SAULO

         

Hechos 7:58 “Y echándolo fuera de la ciudad, comenzaron a apedrearle; y los testigos pusieron sus mantos a los pies de un joven llamado Saulo”

Se han hecho películas sobre este doloroso episodio del primer mártir del Nuevo Testamento. Se habla mucho sobre el martirio de Esteban, incluso se toma de ejemplo como fortaleza y fe en el llamado de Dios para nosotros.

Y es que públicamente el protagonista de la historia es precisamente el mártir creyente en Jesus. Se habla de su discurso sobre cómo se expresó tan sabiamente sobre los hechos del Señor en el Antiguo Testamento.

El rechazo de las autoridades de la religión establecida en aquellos tiempos. Las piedras. El Cielo abierto y la conducta tenaz y valiente del joven mártir son motivos de estudio por muchos años en la iglesia. 

Y todo eso es cierto. Tiene su valor.

Pero yo quiero presentar una metalectura del mismo relato. Porque escondida en esa triste y hermosa historia de lo que es la fe, hay una perla escondida. Vamos a escarbar un poco màs profundo en ese relato.

En medio de la multitud que está haciendo toda la bulla, los reclamos, los legalistas y religiosos que no aceptaban que se les confrontara, hay un joven fariseo. Se llama Saulo. Es un fariseo de pura cepa. Está observando la conducta del mártir que en lugar de insultar a sus verdugos, los bendice. En vez de hacer reclamos para que le perdonen la vida, màs los azuza al decirles la Verdad de Dios. Saulo está en silencio, guardando la ropa de los que están tirando piedras. Está de acuerdo con ellos en que hay que acabar con esa lacra de gentes sin educación que han blasfemado del Dios de Israel. Son personas que hay que quitar del vecindario porque no comparten sus vicios religiosos. Hay que evitar que otros sean como este ignorante que debe ser apedreado hasta morir porque personas como èl, han dejado sus tradiciones, fiestas sagradas y leyes que deben regir la conducta de todo judìo.

Saulo está de acuerdo en todo. 

Pero también, en algún momento del tormento, algo empieza a carcomer el alma de Saulo. Se queda aparentemente impávido observando como sus paisanos están martirizando a ese joven que se atreve a desafiar al dolor, a los golpes, las piedras y que con una leve sonrisa en los labios alza sus ojos al Cielo y parece estar viendo algo que Saulo no termina de comprender. 

Saulo está, en silencio consigo mismo, analizando como buen fariseo y religioso, como es que ese muchacho aguanta tanto por un hombre  que dijo que era el Hijo de Dios y que hace poco murió en una cruz. Se pregunta indudablemente, de donde saca esa fuerza interna para soportar la muerte por lapidación sin siquiera defenderse. Saulo está siendo confrontado internamente con su base teológica. Con sus columnas que la Ley no le ha enseñado. Saulo está siendo puesto en una encrucijada por el testimonio de ese muchacho que se atreve a romper los paradigmas religiosos de su tiempo.

En la mente de Saulo hay una confusión de pensamientos. Ni Shamai ni Hillel -los maestros de Israel por antonomasia-, le han enseñado nada de lo que ese joven menciona. Es cierto, conoce la Torah. Conoce la Ley. Es experto e intachable en su vida religiosa. Jamás ha comido cerdo. Nunca ha insultado a nadie. Ha cumplido la Ley perfectamente. Pero este muchacho le está moviendo sus cimientos. El testimonio de ese joven le está haciendo ver que hay otro Camino que èl no conoce y que se niega a conocer.

Saulo, en ese espectáculo de sangre y dolor, fue vulnerado en su fe. La sola presencia de Esteban recibiendo pedradas con una sonrisa en sus labios provocó que el gran Saulo de Tarso se convirtiera después en el gran Pablo, instrumento de Jesus. Perito arquitecto de la Iglesia de Cristo. Todo por el testimonio valiente de un joven como Esteban.

Lo están observando, mi querido hermano. Los fariseos de este tiempo están observando qué hace usted en su casa, como se comporta, como “aguanta” sin gritar ni proferir insultos. En su vecindario hay algún saulo que necesita ser transformado por su vida que está siendo observada.

SOLI DEO GLORIA

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