LA ORDEN DEL GENERAL

 Deuteronomio 28:2  “Y todas estas bendiciones vendrán sobre ti y te alcanzarán, si obedeces al SEÑOR tu Dios”


La historia nos cuenta que el General San Martín, libertador suramericano, en su cuartel había dado una orden: Nadie podía entrar a su oficina con las botas puestas para no dañarle su querida alfombra de pelo de camello. Firmada y sellada de su puño y letra, esa orden debía ser cumplida a costa de un severo castigo a quien no la cumpliera.


Una mañana, el General San Martín quiso entrar a su oficina y el cabo que estaba a la puerta haciendo guardia lo detuvo y le dijo: “Lo siento, mi General, usted no puede entrar con las botas puestas”. El General, sorprendido, le responde: “Pero es mi oficina, y además, soy el General del cuartel”  El cabo le responde: Es cierto, pero usted mismo dio la orden que nadie puede entrar con las botas puestas y yo debo cumplir su propia orden. En ese momento, el General llamó a un Capitan y le ordenó: ¡Capitán, cambie de lugar a este Capitán y ponga otro cabo en su lugar!


El cabo que obedeció la orden, en ese mismo instante fue promovido al grado de Capitán por una sola razón: Fue obediente a la orden de su General. 


Hay bendiciones que nuestro Dios nos ha prometido pero no llegan a cumplirse en nuestras vidas por una sola razón: No obedecemos sus órdenes. No somos obedientes y en consecuencia no somos merecedores de que nos promuevan en los ejércitos celestiales y vengan sobre nosotros las promesas de nuestro Buen Dios.


Entonces, ¿queremos ser bendecidos? Solo se espera que obedezcamos. 


SOLI DEO GLORIA



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