EL PADRE
Hoy en dìa estamos viendo una falta total de padres en nuestra juventud.
Claro, estoy hablando de padres padres. No de simples engendradores de hijos y que luego dejan abandonados a su suerte.
La falta de padres la estamos observando en la poca educación de los hijos. Hoy usted los encuentra en las calles y avenidas de nuestra ciudad camino al colegio o la escuela con sus mochilas al hombro y ni siquiera le dan los buenos días. No le ceden el paso a los adultos. En los buses no se ponen de pie ante las ancianas o mujeres mayores. Al contrario, ellos ocupan los asientos y van cómodos sin importarles la necesidad ajena.
¿Què es lo que está faltando? Educación. Modales. Moral. Ética familiar. En una palabra: falta un padre. Ya los hijos no están siendo enseñados por la voz masculina de un padre que le ordene ayudar a su mamá en los oficios de la casa. Ya la voz masculina del padre no les ordena que dejen limpio su cuarto antes de salir de casa. No escuchan órdenes de un hombre que les haga respetar a sus mayores.
En algún lugar de la historia se perdió la figura paterna. Mamá está. Claro. Ella siempre estará. En las buenas y en las malas. Pero los hijos necesitan otra figura. Es la figura paterna. La figura del hombre de la casa. La figura que inspira respeto y temor. No miedo, no se confunda. Dios ordenó así a la familia y aunque no le guste a los sociólogos y sicólogos modernos, así es la cosa. El ser humano funciona de esta forma y cuando se rompen estos paradigmas las consecuencias son bien dolorosas.
Basta con que vaya a un centro comercial después de las siete de la noche y verá jovencitas emborrachándose y mostrando descaradamente sus cuerpos juveniles. Verá jovencitos vestidos de mujer, depilados y siendo llevados en autos de lujo por hombres lascivos y corruptos a "tomarse unos tragos" para luego depravarlos a su antojo. La pregunta del millón, entonces, es: ¿en donde están los padres de esos jóvenes? Y la más profunda y vergonzosa: ¿Què clase de padres y madres serán cuando les llegue su turno? Dicen que somos un paìs pequeño. Pero nuestro descuido es grandísimo. Estamos alcanzando niveles de corrupción moral que es difícil creerlo.
Todo porque los "papis" se contentan con darles a sus hijos lo que quieren. Su tarjeta de crédito. Su vehículo propio. Su llave para que entren a la hora que quieran. Su celular de última generación. Lo que no les están dando es lo que realmente necesitan: Educación. Formación. Hombría. Carácter.
Porque las primeras palabras que balbucean los niños son "mamá" y "papá". La palabra papá evoca el cariño, la intimidad y la confianza del niño pequeño con su padre. Sin embargo, no voy a exagerar: también los adultos emplean esta palabra expresando su respeto y obediencia al padre de la familia.
Llamar al padre "papá" indica cariño, intimidad y cercanía, pero también respeto y sumisión.
El padre es el centro de toda la familia. Todo gira en torno a él. Es quien cuida y protege a los suyos. Si falta él, la familia corre el resto de desintegrarse y desaparecer.
Es él quien sostiene y asegura el futuro de todos. Hay dos rasgos que caracterizan a un buen padre. El primero es la solicitud por sus hijos: es él quien debe asegurarles el sustento necesario, protegerlos y ayudarles en todo. Al mismo tiempo, el padre es la autoridad de la familia: él da las órdenes para organizar el trabajo y asegurar el bien de todos.
Èl instruye a sus hijos, les enseña un oficio y los corrige si es necesario. Los hijos, por su parte, están llamados a ser la alegría del padre. Su primera actitud ha de ser la confianza: ser hijo es pertenecer al padre y acoger con gozo lo que recibe de él. Al mismo tiempo han de respetar su autoridad de padre y escucharle y obedecer sus órdenes.
Al padre se le debe afecto y sumisión. El ideal de todo hijo es él. Es el padre quien debe sentar a sus hijos y hacerles una sola pregunta y darles una sola respuesta: "¿Quieres que te vaya bien en la vida y seas bendecido?. Cumple lo que dice la Biblia: Honra padre y madre". Es el padre, muchachos, es el padre.
Claro, estoy hablando de padres padres. No de simples engendradores de hijos y que luego dejan abandonados a su suerte.
La falta de padres la estamos observando en la poca educación de los hijos. Hoy usted los encuentra en las calles y avenidas de nuestra ciudad camino al colegio o la escuela con sus mochilas al hombro y ni siquiera le dan los buenos días. No le ceden el paso a los adultos. En los buses no se ponen de pie ante las ancianas o mujeres mayores. Al contrario, ellos ocupan los asientos y van cómodos sin importarles la necesidad ajena.
¿Què es lo que está faltando? Educación. Modales. Moral. Ética familiar. En una palabra: falta un padre. Ya los hijos no están siendo enseñados por la voz masculina de un padre que le ordene ayudar a su mamá en los oficios de la casa. Ya la voz masculina del padre no les ordena que dejen limpio su cuarto antes de salir de casa. No escuchan órdenes de un hombre que les haga respetar a sus mayores.
En algún lugar de la historia se perdió la figura paterna. Mamá está. Claro. Ella siempre estará. En las buenas y en las malas. Pero los hijos necesitan otra figura. Es la figura paterna. La figura del hombre de la casa. La figura que inspira respeto y temor. No miedo, no se confunda. Dios ordenó así a la familia y aunque no le guste a los sociólogos y sicólogos modernos, así es la cosa. El ser humano funciona de esta forma y cuando se rompen estos paradigmas las consecuencias son bien dolorosas.
Basta con que vaya a un centro comercial después de las siete de la noche y verá jovencitas emborrachándose y mostrando descaradamente sus cuerpos juveniles. Verá jovencitos vestidos de mujer, depilados y siendo llevados en autos de lujo por hombres lascivos y corruptos a "tomarse unos tragos" para luego depravarlos a su antojo. La pregunta del millón, entonces, es: ¿en donde están los padres de esos jóvenes? Y la más profunda y vergonzosa: ¿Què clase de padres y madres serán cuando les llegue su turno? Dicen que somos un paìs pequeño. Pero nuestro descuido es grandísimo. Estamos alcanzando niveles de corrupción moral que es difícil creerlo.
Todo porque los "papis" se contentan con darles a sus hijos lo que quieren. Su tarjeta de crédito. Su vehículo propio. Su llave para que entren a la hora que quieran. Su celular de última generación. Lo que no les están dando es lo que realmente necesitan: Educación. Formación. Hombría. Carácter.
Porque las primeras palabras que balbucean los niños son "mamá" y "papá". La palabra papá evoca el cariño, la intimidad y la confianza del niño pequeño con su padre. Sin embargo, no voy a exagerar: también los adultos emplean esta palabra expresando su respeto y obediencia al padre de la familia.
Llamar al padre "papá" indica cariño, intimidad y cercanía, pero también respeto y sumisión.
El padre es el centro de toda la familia. Todo gira en torno a él. Es quien cuida y protege a los suyos. Si falta él, la familia corre el resto de desintegrarse y desaparecer.
Es él quien sostiene y asegura el futuro de todos. Hay dos rasgos que caracterizan a un buen padre. El primero es la solicitud por sus hijos: es él quien debe asegurarles el sustento necesario, protegerlos y ayudarles en todo. Al mismo tiempo, el padre es la autoridad de la familia: él da las órdenes para organizar el trabajo y asegurar el bien de todos.
Èl instruye a sus hijos, les enseña un oficio y los corrige si es necesario. Los hijos, por su parte, están llamados a ser la alegría del padre. Su primera actitud ha de ser la confianza: ser hijo es pertenecer al padre y acoger con gozo lo que recibe de él. Al mismo tiempo han de respetar su autoridad de padre y escucharle y obedecer sus órdenes.
Al padre se le debe afecto y sumisión. El ideal de todo hijo es él. Es el padre quien debe sentar a sus hijos y hacerles una sola pregunta y darles una sola respuesta: "¿Quieres que te vaya bien en la vida y seas bendecido?. Cumple lo que dice la Biblia: Honra padre y madre". Es el padre, muchachos, es el padre.
Comentarios
Publicar un comentario