JESUS Y SU CASA
2 Samuel 6:10-12 “Y David no quiso trasladar el arca del SEÑOR con él a la ciudad de David, sino que la hizo llevar a la casa de Obed-edom geteo. 11 Por tres meses permaneció el arca del SEÑOR en la casa de Obed-edom geteo; y bendijo el SEÑOR a Obed-edom y a toda su casa. 12 Y se dio aviso al rey David, diciéndole: El SEÑOR ha bendecido la casa de Obed-edom y todo lo que le pertenece a causa del arca de Dios”
Dios ama visitar casas. Cuando Abram estaba sufriendo los peores dolores después de su circuncisión lo fue a visitar a su tienda. A Nicodemo le dijo: “Necesito ir a tu casa”. A Marta y María constantemente les visitaba en su casa. Y Obed edom no fue la excepción. Después del fracaso en el caso de llevar el arca del Señor, David no supo qué hacer. Pero cerca de allí vivía este granjero que no esperaba nunca la visitación de Dios. Y sucedió lo impensable: un edomita fue bendecido por la visita del mismo Dios. Tres meses fueron suficientes para cambiar la vida de esta familia. Tres meses de disfrutar la provisión sobreabundante de las Misericordias del Señor al ver sus ganados, sus frutos, sus campos y toda su casa abundar en todo lo necesario.
¿Por qué no se repite ese milagro hoy en día? ¿Por qué tanto cristiano tiene que trabajar duro para poder ganar unos cuantos centavos cada mes? ¿Por qué tantos matrimonios están siempre buscando como llevar el pan a sus mesas sin lograr más que lo justo para sus tres comidas? ¿Será que Dios ya no es el mismo como lo fue en la casa de Obed?
No. Dios no ha cambiado. Él es el mismo de ayer de hoy y de siempre. Los que hemos cambiado somos nosotros. Ya no llevamos al Señor a nuestras casas. Lo dejamos en el templo a donde fuimos el domingo un par de horas y el resto de la semana nos olvidamos de él. Nos hemos vuelto tan materialistas que desde que sale el sol hasta que se pone nos dedicamos a nuestros asuntos sin tomar en cuenta al Dios que es toda Bondad. Si pudo cambiar la vida de Obed, de Abram, de Marta, María y Lázaro y la de Zaqueo fue por una razón: Porque fue aceptado en sus casas. No fue en el Templo, no fue en público ni en la parafernalia religiosa de sus vidas. Fue en lo privado de sus casas, en la intimidad de sus hogares en lo sencillo de sus vidas familiares. Dios siempre está dispuesto a ir a su casa. El quid es si usted lo quiere llevar.
SOLI DEO GLORIA
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