MOISES

Deut. 34:10 “Y nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés, a quien haya conocido Jehová cara a cara”
El aislamiento es el terreno señorial de las almas superiores.  La gloria vive en esa cima como los sueños.  Y es en esas soledades donde el pensamiento abre sus grandes flores mágicas.  El silencio es como el Lotus, genitor de quimeras encantadas.  La sabiduría es flor de aislamiento y de tristeza.  Hombre aislado es hombre fuerte. La fortaleza no está solo en los músculos, también está en conocerse uno mismo. Hacer una introspección para darnos cuenta que no somos lo que creemos que somos. O lo que los demás creen de nosotros. Es en la soledad del desierto en donde encontramos la verdadera oportunidad de ver a Dios cara a cara y poder ver en su Majestad nuestra naturaleza y no levantarnos como estatuas vivientes ante los demás.
Dice la Biblia que no ha habido otro gran hombre como Moisés. Excepto Jesús, nadie ha superado a este hombre. El pueblo de Israel lo tiene como uno de sus paradigmas y lo estudian año tras año a través de sus escritos en los Parashot y otros relacionados con él.
Para ser siervo del Señor hay que tener conciencia de lo que somos. No somos perfectos. No estamos a la altura de la demanda que Dios hace para cada uno de nosotros. Y Dios es tan hermoso y bueno que nos deja ver las miserias de nuestra propia alma. Creernos superiores a otros, creernos de un linaje especial por sobre los demás, apartarnos del resto de humanos que van a la Iglesia en busca de consuelo porque creemos que ya lo tenemos todo, es una vil torpeza que nos dará como resultado humillación y desencanto.
La alta estima que la Biblia tiene por Moisés no es debido a su propia naturaleza. Es debido a que fue un hombre obediente al Señor que lo llamo a su servicio siendo él un tartamudo e inútil. Todos conocemos su resistencia al llamado de Dios en la Zarza. Todos conocemos su imperfección que la Biblia no oculta para darnos una buena lección de ética cristiana. Lo maravilloso de la Biblia es que no esconde las debilidades de sus siervos. Si mi nombre y mi historia estuvieran escritos en la Biblia nadie creería en mi llamado. Dirían todo lo que se dice cuando nos enteramos de las fallas de otros, sin darnos cuenta que no somos mejores ni peores que los héroes del Antiguo Testamento.
Amo estudiar la familia. Amo estudiar la conducta humana. Amo estudiar la personalidad que se esconde dentro de cada evangelista. Se me ha regalado el privilegio de ver debajo de la tinta lo que realmente se ha escrito en los evangelios. Y todo para poder mejorar mi propia vida y las de los que me permiten influir para que no se sientan fracasados. No es justificar nuestras bajezas, es simplemente que si Dios no los desecha a ellos, tampoco lo hará con el pastor que se siente fracasado porque su familia no responde como él espera. O su esposa no da la talla que él espera. Todo tiene una razón. Toda moneda tiene dos caras.
Moisés no fue perfecto familiarmente. Tuvo sus grandes errores. Para empezar, cuando Dios lo llama, Sèfora circuncida a su hijo. ¿Qué pasó con Moisés que no lo había hecho? ¿Acaso no era obligación del padre de familia circuncidar a sus hijos a los ocho días de nacidos? Luego la abandona para que regrese a la casa del suegro mientras él sigue el camino a Egipto. No supo nada de ellos durante varios meses hasta que Jetro les lleva a su esposa e hijos para que se encargara de ellos. Su familia había estado sin él durante tanto tiempo que podemos ver que ni su esposa ni sus hijos aparecen en su ministerio. Los tiene relegados a tal grado que es Josué quien le hereda la responsabilidad de introducir a Israel a la tierra Prometida. ¿Qué pasó con sus hijos? ¿Cómo es que no aparecen en su historia? Pero aún hay más. Éxodo 18:7: “Y Moisés salió a recibir a su suegro, y se inclinó, y lo besó; y se preguntaron el uno al otro cómo estaban, y vinieron a la tienda” ¡Ajá! Besó a su suegro, lo abrazó, lo invitó a su tienda y comió con él. Pero… ¿Por qué no beso a su esposa? ¿Por qué no besó a sus hijos? ¿Por qué no cenó con ellos también? ¿Por qué no platicó con ella? ¿Cómo es que a pesar del tiempo que tenían de no convivir, en lugar de darle a ella y a sus hijos la prioridad, se la dio a su suegro? ¿Qué harían cuando se quedaron solos esa noche? ¿Platicaría Moisés con sus hijos Gerson y Eliezer? ¿Oraría por ellos? La Biblia no lo dice, pero leyendo el resto del capítulo me entero que a la mañana siguiente los festejos siguieron siendo para Jetro sin tomar en cuenta a la familia de Moisés. Sabemos que Moisés se casó por segunda vez. ¿Lloraría por la muerte de Sèfora? ¿Quién educó y enseñó a sus hijos el camino del Señor?
Moisés vio a Dios cara a cara. Pero no pudo ver a su familia a los ojos. ¿Y pretendemos decir que nosotros somos mejores que este gran Moisés? ¡A ver qué dicen los teólogos misóginos!

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