LA IGLESIA

Lucas 22:42 “Padre, si es tu voluntad…”


Bueno, las cosas están mejorando. Cada dìa hay menos contagiados, menos muertos y parece que todo está volviendo a la normalidad.  Los negocios están abriendo sus puertas.  Las empresas están volviendo a recibir a sus empleados, las oficinas nuevamente están limpiando sus escritorios y los vendedores están regresando a las calles. Ah, y las iglesias también están abriendo.


¿Las iglesias están abriendo también? ¿O sea que la Iglesia estuvo cerrada todo este tiempo? 

Y entonces, ¿qué hicimos mientras nuestro local estuvo cerrado?  Porque a mi entender, la Iglesia que tenemos el privilegio de pastorear con mi esposa, nunca estuvo “cerrada”.  La Iglesia estuvo en sus hogares, viviendo lo que se ha aprendido durante 25 años continuos. Viviendo la fe que hemos aprendido a practicar, la santidad que se nos ha exigido, la alta moral que riñe con la del mundo.  La Iglesia ha permanecido oculta en sus cuatro paredes en donde las esposas tuvieron la bendición de compartir con sus esposos, sus hijos y sus familias màs cercanas. Lo que estuvo cerrado fue el edificio, mis amigos, pero no la iglesia. Porque Iglesia es un Cuerpo. Y aunque no haya edificio donde albergar el Cuerpo, este sigue siendo lo que es.  A menos, claro está, que usted haya equivocado los términos y haya dejado de orar, de practicar la fe, de compartir el pan, de enviar uno que otro mensaje de aliento a alguien, que haya dejado de enviar sus ofrendas para cumplir sus deberes cristianos, que haya dejado de practicar sus desafíos espirituales. O sus ejercicios de fe. 


Disculpe, pero si usted dejó de hacer lo que tenía que hacer mientras el edificio estuvo cerrado porque pensò que al “regresar a la iglesia” voy a recomenzar, mmmm, o no le hemos enseñado bien o usted no ha aprendido bien. 


La Iglesia nunca se cerro, mis queridos lectores. Lo que estuvo cerrado fue el edificio donde se reúne la Iglesia, así, con mayúsculas. Porque la Iglesia somos aquellos que hemos creído en Jesus, que tratamos de honrarlo, obedecerlo y apartarnos para Èl.  Los que comprendimos que el vestido es una cosa y el Cuerpo es otra.  Eso fue lo que pidió Jesus aquella noche en el Huerto: Padre, voy a dejar este mundo, pero no dejare a los que están en el mundo. Entonces, ¿va usted a “regresar” a la iglesia o al edificio? ¿La pandemia los hizo abandonar la Iglesia?  Lo lamento por ustedes.  Los amo, pero lo lamento. No es así la cosa. 


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