LOS VERDADEROS LEONES
Cuando era niño, mi mamá nos llevó a mis hermanos y a mi una vez al zoológico a ver a los animales que estaban allí enjaulados. Ibamos emocionados y alegres porque por primera vez íbamos a ver a los chimpancés, monos, avestruces y especialmente a los leones en sus jaulas. Verlos en su perezoso caminar vuelta tras vuelta en su jaula era emocionante para mi en aquel entonces. Observar a los chimpancés sentados horas y horas sin nada màs que hacer que comer y dormitar fue una experiencia inolvidable. Cuando visitamos la hondonada del elefante fue una experiencia brillante que duró por muchos años en mi mente. Fue un paseo muy electrizante en aquel entonces. Ver a los cuidadores darles su comida fue cautivante.
Pero ahora que soy adulto y veo los programas de Animal Planet que me muestra a los leones, en su hábitat natural, me doy cuenta que cuando fui niño y me los mostraron en sus jaulas me engañaron. Me engañaron porque el león que yo vi en la jaula no era un león. Era una caricatura de león. Era un león domesticado, anulado en su propia vida, esperando que su cuidador le diera de comer lo que èl quería que comiera y la cantidad que èl quería darle. El león que yo vi en aquella oportunidad era un animal de peluche girando en su reducido espacio. El gorila no era gorila, era un ser extraviado, con una mirada perdida en algún punto del horizonte, sin emociones, sin expresiones propias de su especie.
Muchos evangélicos se han vuelto como esos animales (perdón por el parangón), con una mirada perdida en algún punto de su vida. Viven enjaulados en sus propias jaulas evangélicas, no han aprendido a cazar, no han aprendido a ser libres para ir por la selva de la vida demostrando su valor y su intrepidez. No son leones de guerra, no le rugen al diablo porque en sus jaulas no hay peligros que vencer. No hay presas que perseguir, no hay sueños ni proyectos que alcanzar. Los leones del zoo no tienen su melena elegante y brillante por el sol, tienen su pelaje opaco, sin brillo, sin esa sedosidad que solo el aire libre puede dar. Por eso no son leones de verdad. Son simples hologramas. Porque los verdaderos leones rugen, atacan a sus enemigos y persiguen sus presas hasta ganar su premio.
Me pregunto si es por eso que a Jesus se le llama El León de la Tribu de Judà. Porque no permitió que el Diablo lo enjaulara y le quitara su derecho a la libertad. Y creo que lo mismo quiere Èl para nosotros. La fe es no permitir que nadie nos enjaule y que nos pongan cuidadores que nos den de comer en la boca. Debemos aprender a pelear por nuestra salvación. Perseguir nuestros milagros, ganarnos el premio, rugir de gozo y alegría.
Tristemente, y lo digo con respeto, la Iglesia se ha convertido en una inmensa jaula en donde muchas personas se han auto aislado para sentirse seguros dentro de sus cuatro paredes, pero fuera de ella no saben como defenderse, no saben atacar, no son leones de presa sino ellos mismos son presas fáciles de sus enemigos.
Los leones domesticados se olvidan de como cazar porque se han acostumbrado que sus cuidadores les lleven su comida a sus jaulas, es lo mismo que decir que no saben leer sus Biblias porque sus cuidadores la leen por ellos. Viven dando vueltas y vueltas alrededor de su religión monótona y aburrida y se acostumbran a los barrotes creyendo que el mundo se reduce a eso. A cuatro paredes y que fuera de ella no existe nada màs. No saben comportarse adecuadamente en sociedad, no saben vivir en condominios, no saben como reaccionar ante las discrepancias de la vida, no saben como ser de bendición porque ellos mismos no conocen la verdadera Bendición que Dios prometió a los herederos de Abraham.
Una de mis enseñanzas a los miembros de mi congregación es que la iglesia debe ser una escuela: En la escuela se aprenden las materias que nos van a servir para la vida fuera de las aulas. Tristemente, la iglesia no enseña estos principios a sus miembros. Los enseñan a ser santos dentro del Templo, a orar y cantar en sus cultos, pero cuando salen del edificio y se quedan sin un lugar donde reunirse, ya no saben como hacerlo sin que haya un “director” que los vaya guiando con sus himnarios en la mano. Es asombroso cuantos, después de tantos años ni los coritos se aprenden de memoria, necesitan que se les recuerde semana tras semana los dìas de culto, las actividades de la semana y que no se les olvide llevar su Biblia y su himnario, todo porque la misma iglesia les a atrofiado su libertad de pensamiento y discernimiento.
En esta pandemia tenemos que reinventarnos a nosotros mismos como cristianos. Dejar de consentir a los leones y permitir que aprendan a ser animales de presa, que aprendan a desarrollar su instinto de vencedores, su instinto de conquistadores y ser paradigmas para sus propia prole. Para eso nos alcanzó Jesucristo, para ser màs que vencedores.
SOLI DEO GLORIA
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