TABLAS ROTAS



Exodo 32:19 “Y sucedió que tan pronto como Moisés se acercó al campamento, vio el becerro y las danzas; y se encendió la ira de Moisés, y arrojó las tablas de sus manos, y las hizo pedazos al pie del monte.”

Bueno, algo que los teólogos tradicionales no permiten es que se rompan las reglas de la Hermenéutica. Sin embargo, en estos últimos años se ha permitido incursionar un poco más profundo en la interpretación de la Palabra de Dios con el fin de lograr una explicación más detallada sobre los textos que guardan silencio sin menoscabo de la Pureza exegètica de la misma. 

Hoy vamos a examinar un episodio en la vida de Moisés que nos enseña cosas muy importantes para nuestra riqueza espiritual.

En el momento que nos ocupa, la Biblia cuenta la dolorosa experiencia que Moisés ha pasado cuando baja del Monte Sinaí con las dos Tablas de la Ley preparadas y escritas con el Dedo de Dios. Es decir, viene feliz después de haber permanecido cuarenta días y cuarenta noches platicando con Dios y recibiendo los Mandamientos de la Ley para dárselos al pueblo que está esperando al pie del monte.

Sin embargo, cuando baja se encuentra con algo desagradable: están adorando un ídolo de oro. El becerro que el Sumo Sacerdote Aaron les ha hecho. Es tanta su decepción que toda la santidad del momento se pierde y Moisés, en un arrebato de pasión o de celo por lo que está viendo, arroja las piedras y las despedaza. Quedan tirados pedazos de roca con Palabras mutiladas de Dios desperdigadas a lo largo del terreno. 

Se siente frustrado. Enojado. Triste. Un cúmulo de emociones inunda su alma al ver a su pueblo dándole a su Señor forma de buey. La fiesta que estaban celebrando era para darle el honor de haberlos liberado de Egipto a ese dios que hicieron con el oro de sus esposas. Algo inaudito. Algo que hasta el dìa de hoy se sigue practicando. No es un secreto que muchos cristianos aún celebran culto a su dios que -según ellos-, los ha liberado de sus deudas: el Dólar. Le celebran culto a su dios que les brinda gozo: la cerveza. Siguen adorando a su dios que los defiende: su carácter. Le siguen cantando alabanzas al dios que los sustenta: su trabajo. ¿Què forma le da usted al dios que lo protege? Y, con mucha pena, pero aún hay otros que adoran al dios que les permite realizarse: un hijo. Todos estos son dioses ajenos que adoramos frente al Verdadero Dios que decimos adorar los domingos en las iglesias. 

Hay pastores que tienen sus propios ídolos que adoran: Su púlpito. Su carro. Su ministerio. Su doctrina. Su organización. Sus logros y sus títulos. Becerros todos de oro que brillan pero que no tienen nada de poder. 

Bueno, hasta aquí las disquisiciones que la Biblia nos dice sobre que los israelitas estaban adorando en el momento que Moisés rompe las tablas.  Pero ahora veamos otro escenario:

Y este escenario empieza con una pregunta: Después de haber arreglado el desastre del Becerro de Oro moliéndolo y echándolo al agua para que lo bebieran, todo vuelve a su normalidad aparente. Y digo aparente porque me brota una pregunta cuya respuesta se necesita buscar en lo recóndito del pasaje.

¿Què pasò con los pedazos de las Tablas de la Ley que Moisés dejó rotas al pie del Monte? No puedo creer que las hayan dejado allí desperdigadas al descuido siendo que eran el trabajo de Dios. Aparte que eran las Palabras que Dios mismo había escrito para darle al pueblo sus Leyes. No es posible que las hayan dejando abandonas.

Creo, solo premitame la libertad de creerlo, que Moisés, una mañana, antes que el sol calentara las arenas del desierto, toma un cofre de algún lugar y silenciosamente se va al lugar en donde quedaron los pedazos de Tablas en busca de las mismas. Tratemos de ver a ese hombre solitario, triste, decepcionado, encorvado, recogiendo los pedazos de Tablas y echándolas cuidadosamente, con amor, en su cofre, reuniendo trozos de piedras en donde estaba la Hermosa y Cálida Palabra del Dios que tanto amaba.

Ahora, lector querido, pido su ayuda: ¿Quien puede imaginar el dolor, la frustración de Moisés al ver su sueño de entregar la Ley al pueblo, hecho pedazos? ¿Cuántos de ustedes se pueden imaginar la frustración de este hombre que acababa de bajar del Monte alegre y feliz de haber estado con Dios y ver a su pueblo adorando un ídolo? Les diré algo que espero les impacte su alma: Es fácil hacer las cosas bien cuando todo está bien.  El carácter de una persona se muestra cuando hace lo correcto aún y cuando todo se le daña.  Cuando todos sus sueños se destruyen frente a sus propios ojos y aún así, hace lo correcto. 

Imaginemos a Moisés recogiendo los pedazos de esas dos piedras que significaban su sueño, su conquista, su gran trofeo y ahora todo está roto guardado en una caja.  ¿Que le ha pasado a Moisés?  Lo mismo que nos pasa a nosotros miles de años después, cuando nuestros sueños son destruidos, cuando nuestros anhelos son destrozados por eventos que escapan a nuestra capacidad de control. 

Un matrimonio que no funcionó. Un hijo que no logró nacer. Un negocio que no prosperó. Una amistad rota. Una ilusión que pasò. Aquel amor de la juventud que dejó un mal recuerdo. Un proyecto que no se realizó. Un trabajo que no era el adecuado. Un anhelo que no se logró concretar. Sueños rotos. Anhelos destruidos. Esperanzas perdidas.

Moisés está tomando uno a uno, los pedazos de sus sueños rotos, los guarda en un cofre y se dispone a volver a soñar con otra experiencia con Dios y alisa otras tablas para llevárselas al Señor. 

Cuando los sueños se destruyen, cuando las cosas que había planeado se rompen, no es momento de salir corriendo, no es momento para pensar que ya no hay esperanza.  El hombre tomó los pedazos de sus sueños, los guardò y volvió a escribir sus sueños pero ahora con una idea más clara de lo que quiere. Construye sus nuevos sueños más factibles, un sueño más realizable, un sueño muchos más fácil de ser alcanzado. 

Moisés nos enseña que un sueño roto no es necesariamente un error, es una oportunidad que usted sea más original, más practico para construir algo que sea menos utópico y más realista sin abandonar aquello que era grande y noble, sin olvidar aquello que tuvo en su mente. En otras palabras: su sueño roto no significa fracaso. Su sueño roto no significa abandono, siempre que los recoja y reconstruya sus nuevos anhelos. 


Así que como ese gran Moisés del Éxodo, recoja los pedazos de sus anhelos rotos, de sus sueños frustrados y vuelva soñar. Vuelva amar. Vuelva creer. Vuelva  vivir. Vuelva sentir. Vuelva vibrar y deje que su Tierra Prometida llegue a usted con la fe en el Señor quien da fuerzas al cansado y  llena de risas nuestra boca.

Comentarios

Entradas populares de este blog

LA NIÑERA Y SUS "BUENAS" INTENCIONES... (Parte 1)

DESATADLO Y DEJADLO IR. (Jn. 11:44)

PASAS Y MANZANAS