca una advertencia sobre esos peligros.


La iglesia ha descuidado este papel porque a los pastores o les da miedo hablar abiertamente del tema, o porque no quieren ofender a los que les diezman y ofrendan para sus gastos. Tienen temor de señalar el peligro de un adulterio, una fornicación o una caída en drogas a las familias que se sientan frente a ellos esperando, como dice Malaquías, que el Sacerdote les enseñe la Ley de Dios.


Creo que es tiempo que los pastores sean realmente lo que debemos ser: Centinelas de una congregación en constante peligro y no solo elocuentes transmisores de información. No somos periodistas, mis queridos compañeros de milicia para transmitir noticias bíblicas. Somos centinelas y tenemos un gran responsabilidad ante el Dios que nos tuvo por merecedores de tal privilegio. 

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