ELLA DIJO "SI"

 Génesis 24:58 “Y llamaron a Rebeca, y le dijeron: ¿Irás tú con este varón? Y ella respondió: Sí, iré”


El matrimonio es un paso de fe. Se necesita mucha fe para que la mujer diga “si, si quiero” y de parte del hombre -pero del verdadero hombre-, mucha más fe para creer que podrá soportar los rigores que el matrimonio exige: fidelidad. Esfuerzo. Provisión. Protección. Cuidado y servicio. 


Cuando el siervo de Abraham le pidió a la familia que le dieran a la muchacha para llevarla a la casa de su dueño, el hermano Labán y el padre le hacen una única pregunta y ella responde con una única respuesta. “¿Te vas con él?” y ella, sin dudar, respondió: “Si, me voy”. 


¿Sabía ella a qué lugar de la tierra se iba a ir a vivir? ¿Estaba segura de poder vivir fuera del seno materno? ¿Sabría ella que el carácter del esposo iba a ser el correcto? ¿Que iba a ser tratada con la dignidad y el respeto que se merecía? ¿Que iba a tener a su lado a un hombre fiel, fuera de las costumbres “normales” de su época? Muchas preguntas para responderlas en un minuto. Sin embargo, de acuerdo a la lectura de la Escritura, ella no lo pensó ni una vez. Fue una respuesta de fe. De abandono de su terruño, sus costumbres, su casa, sus dioses y su comodidad. Esa fe es admirable en Rebeca. Por algo es una de las matriarcas del pueblo de Israel. Un ejemplo de fe, de decisión, de arrojo. De valor.


Era lo que necesitaba Isaac como esposa. Este muchacho fue criado bajo los parámetros del temor a Jehová. E iba a necesitar a su lado a una mujer que llenara también ese perfil. Que conociera de primera mano al Dios del pueblo de su esposo. Es admirable como Dios fue formando los dos hilos conductores que los llevó a unirse en una sola carne para la posteridad.  Un ejemplo de esto lo tenemos cuando Isaac se dio cuenta que su esposa era estéril. No podía concebir hijos. Pero, a cambio de lo que hicieron sus ancestros, Isaac no se buscó otra mujer para que fuera madre de sus hijos. No. Lo que hizo lo pone en un pedestal de fe: Fue el único patriarca que oró por su esposa. Y Dios lo escuchó. 


¿No les parece maravilloso saber que nuestros matrimonios son un pacto de fe del uno para con el otro entonces? No, no somos perfectos eso está claro. Pero tenemos fe en Dios en que llegaremos al final como empezamos: creyendo en la ayuda de nuestro Amigo el Espíritu Santo.


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