SÌ Y NO
Soy un hombre de agenda...
No es que sea famoso. Tampoco quiero serlo. No persigo ni la fama ni la fortuna. Según la Palabra del Dios que predico, ellas tienen que seguirme a mí y no yo a ellas. Pero eso no quita que mi agenda esté bastante llena de compromisos que debo cumplir para mi Rey...
Pero también he aprendido algo: Decir sí a una cosa, es decir no a otra.
Cuando le digo "sí" a un pastor que me invita a predicar en su congregación, le estoy diciendo "no" a mi esposa o a mi congregación... Y eso a veces me causa problemas. Mi esposa maneja su propia agenda y cuando le digo "si" a un compromiso, ella tiene que decirle "no" a sus compromisos. Es tan hermosa que sacrifica sus intereses por cuidar los míos...
El Señor, a través de Malaquìas, el último profeta el Antiguo Testamento, declaró: "El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que venga yo y hiera la tierra con maldición."
Aquí hay algo escondido, padres y madres: Si usted quiere que su corazón se vuelva hacia sus hijos, tiene que pasar tiempo con ellos, tiempo de calidad y tiempo en cantidad. No hay atajos. No hay excusas. Y aquí es donde entra en juego ese juego de palabras: sí y no... Cuando usted le dice sí a su trabajo extra, le está diciendo no a su familia. Cuando usted le dice sí a sus placeres personales, le está diciendo no hay parque a sus hijos. Cuando usted le dice sí a su estomago camino a casa, le está diciendo no a la cena que su esposa le ha preparado...
Cuando leí la biografìa de Aiden Wilson Tozer, me dejó con la boca abierta un episodio que le sucedió mientras era pastor y escritor: Cuando Tozer murió, su esposa, Ada, se volvió a casar. Varios años después de su segundo matrimonio, una amiga le pidió a Ada que describiera la diferencia entre su primero y su segundo matrimonio, su primero y su segundo esposo.
"Nunca he sido más feliz en mi vida -dijo Ada-. Aiden amó a Jesucristo, pero Leonard Odam me ama a mí".
He aquí un gran pastor y escritor cristiano que no pasò la prueba. Debemos amar a Jesus, pero también debemos amar a nuestra esposa. Es algo que tuve que aprender a base de lágrimas. Mi pastor me lo enseño a base de regaños y llamadas de atención. "Carlitos, debes amar al Señor por sobre todas las cosas. Te admiro por la forma en que anhelas servirlo. Te felicito, pero nunca a precio de dejar a tu esposa abandonada". Hoy, años después de haber entendido la ecuación, debo tomar una decisión. Si decirle sí a un compromiso significa decirle no a mi esposa, prefiero lo segundo. Es decir, si un sí provoca conflicto entre mi esposa y el ministerio... mi esposa viene primero...
¿Què opinan, queridos lectores...?
No es que sea famoso. Tampoco quiero serlo. No persigo ni la fama ni la fortuna. Según la Palabra del Dios que predico, ellas tienen que seguirme a mí y no yo a ellas. Pero eso no quita que mi agenda esté bastante llena de compromisos que debo cumplir para mi Rey...
Pero también he aprendido algo: Decir sí a una cosa, es decir no a otra.
Cuando le digo "sí" a un pastor que me invita a predicar en su congregación, le estoy diciendo "no" a mi esposa o a mi congregación... Y eso a veces me causa problemas. Mi esposa maneja su propia agenda y cuando le digo "si" a un compromiso, ella tiene que decirle "no" a sus compromisos. Es tan hermosa que sacrifica sus intereses por cuidar los míos...
El Señor, a través de Malaquìas, el último profeta el Antiguo Testamento, declaró: "El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que venga yo y hiera la tierra con maldición."
Aquí hay algo escondido, padres y madres: Si usted quiere que su corazón se vuelva hacia sus hijos, tiene que pasar tiempo con ellos, tiempo de calidad y tiempo en cantidad. No hay atajos. No hay excusas. Y aquí es donde entra en juego ese juego de palabras: sí y no... Cuando usted le dice sí a su trabajo extra, le está diciendo no a su familia. Cuando usted le dice sí a sus placeres personales, le está diciendo no hay parque a sus hijos. Cuando usted le dice sí a su estomago camino a casa, le está diciendo no a la cena que su esposa le ha preparado...
Cuando leí la biografìa de Aiden Wilson Tozer, me dejó con la boca abierta un episodio que le sucedió mientras era pastor y escritor: Cuando Tozer murió, su esposa, Ada, se volvió a casar. Varios años después de su segundo matrimonio, una amiga le pidió a Ada que describiera la diferencia entre su primero y su segundo matrimonio, su primero y su segundo esposo.
"Nunca he sido más feliz en mi vida -dijo Ada-. Aiden amó a Jesucristo, pero Leonard Odam me ama a mí".
He aquí un gran pastor y escritor cristiano que no pasò la prueba. Debemos amar a Jesus, pero también debemos amar a nuestra esposa. Es algo que tuve que aprender a base de lágrimas. Mi pastor me lo enseño a base de regaños y llamadas de atención. "Carlitos, debes amar al Señor por sobre todas las cosas. Te admiro por la forma en que anhelas servirlo. Te felicito, pero nunca a precio de dejar a tu esposa abandonada". Hoy, años después de haber entendido la ecuación, debo tomar una decisión. Si decirle sí a un compromiso significa decirle no a mi esposa, prefiero lo segundo. Es decir, si un sí provoca conflicto entre mi esposa y el ministerio... mi esposa viene primero...
¿Què opinan, queridos lectores...?
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