ES USTED, PAPÀ, ES USTED...



Prov. 22:6 “Instruye al niño en su carrera: Aun cuando fuere viejo no se apartará de ella.” (RVR1909)

Quizá le caiga mal lo que va a leer, estimado lector, pero no puedo callar ante la realidad que estamos viviendo en estos días.

Hay una triste y lamentable falta de paternidad en los hogares de hoy. Los hombres que debieran ser los encargados de educar, corregir, enseñar e instruir a sus hijos de ambos sexos, han descuidado su rol y los han abandonado a su suerte, delegando en las escuelas y en el gobierno esa responsabilidad. ¿Que estamos viendo a causa de ese garrafal error? Un tremendo fracaso en la educación de nuestros jóvenes. Vemos estudiantes que se rebelan a la autoridad, que están abandonando los estudios bajo cualquier pretexto. Señoritas que andan con sus novios en los centros comerciales en horas que deben estar en clases exponiéndose a perder su pureza y quedar en la vida con sus sueños truncados y sus vidas cargando no una carrera profesional sino un hijo a sus espaldas sin un hombre a su lado que la ayude a resolver sus necesidades.

Los hombres son los encargados de enseñar. Todo padre es un maestro. Eso lo sabemos bien porque en nuestros genes esta el deseo de enseñar. ¿Quien enseña a manejar la bicicleta a un niño? El padre. ¿Quien enseña a su hija a sentarse adecuadamente sin enseñar las piernitas cuando es niña? El padre. ¿Quien enseña los principios de educación y moral en la casa? El padre. Pero, ¿en donde está el padre en estos días? 

Sin embargo, como pastor lo sé muy bien, llegan a Cristo y esperan que el pastor arregle lo que ellos no quisieron o no invirtieron tiempo en hacer. Le piden al pastor “que hable” con su hijo. No, querido hermano, no es el pastor quien debe educar a sus hijos. El pastor solo le enseña el camino al cielo, pero es el padre quien le enseña como vivir en la tierra. Claro que la madre tiene un rol importante en la vida de los hijos. Pero según dice la Escritura, ella solo dirige. ¿A donde? Al padre. Ella misma necesita a su lado a un hombre que se haga cargo de la instrucción para que el hogar pueda funcionar correctamente. 

La iglesia está viendo un deterioro en las costumbres morales de muchos jóvenes de hoy. Y esos jóvenes se convierten en hombres abusivos que cantan coritos y dirigen el culto pero no le dan el paso a los peatones en los pasos de cebra de las calles. No obedecen la luz roja ni los altos que las avenidas les ordenan. Bueno, si no obedecen a los policías cuando les ordena el alto, mucho menos obedecen a nadie más. No fueron enseñados a obedecer a ninguna autoridad cuando fueron jóvenes.  Triste, realmente triste. Cuando vemos estudiantes tirando piedras, pintando obscenidades en las paredes, manchando negocios y usando un lenguaje vulgar sin ninguna pena  puedo imaginar què clase de padres se están formando en ellos. Què clase de herederos tendrán cuando se conviertan en padres de familia. Y eso, claro está, dañará a la siguiente generación que muchos pastores tendrán que tolerar en sus iglesias cuando “se conviertan a Cristo”. 

Porque tampoco es un secreto que dentro de nuestros templos tenemos a esos jóvenes malcriados que dicen creer en Dios pero no lo honran con sus conductas.  La Iglesia está sufriendo la presencia de rebeldes a la autoridad que al menor regaño del pastor abandona la congregación para buscar otra en donde le toleren sus insolencias. ¿Y sus papás? Los siguen como corderitos para que el “niño o la niña” se sientan bien y “no se vayan al mundo”. Disculpen, papás, nunca han salido de allí a donde ustedes mismos los han llevado desde pequeños. 

La iglesia está viendo como muchos jóvenes -no importa que crean los demás-, quieren sacar ventaja de todo aún comprometiendo sus valores familiares, la Iglesia está presenciando una generación de pícaros sociales dentro de sus templos embarazando jovencitas y huyendo a otro paìs o a otra iglesia para no responder por su pecado sin ninguna ética cristiana. La iglesia está presenciando como surge una generación de jovencitas que fuman, y se emborrachan los viernes en la noche con sus amigas del colegio y se esconden en los antros nocturnos a bailar con sus novios con el permiso de sus propios padres que tienen privilegio en sus iglesias. 

La iglesia está presenciando una generación que no tiene la menor idea de la salubridad moral, poniéndose aritos en sus narices, lenguas y cejas. Jovencitos que se dejan crecer el pelo usando sus diademas como las usan sus propias hermanas o novias sin el menor decoro varonil. Jovencitos haciéndose cortes de cabello como lo hacen sus artistas de moda. Jovencitas que más parecen varones mostrando sus tatuajes ya no escondidos en sus espaldas sino abiertamente en sus brazos y rostros, viviendo en la miasma en que se mueven sus amigos de la calle. La iglesia está viendo una generación de niños que cada vez leen menos, excepto las historias vulgares de sus deportistas drogadictos y viciosos. Jóvenes que conocen las vidas de sus héroes homosexuales del cine pero no saben nada de los héroes de la Biblia, siendo atraídos cada vez más por las redes sociales y por la basura del internet. ¿Le ha preguntado usted a sus hijos quienes son sus héroes? Haga la prueba y verá la realidad de su propia casa.

La iglesia está recibiendo una generación de jóvenes que no trabajan ni estudian pero tienen suficiente dinero para gastárselo en ropa de marca y zapatos de alta gama. La iglesia está recibiendo una generación de jóvenes que compran sus licencias de manejar, sus títulos, sus exámenes y todo lo que se pueda con tal de evadir sus responsabilidades morales y civiles. 

La iglesia y la sociedad están recibiendo una generación de jóvenes que no conocen los principios de la educación y las buenas costumbres. ¡Ah! pero llévelos a un concierto de música rock dizque cristiana y verá la diferencia. Pòngales música de moda que los haga llorar de romanticismo y los verá derramar lágrimas de cocodrilo pero incapaces de derramar una lágrima en presencia del Señor.

Y, con franqueza lo digo, esos son los jóvenes que ministran la alabanza los domingos en la iglesia de Cristo. Son los que usan pantalones rotos, gorros y sombreros en el mismo Altar en donde se debe adorar solo a Dios. Son las cantoras que usan minifalda y escotes sugestivos mostrando su ropa interior sin ningún decoro ni respeto por ellas mismas.

Esa es la generación que la iglesia está recibiendo en estos tiempos. Todo por falta de valor en los padres que no se ciñen los pantalones para poner orden y respeto en sus hijos quienes necesitan  escuchar con urgencia un rotundo “¡No!”

¿Alguien dice amén…?


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