HOMBRÌA
En 480 a. C., el rey Jerjes y su ejército persa, con un millón de hombres, invadieron Grecia y exigieron que Esparta entregara sus armas. Nadie habría culpado al rey Leònidas por rendirse. Después de todo, su batallón era superado en número por mil a uno. Pero Leònidas decidió que era mejor morir con valentía que vivir cobarde. Así que pronunció sus famosas últimas palabras: "¡Vengan y tòmenlas!"
¿Què tenemos aquí? Tenemos las últimas palabras de valor que un rey pronunció antes de entregar su vida y las de sus valientes en la famosa batalla de las Termòpilas...
Hoy, hacen falta hombres que se pongan en la brecha y le digan al Diablo: ¡Ven, Diablo, toma mi casa si puedes!... Pero claro, es más fácil decirlo que hacerlo... Porque para hacerlo se necesita valor, se necesita identidad, se necesita saber què es lo primero...
Las últimas palabras acarrean un peso inusual. Las últimas palabras son simbólicas y proféticas. Eso fue cierto con Leònidas. ¡sus últimas palabras fueron palabras de combate!
Malaquìas también dijo sus últimas palabras que todavía resuenan como un último testamento como vocero de Dios. Este profeta tuvo la última palabra en el Antiguo Testamento: "El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que venga yo y hiera la tierra con maldición" Estas son las últimas palabras del A.T. Creo que ellas componen la última oración, la última esperanza. Es la llave para el avivamiento de nuestra nación, pero este comienza en la familia, con los padres...
Un avivamiento comienza en el corazón, en el hogar. Entonces, y solo entonces, se extiende a iglesias, ciudades y naciones. Malaquìas señaló a los padres por una razón:
Me gustan las madres. Las honro. Las respeto y las dignifico. Y la crianza de los hijos es un asunto de trabajo en equipo. Es de los dos. Pero si las madres no son el problema principal, entonces no son la solución definitiva. El problema y la solución recaen sobre los padres. Claro, hay excepciones a esta regla, pero las madres por lo general se unen más con sus hijos. Una de las razones es el hecho obvio de que los dieron a luz.
Son los hombres lo que han dejado caer la pelota. Han dejado caer el peso de su obligación. Los padres están más ocupados viendo sus televisores que viendo que hacen sus hijos. Están más ocupados buscando sus propias metas que buscando bajo los colchones de las camas de sus hijas què revistas pornogràficas esconden. Están más ocupados haciéndose masajes relajantes que llevar a sus hijos a que se relajen del estrés diario... ¿Resultado? Anarquía. Irrespeto a su autoridad. Tarjetas de crédito hasta el tope. Deudas y más deudas... Los padres carecen de algo que sus hijos buscan desesperadamente: Hombría. ¿Cómo se es hombre, papá? ¿Como Ronaldo? ¿Como Messi? ¿Como el Directo? ¿Como nuestros presidentes...? ¡Despertemos, padres! Es sobre nuestros hombros que el Señor ha puesto la responsabilidad de su venida... No sea que...
¿Què tenemos aquí? Tenemos las últimas palabras de valor que un rey pronunció antes de entregar su vida y las de sus valientes en la famosa batalla de las Termòpilas...
Hoy, hacen falta hombres que se pongan en la brecha y le digan al Diablo: ¡Ven, Diablo, toma mi casa si puedes!... Pero claro, es más fácil decirlo que hacerlo... Porque para hacerlo se necesita valor, se necesita identidad, se necesita saber què es lo primero...
Las últimas palabras acarrean un peso inusual. Las últimas palabras son simbólicas y proféticas. Eso fue cierto con Leònidas. ¡sus últimas palabras fueron palabras de combate!
Malaquìas también dijo sus últimas palabras que todavía resuenan como un último testamento como vocero de Dios. Este profeta tuvo la última palabra en el Antiguo Testamento: "El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que venga yo y hiera la tierra con maldición" Estas son las últimas palabras del A.T. Creo que ellas componen la última oración, la última esperanza. Es la llave para el avivamiento de nuestra nación, pero este comienza en la familia, con los padres...
Un avivamiento comienza en el corazón, en el hogar. Entonces, y solo entonces, se extiende a iglesias, ciudades y naciones. Malaquìas señaló a los padres por una razón:
Me gustan las madres. Las honro. Las respeto y las dignifico. Y la crianza de los hijos es un asunto de trabajo en equipo. Es de los dos. Pero si las madres no son el problema principal, entonces no son la solución definitiva. El problema y la solución recaen sobre los padres. Claro, hay excepciones a esta regla, pero las madres por lo general se unen más con sus hijos. Una de las razones es el hecho obvio de que los dieron a luz.
Son los hombres lo que han dejado caer la pelota. Han dejado caer el peso de su obligación. Los padres están más ocupados viendo sus televisores que viendo que hacen sus hijos. Están más ocupados buscando sus propias metas que buscando bajo los colchones de las camas de sus hijas què revistas pornogràficas esconden. Están más ocupados haciéndose masajes relajantes que llevar a sus hijos a que se relajen del estrés diario... ¿Resultado? Anarquía. Irrespeto a su autoridad. Tarjetas de crédito hasta el tope. Deudas y más deudas... Los padres carecen de algo que sus hijos buscan desesperadamente: Hombría. ¿Cómo se es hombre, papá? ¿Como Ronaldo? ¿Como Messi? ¿Como el Directo? ¿Como nuestros presidentes...? ¡Despertemos, padres! Es sobre nuestros hombros que el Señor ha puesto la responsabilidad de su venida... No sea que...
Valio la pena esperar una semana por el siguiente articulo!! muy bueno
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