VAMOS A PONERNOS SERIOS


 Vamos a hablar claro, mis amigos.  Muchos evangélicos abandonan la fe cuando se dan cuenta que el Señor Jesus no les responde sus peticiones como ellos esperan.  Nos fabricamos una suerte de fe que no tiene nada que ver con lo que Èl es y nos promete.  No llenamos, por así decirlo, sus expectativas del por qué lo seguimos o estamos buscándolo.


En uno de los Evangelios está la base para este supuesto:  Un buen poco de gente había estado siguiendo a Jesus a donde quiera que Èl iba.  Si a los valles, los montes o tenían que cruzar el mar o el lago no se amedrentaban con tal de estar escuchando sus sermones. Todo parecía espiritual. A simple vista, esa cantidad inmensa de gente la desearían muchos predicadores de hoy en dìa para sus templos.  Quizá en sus rostros se veía reflejada la esperanza de la vida eterna, se palpaba la espiritualidad que seguramente había dentro de ellos, su insistencia de seguirlo a donde fuera que Èl se cambiaba continuamente, era admirable.  Pero un dìa Jesus se puso serio con ellos.  Después de predicar su mensaje como solía hacerlo, les descubrió sus verdaderas intenciones.  Después de hablarles las cosas del Reino de su Padre Dios, después de llevarlos a través de sus Palabras al quinto cielo, seguramente hizo la oraciòn final como se acostumbra hoy en dìa… y los despidió. Que les vaya bien, hermanos. Nos vemos en la siguiente parada seguramente les dijo. Tengan cuidado en el camino. Cuando crucen las calles vean para todos lados. Feliz noche y que duerman bien.


Ellos se quedaron estupefactos porque nunca los había despedido así.  Así de esa manera tan brusca.  Se quedaron boquiabiertos al verlo actuar de esa manera tan extraña. Seguramente hasta sus discípulos se quedaron sorprendidos por su conducta tan rara. ¿Qué les dijo Jesus que sonó discordante con sus acciones anteriores? He aquí sus palabras: “Ustedes me buscan porque les doy de comer”.  Ustedes no me buscan porque soy el Hijo de Dios.  Porque les estoy ofreciendo la vida eterna.  Porque les estoy dando la oportunidad de perdonarles sus pecados y que empiecen una nueva vida. Ustedes me siguen por la comida que perece, no por la que alimenta el alma. Por la Palabra que debe cambiar sus paradigmas y ser mejores esposos y mejores esposas. No, esta vez no hay panes ni peces. Si me van a seguir serà porque me aman, porque aman mi Palabra y porque quieren aprender a vivir de otra manera.  Porque quieren ser hijos de mi Padre Dios y no solo seres que piensan en como llenar su estómago. No, mis queridos, hoy no hay milagros porque el verdadero Milagro es llenar su corazón con mis enseñanzas que transforman y cambian las vidas de quienes las escuchan.


¿Y nosotros? ¿Por qué seguimos a Jesus? Bueno sería como escribió Habacuc: “Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya fruto…”


SOLI DEO GLORIA


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